22/10/2025
Desde una perspectiva evolutiva, nuestro cerebro se desarrolló para sobrevivir, no para ser feliz.
Una ofensa, una crítica o una humillación se interpreta como una amenaza social, y por tanto, activa el sistema límbico, especialmente la amígdala, que libera cortisol (la hormona del estrés).
El cerebro registra esa experiencia como un “peligro potencial” para no volver a exponerse. Por eso, un insulto deja una huella más profunda y duradera: es información útil para la supervivencia social.
Cuando alguien nos elogia, se activa el circuito dopaminérgico de recompensa.
Esa sensación es agradable, pero pasajera: la dopamina se metaboliza rápido.
Además, el cerebro tiende a normalizar lo positivo y sobrevalorar lo negativo (sesgo de negatividad), una tendencia estudiada por Paul Rozin y Roy Baumeister.
Entender tu cerebro te hace más feliz.