Psicología Cínica

Psicología Cínica ¿Qué es una psicología cínica?

Una psicología irreverente y crítica, sencilla y desfachatada, irónica e insolente, impúdica e independiente, creativa y libre, humana y apasionada.

01/12/2025
30/11/2025

EL “PECADO” DE JEANNETTE JARA

El gran “pecado” de Jeannette Jara, según parte importante de la clase política y mediática chilena, no radica en sus capacidades, en su trayectoria pública ni en su desempeño como ministra del Trabajo o dirigente sindical. Lo que se le imputa, explícita o implícitamente, es algo mucho más profundo y simbólico: provenir del Partido Comunista, y no de la centro-izquierda tradicional que históricamente ha ocupado los espacios de representación institucional en Chile. Ese origen político la sitúa, para algunos sectores, como un cuerpo extraño dentro del mapa de lo posible, aun cuando su trabajo ha demostrado consistencia técnica, pragmatismo y apertura al diálogo.

En Chile, los límites de lo políticamente aceptable han sido moldeados por décadas de hegemonía neoliberal. Incluso cuando la Concertación gobernó durante veinte años, la arquitectura económica de los ochenta se mantuvo prácticamente intacta, y con ella una visión estrecha sobre quiénes pueden ejercer poder de manera legítima. La centro-izquierda chilena, pese a su diversidad interna, se estructuró alrededor de un pacto tácito: el orden heredado del modelo no se toca en lo esencial. Todo el que entre al juego debe aceptarlo. Desde ese prisma, los comunistas han sido presentados como actores disruptivos, radicales, potencialmente peligrosos. No importa si, en la práctica, sus liderazgos institucionales han actuado dentro del marco democrático, participando del Parlamento y de gobiernos de coalición. En el imaginario público persiste la idea de que el comunismo representa una alteridad incompatible con el sistema.

Por eso, cuando Jeannette Jara comienza a adquirir mayor visibilidad y proyección, aparece una resistencia que no tiene que ver con sus argumentos ni con sus prioridades programáticas, sino con su identidad política. Su principal transgresión no es su gestión; es el hecho de que una dirigente comunista pueda representar a sectores de la centro-izquierda, un espacio que algunos consideran propiedad intelectual de los partidos moderados. De ese modo, la crítica que se despliega sobre ella habla menos de Jara y más de las tensiones propias de un país que aún arrastra un pavor a cualquier discurso que desborde los márgenes fijados durante la posdictadura.

Esta reacción no puede entenderse sin examinar las huellas del anticomunismo histórico en Chile. Durante la Guerra Fría, el comunismo fue definido como una amenaza existencial. Esa narrativa fue luego instrumentalizada por la dictadura para justificar la represión, la censura y la persecución. Con el retorno a la democracia, lejos de desactivarse, dicho imaginario quedó flotando como un residuo cultural que reaparece cada vez que un liderazgo proveniente de la izquierda más crítica logra conquistar espacios institucionales. Lo que se observa en el debate sobre Jara es la persistencia de ese reflejo condicionado: una reacción defensiva que opera incluso cuando los hechos no la sostienen.

La figura de Jara cuenta con características que, en un contexto menos ideologizado, serían vistas como virtudes: trayectoria sindical, conocimiento de políticas públicas, experiencia en negociación, capacidad para articular consensos y una presencia pública sobria y orientada al trabajo. Sin embargo, esas virtudes suelen ser opacadas por el estigma ideológico que ciertas élites insisten en instalar. La crítica no se dirige a su desempeño, sino a su procedencia; es un cuestionamiento de tipo identitario. Ella encarna un origen que se considera impropio para liderar desde la moderación, pese a que -paradójicamente- su estilo ha sido más pragmático que el de muchos dirigentes de la centro-izquierda tradicional.

Este fenómeno también refleja el temor de algunos sectores a perder el monopolio simbólico de la representación progresista. Durante décadas, la centro-izquierda administró el país desde un equilibrio político que mantuvo en su núcleo una profunda desconfianza hacia la izquierda transformadora. En ese marco, la presencia del Partido Comunista era tolerada mientras se mantuviera en una posición subalterna. El ascenso de liderazgos como el de Jara perturba ese orden jerárquico, pues desplaza la frontera de quién puede hablar en nombre de un proyecto colectivo amplio. Por eso su origen político se vuelve un “pecado”: cuestiona un sentido de propiedad que algunos creían incuestionable.

El tratamiento mediático también ha jugado un rol clave en esta construcción simbólica. No es casual que cada vez que Jara impulsa reformas como la de las pensiones, ciertos medios destaquen su militancia como un elemento problemático, insinuando que sus propuestas deben leerse desde un supuesto dogmatismo ideológico. Sin embargo, lo que esos mismos medios omiten es que el debate previsional en Chile lleva décadas estancado justamente por la incapacidad de la élite política para cuestionar la estructura privatizada heredada de los años ochenta. Cuando una dirigente comunista plantea una propuesta que busca equilibrar solidaridad y sostenibilidad, lo que se juzga no es la propuesta en sí, sino la legitimidad de quien la presenta.

Este mecanismo no solo ocurre con Jara; forma parte de una lógica más amplia que opera en Chile cada vez que un liderazgo político no encaja en los márgenes del centrismo tradicional. Se despliega una retórica donde la moderación se define según el origen político del interlocutor, no según sus ideas o prácticas. En consecuencia, incluso posturas moderadas provenientes del comunismo son tratadas como radicales, mientras que posturas radicales de la derecha son presentadas como “sentido común”. Es un doble estándar que revela la estrechez del espectro político chileno, donde la etiqueta pesa más que el contenido.

El “pecado” de Jara, entonces, funciona como un síntoma. No habla de ella en particular, sino del miedo persistente de ciertos sectores a cualquier proyecto que introduzca cambios estructurales al modelo. Cuando ese temor se combina con prejuicios históricos, aparece la caricatura del comunismo como un peligro latente, aunque la evidencia muestre que los liderazgos comunistas en Chile han actuado dentro del marco democrático por décadas. Este residuo cultural es aprovechado por quienes buscan mantener el estatus quo, instalando la idea de que la presencia comunista desestabiliza, aun cuando lo que realmente desestabiliza es la posibilidad de redistribuir poder.

El debate sobre Jara revela algo más profundo: en Chile todavía existe una barrera simbólica que delimita quién puede gobernar y desde dónde. Esa barrera no se funda en criterios técnicos ni en evaluación de desempeño; se funda en prejuicios ideológicos anclados en la historia y en los intereses de quienes quieren conservar un orden político restringido. Jara encarna un desafío a ese orden, no porque proponga algo particularmente radical, sino porque su sola presencia desmiente la idea de que la centro-izquierda debe estar necesariamente dirigida por los mismos grupos que la han administrado desde los años noventa.

Por eso, afirmar que su “pecado” es ser comunista no describe un defecto de ella, sino un defecto del sistema político chileno: la incapacidad de convivir con una pluralidad real de posiciones progresistas. Es, en última instancia, un problema de apertura democrática. Jara no es peligrosa; lo peligroso es un país que sigue midiendo la legitimidad de sus liderazgos no por lo que hacen, sino por de dónde vienen. Cuando la democracia se reduce a un perímetro tan estrecho, cualquier figura que provenga de fuera de ese espacio será tratada como una amenaza. Y, paradójicamente, será tratada como amenaza incluso cuando su acción política busque justamente ampliar la democracia y fortalecer los derechos sociales.

Ese es el trasfondo del “pecado”: un prejuicio que dice más sobre Chile que sobre Jeannette Jara.

28/11/2025

TESTIMONIO DE UNA PACIENTE (PAMELA, 35 AÑOS)

“Me emociono, porque si bien con la terapia quería mejorar o sanar, no esperaba sentirme tan bien como me siento hoy: tranquila, relajada y sin el miedo constante a equivocarme. La felicidad era algo en que ni siquiera pensaba, y hoy me siento feliz, en paz y disfrutando el presente, disfrutando de mi entorno, de los días de sol, los días sin dolor. Y si en algún momento llegan los dolores, estoy tranquila, porque sé que se pasarán. Aprendí a disfrutar, a estar en paz y ser feliz.”

(Publicado con autorización)

27/11/2025

15 SESIONES

“Desde que comencé la terapia, hace 15 sesiones, mi vida cambió: ya no cargo con las mochilas que no me dejaban avanzar, comencé a ver la vida con más colores. En mi cabeza ya no aparecen tantos recuerdos dolorosos, ni tantos “por qué”. Empecé a ver la vida con otros ojos, ahora me siento feliz, ahora sonrío, ya no estoy irritable y ya no me duele el corazón cuando pienso en los recuerdos dolorosos que me causaron mis padres. Siento que me estoy liberando de las cadenas que me ataron durante mucho tiempo. Ahora soy más conciente de quién soy y de lo que quiero, aprendí a decir “no” y a darme el valor que merezco, a escuchar qué es lo que quiero para mí y para mi vida.”

(Gabriela, 39 años, publicado con autorización)

22/11/2025

TAMARA Y SU PSICOTERAPIA

“Inicié la terapia con grandes expectativas, casi ilusas de querer cambiar quién soy.

Estaba sumamente aflijida, angustiada, mal querida, mal nutrida, ansiosa y vigilante, enojada y desesperanzada. Permití malos tratos, me quedé en lugares, trabajos, amistades y amores más tiempo del que debí. Me conformaba y eso me hacía ruido y caos.

En la terapia lloré mucho, me permití llorar todas las p***s que tenía acumuladas y, si bien ya conocía muchos de los relatos que te comenté, recordarlas y repetirlas en voz alta me permitió suavizar la idea de mí que me exigía.

Pude perdonarme, dejar la flagelación, la crítica y la dureza. Sentí autocompasión, gané mi propia valoración y entendimiento, y lo mejor de todo, el reconocimiento, ese que tanto buscaba de otros, lo encontré en mí.

Pienso que el recorrido de mis trayectos me ha hecho ser quien soy y hoy transito con menos juicios a mis padres y hermanos, hay más cariño, menos rigidez, entiendo y acepto que son humanos. Los he perdonado también, los he liberado de las exigencias y fantasías. Hoy ya no discutimos, conversamos y me siento más en paz.

Ya no importan tanto quienes no han creído o confiado en mí, en mis criterios, en mis capacidades o en mi cariño. Lo que importa es que yo sí lo hago, y me siento tranquila, esperanzada, deseosa, empoderada y desafiada por lo que esta nueva etapa me depara y que estoy construyendo con tanto optimismo.

Estoy en el preludio de un nuevo capítulo en el que me cuido y me quiero como nunca antes. Nunca más en segundo plano: soy la protagonista de mi historia y la voy a escribir como quiera. Ahora, me abrazo y ya no quisiera ser otra, quiero ser quien soy.”

(Publicado con autorización)

21/11/2025

“NADIE ME VA A QUERER”

Muchas personas llegan a la adultez con la sensación persistente de no ser queribles, de que nadie querrá estar con ellas en una relación de pareja. No es una idea que aparezca de la nada: suele tener raíces profundas en la infancia. Cuando un niño crece sintiéndose poco visto, poco valorado o emocionalmente desatendido por sus padres, aprende —sin palabras— que su presencia no importa demasiado. Ese aprendizaje temprano se transforma en una marca interna que acompaña hasta la vida adulta.

Lo doloroso es que, aun cuando de adultos reciban gestos de afecto genuino, cuesta creerlos. Algo dentro repite que el cariño es frágil, que no durará, que la otra persona terminará alejándose. Por eso muchos vínculos afectivos se viven con miedo, inseguridad o excesiva dependencia.

La psicoterapia, al explorar esa historia infantil y reconocer la herida original, permite que la persona construya una nueva manera de verse y de sentirse. Cuando la herida comienza a sanar, el vínculo amoroso deja de ser una prueba constante y empieza a convertirse en un espacio posible.

20/11/2025

Llevo más de 26 años haciendo psicoterapia (alrededor de 40.000 atenciones). El Colegio de Psicólogos de Chile me acaba de informar que, por haber superado los 25 años, se me hará entrega de una distinción profesional. Lindo gesto! Amo mi trabajo 😊

19/11/2025

DÍA DEL HOMBRE: ORIGEN Y SENTIDO

El Día Internacional del Hombre se celebra cada 19 de noviembre. La iniciativa surgió en 1999, impulsada por el académico de Trinidad y Tobago Jerome Teelucksingh, quien propuso una fecha que visibilizara los desafíos específicos que enfrentan los hombres en materia de salud, vínculos afectivos, paternidad y bienestar emocional. Su objetivo no era competir con el Día de la Mujer ni establecer una lógica de contrapeso, sino abrir un espacio para reflexionar sobre las condiciones sociales que afectan a los hombres y promover modelos de masculinidad más sanos y menos rígidos.

El sentido de esta conmemoración es múltiple: destacar la importancia de la salud mental masculina, cuestionar los mandatos de dureza y autosuficiencia que dificultan pedir ayuda, valorar el rol de los hombres en la crianza y los cuidados, promover la equidad de género y desnaturalizar la asociación entre masculinidad y violencia.

El Día del Hombre invita, en síntesis, a repensar la masculinidad desde perspectivas más humanas, afectivas y responsables, favoreciendo vínculos más libres y relaciones menos dañadas para todos.

18/11/2025

SUICIDIO: UNA MIRADA SOCIOPSICOBIOLÓGICA

Comprender el suicidio exige una mirada que vaya más allá de explicaciones simplistas. No es falta de voluntad ni egoísmo, sino el resultado de un dolor psicológico que ha sobrepasado la capacidad de sostén de una persona.

A nivel emocional, convergen heridas tempranas, experiencias traumáticas, desesperanza, aislamiento afectivo y una profunda sensación de inutilidad o carga. A esto hay que agregar factores biológicos: vulnerabilidad genética, alteraciones en neurotransmisores, trastornos del ánimo y efectos del estrés crónico sobre el cerebro. Y también factores sociales: precarización laboral, desigualdad, estigmas, violencia de género, exclusión, discriminación y soledades estructurales que dejan a las personas sin redes de apoyo.

El suicidio surge en esa intersección sociopsicobiológica, no como un acto aislado sino como la expresión final de una historia de sufrimiento.

La psicoterapia (generalmente acompañada de medicación) ofrece un espacio para comprender, aliviar y reconstruir sentido cuando todo parece perdido.

18/11/2025

ESPERANDO EL METRO

“Hoy me pasó algo que todavía estoy tratando de procesar. Tuve que pedir permiso en el trabajo para ir de urgencia al dentista porque estaba con un dolor muy fuerte. Y en ese tránsito, en ese intento de solucionar un dolor físico, terminé viviendo algo que removió todo lo demás.

Estaba esperando el metro en la estación donde me subo y bajo todos los días. En el mismo lugar de siempre, donde uno se apoya en la rutina para no pensar tanto. Y de un momento a otro, esa rutina se rompió. Una persona se lanzó a las vías para intentar suicidarse. El mismo tren que yo estaba esperando frenó de emergencia.

Yo no vi el impacto, pero quedé justo frente al conductor. Vi su cara. Y fue en esa cara donde entendí la magnitud del dolor que estaba ocurriendo, no sólo el de la persona que se lanzó, sino el de todos y todas las que quedamos ahí, inmóviles, sin saber muy bien cómo reaccionar. Había gente llorando, gente gritando, personas que trataban de contener a desconocidos. También había enojo, impaciencia, reclamos. Esa mezcla tan chilena, tan humana, tan contradictoria.

Nos evacuaron. Nos ofrecieron apoyo psicológico. Yo también lloré. Y a la vez me sorprendió cómo, en medio del caos, había miradas de cuidado entre personas que no se conocían. Gente que, desde su propio susto, igual trataba de acompañar a otros.

En Chile hay más suicidios que homicidios al año, dijo hace poco el Presidente Boric. Y sin embargo, seguimos tratando el tema como si fuera una rareza, como si no nos atravesara a todos. Los suicidios en el metro ya los normalizamos, al punto de que hay anuncios casi rutinarios, explicaciones automáticas, miradas fugaces. Pero detrás de cada caso hay alguien que no encontró otra salida, alguien que llevaba un dolor que no supo -o no pudo- decir.

Y eso es lo que me dejó dando vueltas todo el día. Yo hoy pude pedir permiso porque tenía un dolor fuerte, concreto, visible. Pero ¿cuántas personas llevan dolores igual o más grandes y no pueden decirlo? ¿Cuántas personas cargan malestares psíquicos que no se atreven a nombrar por miedo, por vergüenza, por costumbre?

No sé muy bien a dónde voy con este texto. No estoy diciendo nada nuevo, nada que no se haya dicho antes. Y como no creo en las casualidades, sino más bien en los algoritmos, recién abrí Instagram y me apareció una columna de Cristóbal Ortiz (Tirotallas) hablando justamente de esto. Me hizo bien leerlo, y por eso mismo creo que vale la pena seguir hablando del tema. Porque creo que el mayor problema del suicidio es que no hablamos de él. Lo silenciamos, lo escondemos, lo convertimos en un tabú.

Ojalá pudiéramos construir una sociedad menos individualista, más empática, más consciente de estos dolores que no siempre se ven. Que además de políticas públicas en salud mental, que son fundamentales, también construyamos espacios cotidianos donde sea posible decir “no estoy bien” sin miedo a la mirada del otro.”

(La persona que escribió este texto prefirió no explicitar su nombre)

18/11/2025

PSICOLOGÍA DEL MIEDO: ATEMORIZAR PARA DOMINAR

El miedo es una de las emociones humanas más poderosas, y por eso ha sido históricamente utilizado como herramienta de control. Desde la psicología sabemos que cuando una persona o una comunidad vive asustada, su capacidad de pensar críticamente disminuye: se activa el cerebro más primario, aumenta la impulsividad y se busca protección rápida antes que reflexión. Los liderazgos autoritarios conocen muy bien este fenómeno. Por eso exageran amenazas, simplifican la realidad en términos de “enemigos” y prometen soluciones duras que suenan salvadoras en un contexto de angustia colectiva.

El miedo sostenido genera dependencia emocional. Quien atemoriza se vuelve, al mismo tiempo, quien ofrece “seguridad”. Así se instala un vínculo de sometimiento: primero se infunde alarma y luego se aparece como única salida. Este mecanismo opera en la política, en los medios y también en vínculos cotidianos marcados por la manipulación afectiva.

Comprender la psicología del miedo permite desmontar estos mecanismos de dominación. Implica recuperar la capacidad de pensar, contrastar información, fortalecer redes y construir seguridad desde la vida comunitaria, no desde figuras que se alimentan del temor ajeno.

17/11/2025

EL AUGE DE LA EXTREMA DERECHA EN EL MUNDO: 7 CLAVES

1. Crisis de seguridad y miedo social. La percepción de inseguridad —más allá de las cifras reales— se ha convertido en la principal herramienta política de la extrema derecha. El miedo moviliza más que la esperanza.

2. Ansiedad económica y malestar social. La precarización laboral, el endeudamiento y la sensación de pérdida de futuro generan descontento que se canaliza hacia discursos autoritarios.

3. Desconfianza en las instituciones. La corrupción, la lentitud estatal y el desencanto con la política tradicional abren espacio a figuras que prometen “orden” y soluciones rápidas.

4. Nostalgia autoritaria. Una parte de la población idealiza un pasado supuestamente más estable y ordenado, minimizando violencias históricas.

5. Uso estratégico de las redes sociales. Bots, desinformación y campañas de odio permiten instalar discursos extremos en muy poco tiempo.

6. Reacciones identitarias. Migración, feminismo y diversidades sexuales son usadas como enemigos simbólicos para cohesionar a adherentes mediante la idea de amenaza cultural.

7. Debilidad de los proyectos progresistas. La falta de propuestas claras y de un relato esperanzador deja vacíos que la extrema derecha ocupa con promesas simples y emociones fuertes.

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