10/10/2025
Hace unas décadas, ir al supermercado era sinónimo de paciencia. Cajeras y cajeros tecleaban cada precio, había confusiones, errores, filas larguísimas y compras que se hacían eternas. Hoy entrás, acercás el producto al lector, y en un segundo sabés lo que pagás, se actualiza el stock, y seguís. Esa transformación empezó gracias al código de barras. Esa pequeña etiqueta, esas líneas casi invisibles, cambiaron para siempre la experiencia de compra. No solo hacés todo más rápido, sino también con menos errores, con más control y con menos frustraciones.
Para vos que tenés un emprendimiento, ese cambio importa muchísimo. Porque ya no se trata solo de producir algo lindo o con buena calidad: también tiene que ser identificable, escaneable, listo para pasar por caja rápida, para registrarse bien en los sistemas, para integrarse a ventas físicas y online sin tropiezos. Si cada presentación de tu producto no tiene su código de barras, lo que vendés puede quedar atascado con los proveedores, con los puntos de venta, con los almacenes. Y no solo eso: podés perder ventas, clientes impacientes o la posibilidad de crecer.
Además, los beneficios no son solo para el cliente. Para vos, emprendedor, significa orden en tu stock, saber cuándo te estás quedando sin producto, evitar malas sorpresas con devoluciones por errores de precio, poder incorporar promociones, descuentos y programas de fidelidad confiables. Y cuando querés expandirte, estar preparado con los códigos adecuados es una puerta que ya no podés dejar cerrada.