25/09/2025
CUANDO LA MUERTE NO GANA
—¿Te has preguntado alguna vez cómo se muere una estrella? —le preguntó Gabriel a su nieto, que apenas tenía ocho años.
—¿Se apagan? —respondió el niño, mientras dibujaba rayas doradas en un cuaderno.
Gabriel sonrió. Llevaba meses convaleciente. El diagnóstico era claro, irreversible. Pero nunca dejó que la tristeza decorara la casa.
—Algunas no se apagan —dijo—. Algunas explotan tan fuerte que su luz viaja durante miles de años, incluso después de haber mu**to.
Su nieto dejó de dibujar.
—¿Como tú?
—No lo sé aún. Pero me gustaría que así fuera.
En la repisa, junto al retrato de su esposa fallecida, descansaba un vinilo: Blackstar. El último disco de Bowie. El disco que Gabriel escuchaba una y otra vez desde que recibió la noticia.
—¿Sabes qué hizo David Bowie cuando supo que se estaba muriendo?
—¿Lloró?
—Tal vez un poco. Pero no se quedó ahí. Se puso a componer. Escribió. Grabó. Creó como si su alma se negara a desaparecer. Y dejó su último disco listo para lanzarlo el día de su cumpleaños, justo dos días antes de morir.
El niño frunció el ceño.
—¿Por qué haría eso?
Gabriel miró por la ventana, el atardecer pintando el cielo como un lienzo que se apaga despacio.
—Porque entendió algo que yo también estoy empezando a entender: la muerte no siempre gana. No si decides qué hacer con el tiempo que te queda.
—¿Y tú qué estás haciendo?
—Estoy escribiendo una carta para ti —dijo Gabriel—. Una que no abrirás ahora, pero que tendrás cuando seas grande. En ella te cuento cómo aprendí a no tenerle miedo al final. Y que, aunque no esté, estaré en tus palabras, en tu risa, en todo lo que ames con pasión.
El niño lo abrazó en silencio. Afuera, comenzaba a llover despacio.
Esa noche, Gabriel encendió la vieja tornamesa. Sonó “Lazarus”, y sintió que algo dentro de él flotaba. A la mañana siguiente, no despertó.
Su nieto, años después, con el cabello ya canoso, encontró la carta.
“Si estás leyendo esto, significa que cumpliste años. Felicidades.
Hoy yo no estoy, pero quiero que sepas algo:
Viví.
Viví como pude, como supe, como me dejaron.
Y cuando supe que el reloj estaba en mi contra, me negué a que me ganara.
Porque aprendí, como Bowie, que no importa cuánto quede… lo que importa es qué haces con ese tiempo.
Si puedes convertir tu final en una obra de arte, hazlo.
Si puedes convertir tu tristeza en un regalo para otro, hazlo.
Si puedes dejar un rastro de luz que dure más allá de tu cuerpo… entonces ya no moriste.
Solo cambiaste de forma.
Sé libre. Sé fuego. Sé tú.
—Tu abuelo, que aún viaja contigo.”
Porque el cuerpo muere. Pero hay almas que, como estrellas, estallan tan fuerte… que su luz sigue iluminando la oscuridad muchos años después.