28/11/2025
LA MUJER QUE CONVIRTIÓ EL SERVICIO EN UNA FORMA DE VIDA
En el Hospital Universitario Erasmo Meoz, donde cada pasillo guarda historias de entrega silenciosa, hay una mujer a la que todos conocen incluso antes de verla. Algunos la llaman Florecita, otros simplemente dicen: “Ahí viene Flor”. Y basta escucharla pronunciar un “¡Buenos días!” lleno de luz, para entender por qué se ha ganado un lugar irremplazable en el corazón del HUEM.
Ella es Flor de María Serrano Camargo, cucuteña de 52 años, que ha hecho de la bondad, la fe y el servicio, su camino en esta vida.
Flor llegó al hospital el 1 de junio del año 2000, en plena reestructuración. Presentó su hoja de vida, se capacitó durante seis meses (fines de semana enteros dedicados a prepararse) y entró a trabajar al noveno piso en el área de facturación. Con el tiempo, su esfuerzo y disciplina la llevaron a crecer: fue facturadora, revisora, analista de cuentas, y hoy, con orgullo, ocupa el cargo de líder de servicio en la oficina principal.
Cada avance ha sido fruto de su constancia. “He logrado mucho”, dice con humildad, consciente de que su camino profesional ha sido una construcción paso a paso, desde abajo, con la confianza puesta siempre en Dios y en la fuerza de su propio carácter.
Flor se describe como amable, servicial y buena compañera. Y quienes la rodean lo confirman: su sonrisa, su disposición para ayudar, su saludo cálido y la alegría con la que recorre cada oficina hacen de ella un ser que ilumina incluso los días más rutinarios. Le encanta hacer bromas, jugar bolas criollas y minitejo (deporte en el que incluso ha sido subcampeona representando al hospital), demostrando que la vida, pese a los golpes, se debe llevar con entusiasmo y es que para ella no todo ha sido fácil. Su infancia estuvo marcada por retos y ha perdido a dos grandes pilares: su padre y su esposo. Pérdidas que todavía duelen y que solo ha podido sobrellevar tomada del consuelo que siempre encuentra en la oración, pues como nos manifestó, la oración es lo que le ha dado la fortaleza para continuar.
Y es que Florecita es católica y de fe profunda, devota de San José, miembro de su parroquia y mujer de oración diaria. Su lema de vida es estar “Siempre de la mano de Dios”, lo cual repite una y otra vez, pues es donde encuentra un refugio para obtener fuerzas.
Su motor es su familia. Vive con su mamá y con su hija. Para Flor, su mayor sueño hoy es pensionarse para poder seguir apoyando a su primogénita hasta verla culminar su proyecto de vida. En casa también la esperan sus mascotas: la perrita Luna y sus dos gatitas, Susy y Lulú, quienes llenan sus días de compañía y ternura.
Como facturadora, Flor ha pasado por múltiples servicios del hospital (urgencias, farmacia, quirófanos, consulta externa, hospitalización y la oficina principal). Donde va, la reconocen; donde llega, deja huella. Y no es por el cargo ni por los años, sino por su esencia: una mujer que ayuda, que escucha, que acompaña. Una mujer que, como ella misma dice, se destaca por servir a los demás, especialmente a quienes más lo necesitan.
Para Serrano Camargo el HUEM es más que un lugar de trabajo: es su segundo hogar, una institución que “cuenta con todo y para todos”. Por eso lo defiende con convicción frente a quienes lo critican desde afuera: “No es lo mismo opinar desde afuera que vivirlo desde adentro. Yo prefiero mil veces este hospital que cualquier entidad privada”, pues en 25 años, el hospital le ha dado grandes amistades, le ha enseñado la importancia del compañerismo y le ha mostrado que, en los momentos difíciles, siempre hay alguien dispuesto a tender una mano.
Durante la pandemia, vivió uno de los momentos más duros; vio partir a compañeros, vecinos y amigos. “Fue terrible… lo sobrellevé con calma, pero con miedo”, recuerda. Y, aun así, Flor nunca dejó de servir. Nunca dejó de decir su “buenos días”. Nunca dejó de sonreír.