19/11/2025
Tango satánico de László Krasznahorkai es una novela que despliega un universo en ruinas, suspendido entre la descomposición física y el derrumbe moral. Ambientada en una cooperativa agrícola abandonada, la narración se mueve dentro de un paisaje donde el barro, la lluvia interminable y la precariedad crean una atmósfera de asfixia. Los habitantes del lugar, miserables y desorientados, sobreviven atrapados en una rutina que carece de todo horizonte, hasta que la noticia del regreso de Irimiás y Petrina irrumpe como una perturbación que reorganiza sus expectativas. Estos dos personajes llegan envueltos en un aura ambigua: son timadores, profetas o salvadores, según quién los mire; y esa ambivalencia es la fuerza que pone en marcha la maquinaria narrativa. Krasznahorkai utiliza una prosa densa, torrencial, construida a partir de párrafos extensos y sin pausas que se deslizan con la cadencia de un conjuro. Cada capítulo funciona como un movimiento dentro de una coreografía sombría, donde los personajes se desplazan entre el miedo, la superstición y el deseo de creer en la promesa de un futuro distinto. La novela trabaja la idea del engaño como estructura social: la comunidad se aferra a Irimiás no porque confíe en él, sino porque la ilusión, por mínima que sea, resulta preferible a la devastación cotidiana. En ese sentido, Tango satánico se convierte en una reflexión sobre la fragilidad humana, sobre el modo en que la desesperanza empuja a aceptar cualquier narración que entregue sentido, aunque sea fraudulento. No hay héroes ni revelaciones; lo que hay es un espiral descendente donde la realidad se percibe siempre al borde de deshacerse. La obra, más que relatar una historia lineal, propone una experiencia estética y mental: un trance literario que arrastra al lector hacia un mundo donde la degradación espiritual se vuelve paisaje, y donde la única certeza es la persistencia de un destino oscuro. Krasznahorkai transforma la desesperación en un arte—en una danza lenta, ritual, hipnótica—dejando la sensación de haber entrado en un territorio donde la tragedia es ineludible, pero también profundamente hermosa en su construcción.