Psicólogo Gonzalo Carrère

Psicólogo Gonzalo Carrère Psicólogo Clínico. Orientación psicoanalítica. En este espacio te invito a que pensemos juntos/as ! Psicoterapeuta Profesional de orientación Psicoanalítica.

Fundador y Presidente de Fundación Diferénciate. Especialista en Antipsiquiatría y Psicología Crítica. Psicólogo Profesional, Universidad Alberto Hurtado. Formación escolar completa en Colegio San Ignacio - El Bosque.

Las personas que se han quejado porque la serie no refleja "fidedignamente" (como si se pudiese) la historia de Ed Gein ...
19/10/2025

Las personas que se han quejado porque la serie no refleja "fidedignamente" (como si se pudiese) la historia de Ed Gein van a tener que aceptarlo: no es un documental. Si logran hacer su duelo y superar el trauma, se van a encontrar con una serie extraordinaria.

Por un lado la actuación IMPRESIONANTE de Charlie Hunnam. Por otro lado lo extremadamente bien tratado que está el conflicto psicológico subyacente: porque está radicalmente atravesado por el momento histórico en que se enmarca. Y no hay psicopatología sin contexto.

Por supuesto, la serie se detiene en el problema inmediato: la relación materna. Pero, tal como en la realidad, acto seguido muestra la ausencia paterna (de la que casi nunca se habla en estos casos, porque siempre es tan cómodo culpar a mami), el Wisconsin entre guerras, la carga del fanatismo religioso, el machismo recalcitrante, la soledad de un pueblo perdido bajo la aplastante luz del nuevo Nueva York.

Y, agudeza extraordinaria: el asentamiento definitivo de la fotografía. Esa nueva cosa capaz de mostrar directamente los horrores del nazismo, los cuerpos desfigurados por accidentes... todo ese horror que es desnudar ante los ojos el interior humano. Tal como en la serie Dahmer y Mendéndez: el problema nunca se origina en el cerebro de cada individuo por sí mismo. Jamás.

Por otro lado, aunque les duela, la notable reinterpretación de la historia de Ed Gein, escrita desde sus efectos en el presente a través de la influencia del cine de segunda mitad del siglo XX. Porque hoy, en tiempos donde la imagen parece ser todo, más que nunca es imposible negar aquella frase que resume el concepto de la serie: "eres tú quien no puede apartar la mirada”. La diferencia con respecto a esos años es que hoy a nadie parece llegarle tanto el horror del interior. Terrible diferencia.

O quizás es porque, simplemente, nos están quitando el interior. Porque somos cada vez más planos, como fotos. O memes ambulantes. La unidimensionalidad a la que tanto le temía Marcuse parece que terminó de arraigarse en “stories”, “shorts” y “reels”. Hoy nadie se va a poner a exhumar cuerpos al ver las imágenes de la masacre en Palestina. Porque a nadie le impactan tanto. Al final, hay que seguir trabajando.

15/10/2025

Es bien increíble que Profesionales de la Salud Mental se despachen frases como "cambie de terapeuta", a propósito de el o la psicóloga que está llevando el caso. Así, sin el más mínimo respeto y cuidado al proceso que esa persona pueda estar llevando.

Como si la terapia fuera una cosa, un manojo de técnicas abstractas y "objetivas", una suerte de acciones más o menos estandarizadas que "se aplican" bien o mal según la "expertís" del terapeuta. No ayuda mucho, es cierto, que los y las psicólogas cada vez se comporten más como un ChatGpt, repitiendo diagnósticos de moda, frasesitas pre-hechas y/o conceptos absurdos que se viralizan por redes sociales.

Probablemente el descubrimiento más importante de Freud fue lo que en psicoanálisis conocemos con TRANSFERENCIA. Es decir, esa relación única y particular que quien sufre establece con su terapeuta. Una relación radicalmente subjetiva, sin ninguna objetividad total posible, diametralmente opuesta a cualquier robotización del proceso. Ese vínculo ABSOLUTAMENTE HUMANO que es definitivamente más importante que cualquier "técnica", teoría, expertís, grado académico, diagnóstico, fármaco e, incluso, palabra que se diga. De ahí a la enorme potencia de la transferencia descubierta por Freud. Y a toda su complejidad ética.

Ética. Ética es lo que falta cuando alguien le dice a una persona sufriendo, sin el más mínimo reparo, que "cambie de terapeuta", faltándole completamente el respeto al proceso desplegado y a todo lo mucho puesto en juego ahí, todo eso que va más allá de si el o la paciente se adapta más o menos rápido a lo que esperamos que se adapte. Ética. Esa que NO tiene ningún robot porque, simplemente, no les importamos, y que cada vez menos parece importar en una Salud Mental que, entre tanta neurona y cerebro, se comporta como robot.

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El concepto de TRAUMA PSÍQUICO, como con muchos conceptos de la psicología, ha sido manoseado hasta el hartazgo. Todo el...
07/10/2025

El concepto de TRAUMA PSÍQUICO, como con muchos conceptos de la psicología, ha sido manoseado hasta el hartazgo. Todo el mundo dice estar "traumado" por algo, e incluso se han levantado verdaderos negocitos mediante el uso muy poco riguroso de ideas como "trauma complejo", "trauma infantil", "supera tus traumas", "relaciones traumáticas", "trauma intergeneracional", etcétera.

Para el psicoanálisis el TRAUMA PSÍQUICO es constitutivo. De ahí a toda la enorme potencia del concepto: el encuentro entre el cachorro humano y el adulto es, simplemente, traumático. Y entonces el asunto es radicalmente ético: ¿qué hacemos con eso? ¿cómo evitar que ese trauma constitutivo devenga en psicopatología? ¿qué implica cuidar a la infancia de ese encuentro siempre complejo y traumático, pero además trascendental y humanizante? Preguntas esenciales que, ante la supremacía absoluta del modelo neurológico en salud mental, han pasado al olvido.

Entonces ocurre algo gravísimo: quizás el mismo sistema está siendo hoy el problema. Podría estar siéndolo desde el momento mismo en que entiende la infancia desde una perspectiva MEDICALIZADA. Porque no se reniega del problema ético cuando etiquetamos alguna dificultad infantil según un diagnóstico de tipo neurológico. Es decir, cuando abordamos los fenómenos de la infancia desde una perspectiva PSICOPATOLOGIZADA.

¿Y si el uso del "Trastorno del Espectro Autista", del "Trastorno por Déficit Atencional"... en general de todo eso que hoy llamamos "neurodiversidad"... no es siempre tan inocente, ni puro, ni benefactor como, literalmente, se vende hoy en día?

Que exista un Diplomado donde los y las Profesionales podamos hacernos todas estas preguntas ESCENCIALES en nuestro encuentro con pacientes reales es un lujo.

Quedan pocos cupos.

03/10/2025

Está repleto de gente que, incluso por redes sociales, vocifera que va al psicólogo, que toma tal y cual pastilla, que tiene un diagnóstico, etcétera.

Todo bien, cada quien sabrá cómo vive estas cosas, pero es absolutamente necesario recordar que nada de eso es garantía de "buena salud mental". Uno hasta podría sospechar que "mientras más me alumbro más me falta". Pero más allá de eso el hecho es que cualquier "mejoría mental" tiene más que ver con un proceso, por lo general largo, no automático y para nada lineal, que con los titulitos, videítos y parafernalias que, efectivamente, muchas veces sirven más para el placer victimista y alguna ganancia secundaria que para una mejoría. Lo que se entienda por "mejoría mental" tiene más que ver con la capacidad de tolerar y atravesar una EXPERIENCIA EMOCIONAL REAL que con la técnica de moda.

Y sucede que toda experiencia humana ocurre en el vínculo con otro humano. Quizás por eso vivimos los tiempos de mayor acceso a fármacos, terapias de todo tipo y diagnósticos, al mismo tiempo en que más nos suicidamos, más nos deprimimos, más ansiosos y violentos estamos. Están erradicando los encuentros humanos y, lamentablemente, los servicios de salud mental muchas veces estan cayendo en ese jueguito corrosivo. Caen desde el momento mismo en que tratan con neuronas y cerebros antes que con personas concretas, con etiquetas abstractas y no con humanos con historia, contexto y palabras. Dede el momento en que centran todo el asunto en el individuo, olvidando que vivimos en un mundo con otros y otras.

Si el diagnóstico, el psicólogo y/o los fármacos no son parte de un PROCESO VINCULAR Y HUMANO REAL, si son más una declaración de principios que todo lo muy difícil que viene después, entonces no estamos más que pisando el palito individualista y neoliberal que tanto le conviene a esos pocos a los que, en verdad, les importamos un carajo.

Tengo en arriendo este bello box en mi consulta. Si alguien se interesa que me escriba con toda confianza por acá o al W...
29/09/2025

Tengo en arriendo este bello box en mi consulta. Si alguien se interesa que me escriba con toda confianza por acá o al WhatsApp +56979870936.

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28/09/2025

Es de una inmadurez tremenda ir por la vida culpando todo el tiempo a los demás de lo que me pasa.

Ocurre sobre todo en el amor, ya sea de pareja o amistoso, cuando le pedimos demasiado al otro sin pensar en cómo nos relacionamos. El otro debe ser "responsable afectivamente", incondicional, responder de inmediato mis mensajes, invitarme a cada evento al que asista, contenerme, escucharme... en fin. Y la excusa con la que el o la inmadura demanda todo eso es, por supuesto, diciendo que sí hace lo que demanda. Supuestamente siempre está ahí, sí es incondicional, responde al tiro, incorpora en todo lo que hace al otro, da todo de sí y bla bla bla. Es una típica inversión proyectiva q, justamente, delata lo que me falta.

En realidad la persona inmadura no se ha tomado ni un segundo en serio para pensar cómo efectivamente se está relacionando con esos otros que, "oh justo", nunca cumplen su expectativa y siempre le hacen daño.

En ese sentido es que, a veces, los famosos diagnósticos no aportan demasiado al proceso de las personas. Porque efectivamente pueden ser utilizados como excusa o eximente de sus propios actos. Y por ende inhibir cualquier pensamiento tipo "qué tengo que ver yo con lo que me pasa". Si yo "soy así" y punto, entonces todo lo que queda son dicotomías violentas tipo inclusión/exclusión, aceptación/rechazo, amor/odio, me-responde-me-quiere/no-me-responde-no-me-quiere, etcétera.

Es el problema cuando los diagnósticos son utilizados como identidades, como algo para fijar y no para abrir, para indagar, para superar. Y eso suele pasar cuando, como ocurre hoy de forma hipermasiva en redes sociales, los diagnósticos salen de su campo natural: el campo clínico. Un campo donde el horizonte es la cura, la maduración, el cambio, como se quiera ver el movimiento que implica un desarrollo humano.

Una psicoterapia basada en el diagnóstico, entonces, es simplemente una contradicción. Para eso es mejor ir a un coach a que me enseñe cómo soy. Aunque, paso el dato: es más barato preguntarle a ChatGpt. En psicoterapia el diagnóstico es simplemente un inicio, una brújula que ni siquiera siempre es necesaria de mencionar y que dado un rato hay que guardar, algo para ir pensando y, sobre todo, para ir derrumbando esas identificaciones que, a la larga, están haciendo sufrir a quien consulta. Porque son esas identificaciones que proyecto en los demás y que tienen más que ver conmigo que con el otro. Por ejemplo: "yo doy todo y nadie me da nada".

27/09/2025

Ante la lamentable nueva ola de suicidios en el metro, la reacción de los medios de comunicación y, por ende, de las masas ha sido la misma de siempre: "hay una crisis de salud mental en Chile".

El asunto no es tanto repetir una obviedad sino, más bien, qué es lo que en el fondo se está diciendo. Y para eso hay que seguir leyendo y escuchando la bajada luego del mantra: faltan psiquiatras y neurólogos, y es muy caro. Es decir, en el fondo se entiende que la "crisis de salud mental" es un problema individual, y más en el fondo orgánico, endógeno, neuronal, biológico, que se solucionaría gracias a la intervención de expertos, diagnósticos, fármacos, etcétera.

Lamentablemente no es así. Aún cuando exista libre acceso a profesionales y drogas psiquiátricas el suicidio seguirá ocurriendo. Es más, algunas veces esos mismos tratamientos lo inducen y/o potencian. Las intervenciones en salud mental, por más responsables y cuidadosas que sean, no son milagros.

En parte el suicidio seguirá ocurriendo porque, aunque duela, es una de las posibilidades de la libertad humana. Pero más allá de ese asunto filosófico profundo, cuando se aborda el suicidio en términos de masa y números macro parece ser muchísimo más razonable pensar que antes que un problema individual, es un problema social.

Ojalá los medios de comunicación dieran cuenta del hecho innegable de que en esta sociedad individualista, sobre explotada, completamente precarizada, donde sistemáticamente se corroe el lazo vincular humano, donde los discursos de odio y enemigos son los que suman votos, donde simplemente el sueldo no alcanza y la ilusión del endeudamiento se viene cayendo a pedazos... no es agradable vivir. La mayoría lo toleramos más o menos bien porque el amor humano sigue siendo grande, pero hay personas para las que esa realidad aplastante es simplemente intolerable. Y dado cierto punto, por más psiquiatra y pastillas que tengan, se suicidan. Tampoco es casual que lo hagan en espacios tan públicos, importantes y masivos como el metro, impactando de manera significativa en la rutina de todos y todas. ¿No es obvio que hay varios mensajes ahí?

Entonces si el asunto es social, las eventuales salidas al problema ya no dependen de supuestos expertos atendiendo uno a uno, sino de todos y cada uno de nosotros juntos. Las acciones colectivas también impactan la Salud Mental. Quizás si estuviéramos más unidos e intentaramos una sociedad un poquito más justa y equitativa, los números del suicidio bajarían. Pero eso suena demasiado peligroso para los dueños de los medios de comunicación que dirigen la opinión y enfocan las miradas donde les conviene. Es mejor pensar que estamos enfermos.

Ayer se cumplieron 86 años de la muerte de Freud. En sus tiempos el psicoanálisis era más o menos rechazado por su conte...
24/09/2025

Ayer se cumplieron 86 años de la muerte de Freud. En sus tiempos el psicoanálisis era más o menos rechazado por su contenido evidentemente revolucionario. Aunque nunca fue tanto rechazo como a él le gustaba decir: le gustaba victimizarse como buen viejo histérico. De hecho el psicoanálisis tuvo amplia aceptación tanto en sectores conservadores (que le pagaban sus análisis) como en sectores de izquierda. Fueron tiempos donde el psicoanálisis, incluso, se usó para construir teorías políticas revolucionarias, intelectuales que vieron en él una fuente de esperanza para aportar ideas y prácticas en la construcción de un mundo mejor. Teorías que Freud evidentemente rechazó con vehemencia.

Tiempos tan distintos a los actuales, en los que el psicoanálisis ha sido casi completamente cooptado por una teología burda y ordinaria que poco y nada tiene que ver con Freud y los postfreudianos que profundizaron sus ideas y construcciones: el lacanismo.

La situación es dramática. Últimamente he compartido con varios/as colegas la experiencia de que el psicoanálisis es cada vez más rechazado y menos considerado dentro de la psicología, en la práctica real y concreta de los y las psicólogas. Y bueno, los sacerdotes y sacerdotisas lacanianas no vacilan en decir que el psicoanálisis no es psicología, sino una suerte de iluminación que se mueve en el éter simbólico de los significantes que operan entre hoyitos, vacios y faltas, al margen de los tiempos y espacios de la realidad. Por eso son capaces de "atender" a un paciente por 5 minutos y cobrarle caro después de no haber dicho absolutamente nada. Y por eso terminan atendiéndose sólo entre lacanianos.

Si hoy el psicoanálisis es tan rechazado y tiene cada vez menos cosas para decir y compartir es porque con los y las lacanianas, simplemente, no se puede hablar. Cosa catastrófica para una práctica que dice darle prioridad total a la palabra.

PD: La foto y los videos son de mi registro personal: hace un mes estuve en la última casa en la que Freud vivió. Ese se es su diván, esa es su oficina. Sin duda uno de los momentos más emocionantes de mi vida.

17/09/2025

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16/09/2025

Mientras más sabemos del cerebro, más descubrimos lo poco que sabemos, lo extremadamente difícil que es estudiarlo directamente y lo muchísimo que perdemos entendiendo su funcionamiento de forma aislada y reduccionista (cerebrocentrismo). Y sin embargo cada vez aparecen más expertos dando todo tipo de "neuroindicaciones" y diagnósticos de por vida (identidades lapidarias) basadas en supuestos “descubrimientos” sobre el cerebro. Como si las aplicaciones de ese conocimiento (importante pero precario) fuesen una verdad absoluta establecida y determinada que puede reducirse a una serie de instrucciones abstractas estandarizadas aplicables a todo el mundo por igual bajo cualquier circunstancia.

Los campos donde más aplica esta verdadera ideología cerebrocentrista son, por supuesto, aquellos donde quienes sufren sus efectos son los más acallados por la sociedad: la infancia y la tercera edad. Es increíble cómo tendemos a pensar inmediatamente en los niños y los viejos como objetos, como cerebros ambulantes aislados que van por la vida haciendo conexiones neuronales que hay que corregir, teniendo poco y nada que ver con la palabra del sujeto que lleva ese cerebro dentro, su historia y lo que lo rodea. Tenemos una generación de niños y viejos cada vez más aplastados por diagnósticos/identidad impuestos, pseudotécnicas para la vida cotidiana (como si alguien tuviera, efectivamente, la fórmula para vivir mejor) y cocteles de psicofármacos que en la práctica suelen funcionar como simples dopajes que terminan por acallar aún más sus voces, deseos y subjetividad.

El arrasamiento de la neuromoda, evidentemente impulsado por lógicas meramente mercantiles, hizo olvidar muy rápido, y de forma extremadamente grave, lo que siempre ha sido y es más importante que cualquier saber con pretensión técnica: la dimensión ética. Esa que ningún robot puede codificar. Entre tanto titular espectacular, meme, videíto simpático de Instagram y consultas de 30 minutos nadie parece acordarse mucho de que, más allá del cerebro y nuestros delirios, lo que tenemos en frente son personas humanas reales consultando porque sufren.

¿Qué es escuchar el sufrimiento? ¿Es un problema objetivo o subjetivo? ¿Individual o colectivo? ¿Estamos escuchando en verdad a quién consulta o haciéndolo calzar en nuestro saber? ¿Cómo devolver algo que permita calmar para luego poder elaborar? ¿Qué vemos en los gestos de quien consulta? ¿Qué nos dice su postura corporal? ¿Nos fijamos en eso? ¿Cuándo contener y cuándo intervenir? ¿Qué implica dar un diagnóstico en salud mental? ¿Para qué lo queremos? ¿Cómo se transmite? ¿Cómo lo recibieron? ¿Consideramos sus posibles efectos? ¿Estamos abriendo o cerrando posibilidades con el diagnóstico? ¿Qué hay con el diálogo interdisciplinario? En fin, todas esas preguntas y posibles respuestas que ChatGPT no puede procesar. Y que además no le interesan.

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Si los diagnósticos en salud mental son una identidad (“ser” TEA, “ser” depresiva, “ser” bipolar) escrita en un certific...
10/09/2025

Si los diagnósticos en salud mental son una identidad (“ser” TEA, “ser” depresiva, “ser” bipolar) escrita en un certificado de tipo médico emitido por un experto. Si el sustento de esos diagnósticos es una “condición neuronal” con la que se nace y vive para siempre. Si el tratamiento consiste en “prender” o “apagar” conductas y emociones más o menos molestas. Si todas las disciplinas se “neurologizan”: neurociencia, neuropsicología, neuropsiquiatría, neuropedagogía… y hasta neuroética.

¿Para qué la psicología clínica? ¿Qué sentido la psicoterapia? ¿Por qué seguir pensando la psicología del trauma, ese resultado inevitable en mayor o menor medida de todo encuentro humano, y su eventual reparación? ¿Qué importa el vínculo humano si todo está en el cerebro?

En una sociedad individualista que se robotiza a pasos agigantados, con una salud mental que cada vez se comporta más como ChatGPT que como una práctica humana, instancias como las de este Diplomado en el cual tengo el honor de participar hace años junto a colegas notables de los que aprendo tanto y, sobre todo, con estudiantes tan pero tan interesados en salir de esta lógica triste y angustiante, es un acto revolucionario.

Aún quedan cupos. Únete.

20/08/2025

Estar en Europa hoy es estar en las ruinas de lo que fue la plenitud del capitalismo: los Estados de Bienestar. Esos Estados que por 50 años, a costa de saquear continentes completos y de la sobre explotación de lo que, cuando Europa era el centro del mundo, llamaban salvajes, indios, colonias, periferia, los otros... pudieron efectivamente garantizar un bienestar generalizado para casi toda su población. Y digo ruinas porque, cuando yo me muera (esa muerte que el sábado pasado, con un nuevo cumpleaños, cada vez se hace más real), ya no quedará nada de esos paraísos. Cada vez más el buen vivir se irá reduciendo a la isla anti radiación nuclear del dueño de Facebook y a las bases espaciales del ex amigo de Trump. Es decir, a los 4 o 5 sultanes que puedan pagarlo.

Es la evolución del Capitalismo tal y como la predijo Marx. De todas maneras las ruinas tienen lo suyo. Aún es mejor vivir en esas ruinas del Europa mítico que en cualquier otro lugar del mundo. Y sobre todo las ruinas son hermosas cuando guardan las marcas de la historia, como en la arquitectura que aún se puede ver por allá. Se supone que todos somos historias al final. Por eso la gran catástrofe del capitalismo es que cada vez haya menos historias que contar.

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