01/05/2025
Oh trabajadores del alba,
custodios del latido y del silencio,
ustedes que visten la jornada
con el color incansable de la esperanza,
escuchen hoy el canto de la tierra agradecida.
Porque no hay sol sin su sombra,
ni hospital sin sus manos,
ustedes—médicos, enfermeras,
técnicos, camilleros,
y también ustedes, que tras los muros
tejen el orden invisible:
los del archivo, los del número,
los del teléfono incansable,
los que administran sin bisturí
pero con el mismo pulso del deber.
Hoy no celebro la quietud
ni el descanso como un lujo,
hoy celebro su fuego,
su paso firme por los pasillos blancos
donde cada vida se convierte
en una promesa más
que ustedes protegen como una llama
entre la tempestad.
Porque no hay herida que no toque su espíritu,
ni vida salvada que no deba
una sílaba, un gesto, un esfuerzo
a su obstinada humanidad.
¡Oh trabajadores de la salud!
Ustedes son el corazón
que no deja de latir,
incluso cuando el mundo
quiere cerrar los ojos.
Que este Primero de Mayo
sea un poema de gratitud
tallado en la memoria del pueblo,
una rosa sin espinas
que les deje en el pecho
la honra del deber cumplido
y la ternura de saber
que lo invisible también salva.