01/12/2025
A veces parece inofensivo: sillón, serie, celular en la mano y cero esfuerzo.
Pero ese “descanso eterno” empieza a cobrarse un precio alto: más dolor, más hinchazón, más cansancio y una autoestima que se va apagando de a poco.
Sobrevives… pero no estás viviendo.
Los días se repiten: postergas, te prometes que “el lunes empiezo” y el cuerpo va acumulando la cuenta en silencio.
Hasta que algo te golpea suave pero fuerte:
un pantalón que no cierra, una escalera que agota, una foto en la que casi no te reconoces.
Y aparece esa pregunta incómoda:
“¿De verdad quiero seguir así?”
Ahí no cambias de vida de un día para otro.
Cambias un gesto: ponerte las zapatillas cuando da pereza, salir a caminar 10 minutos, preparar una comida que nutre, apagar la pantalla un rato para escuchar lo que sientes.
Cada vez que eliges eso, aunque sea pequeño, te vas poniendo de tu lado.
Dejas de moverte solo por miedo al dolor
y empiezas a moverte por el deseo de vivir liviana, presente y orgullosa de ti.
No se trata de perfección, se trata de construir pruebas diarias de que sí puedes cuidarte.
La enseñanza es simple y profunda:
lo que más agota no es caminar, entrenar o elegir mejor lo que comes…
lo que más agota es seguir postergando la vida que sabes que podrías estar viviendo.
Hoy no tienes que cambiarlo todo.
Solo elegir una acción mínima que te acerque a sentirte bien en tu propio cuerpo. 💜
inflamación