03/08/2020
Mi nombre es Isabel Meyer. Soy madre de dos hijos, esposa, profesional, y espero ser pronto abuela, a pesar de tener solamente 52 años.
Es que me casé en el 79, siendo muy joven y estando profundamente enamorada.
Durante 16 años fuimos una pareja sumamente feliz, pero con el correr del tiempo fui testigo de cómo se desgastaba mi matrimonio día a día hasta el límite de la separación.
Antonio (mi marido) no era el mismo, yo no era la misma, habíamos perdido la confianza, y decidimos separarnos.
Fue en la primavera del 95 como dos adolescentes deprimidos y una vieja camioneta cargada a tope, emprendí el camino de regreso a casa de mis padres. Pero esta no fue la solución, sentía que mi vida se había destrozado.
Con mis hijos como principal motivación, me propuse salvar mi matrimonio y busqué ayuda.
Invertí tiempo, dinero y esfuerzo en averiguar qué era lo que habíamos hecho mal, me propuse enmendarlo, partiendo de la base de que yo, y solamente yo, tenía el poder de tomar las riendas de mi vida y reconstruir mi matrimonio.
Esto se lo debo, principalmente, a un terapeuta, hoy amigo de la familia, que me ayudó a superar el miedo, aumentar mi autoestima y confiar en mí misma como herramienta para reconstruir la relación.
Al principio torpemente, con altibajos, con errores y aciertos, pero al final aprendí qué es lo que SI funciona y lo que NO para mantener una armoniosa y feliz relación de pareja.
Aunque mi marido no tenía esperanzas y no participó en el cambio de actitud, sí respondió positivamente a mi “trabajo”. Porque si nos informamos y aprendemos sobre las relaciones humanas, podemos influir en las personas,
despertar la bondad, restaurar el cariño y fortalecer el amor.
Yo logré lo que me propuse y también hallé una misión en mi vida.
Desde hace 16 años, 4 años después del éxito que tuve en salvar mi matrimonio, me dedico a ayudar a las personas que, como yo, habían perdido las esperanzas de vivir en una familia sólida y feliz.