30/11/2025
1. Perdí el miedo a estar sola
Porque descubrí que aquí hay una comunidad real que te abraza, te cuida y se vuelve tu familia elegida. Nunca estás realmente sola frente al mar.
2. Perdí la noción del tiempo
Los relojes dejaron de mandar. Ahora vivo al ritmo de las mareas, los amaneceres y atardeceres. La naturaleza marca mi día, no las alarmas.
3. Perdí la necesidad de aparentar
Aquí nadie te juzga por tu ropa, tu carro o tu casa. Todos vivimos descalzos, despeinados y felices. La autenticidad es el único lujo que importa.
4. Perdí el insomnio y la ansiedad
El sonido de las viento, las chicharras, los loros…se convirtieron en mi terapia nocturna. Duermo como no dormía en años. La sierra cura lo que la ciudad rompe.
5. Perdí la prisa constante
Ya no corro a ningún lado. Camino despacio, voy en bici, disfruto el trayecto, observo detalles. Recuperé algo que creía perdido: el presente.
6. Perdí la idea de que necesitaba “más”
Más dinero, más cosas, más éxito. Aquí entendí que con menos se vive mejor. La abundancia está en lo simple: un atardecer, una buena conversación, los pies en la arena.
7. Perdí la versión sobreviviente de mí misma
La que solo funcionaba en automático, exhausta y desconectada. Encontré a la mujer que realmente soy: tranquila, presente, viva.
8. Perdí el miedo a elegirme
A priorizar mi felicidad y la de mi familia por encima de lo que “debería” hacer. Dejé atrás la culpa y abracé la valentía de vivir diferente. De crear la vida que quiero vivir no la que dicta una sociedad
No perdí nada importante… solté todo lo que me pesaba para ganar una vida, mi vida