25/10/2025
*del NEUMA al HOLOGRAMA*
*¿Todo es memoria?*
Para mis apreciados lectores. Reflexión Psiquiátrica No. 92
Inspirado en el libro Borges y la memoria, de Rodrigo Quian Quiroga (2021).
Aristóteles imaginó que estábamos rodeados por una sustancia divina, el *pneuma,* un soplo cósmico que entraba por los pulmones, viajaba al corazón donde se transformaba en *pneuma vital.* Desde allí recorría el cuerpo como una corriente de vida, hasta que la muerte lo devolvía al alma universal.
El cerebro, para él, era un órgano frío, una especie de radiador destinado a enfriar la sangre del corazón.
Siglos después, Galeno corrigió la idea: ese pneuma vital llegaba al cerebro, donde se convertía en *pneuma psíquico* , el aliento que daba origen al pensamiento y al movimiento.
Pasaron los siglos, y Descartes, en pleno siglo XVII, levantó un muro entre el alma y el cuerpo. Desde entonces, la ciencia y la religión caminaron por sendas separadas, tratando de descifrar un mismo misterio: ¿de dónde nace la mente?
Ya en el siglo XIX, el médico Franz Gall dibujó el cerebro como un mapa (frenología); mapa negado por decenios y resucitado en la actualidad. Su intuición sembró una semilla: el cerebro, quizás, no era una unidad silenciosa, sino una orquesta de regiones distintas, cada una tocando su propio instrumento.
Hasta que en 1985 Jean Baptisten Bouilland y luego el cirujano Broca demostraron que lesiones de los lóbulos temporales hacían perder el habla. Luego se halló el área de wernicke, dedicada a comprender las palabras escuchadas. Por primera vez, las funciones humanas comenzaban a tener dirección, domicilio y nombre.
Y entonces llegó el siglo XX, y a la par la *Memoria* :
El neurocientífico Karl Lashley creía que los recuerdos (la memoria) se distribuían por todo el cerebro, como un perfume que no puede señalarse en un punto exacto. Pero esa idea se tambaleó con un paciente que marcaría la historia: Henry Molaison, conocido como H.M.
A H.M. le extirparon ambos hipocampos para tratar su epilepsia. Sobrevivió, pero algo se quebró para siempre: perdió la capacidad de formar nuevos recuerdos. Podía conversar, reír, incluso aprender un gesto, pero minutos después lo olvidaba todo. Vivía prisionero de un presente que no avanzaba, un reloj sin calendario. (similar a la película Memento (2000) thriller psicológico dirigido por Christopher Nolan.)
Gracias a H.M. comprendimos que la memoria no es una sola.
Está la memoria sensorial, breve y fugaz, que retiene apenas un número telefónico.
La *memoria de corto plazo* , en la corteza prefrontal, que permite sostener una idea o una frase mientras hablamos.
La *memoria a largo plazo* , en el hipocampo, donde habitan nuestras vivencias y aprendizajes. (semántica y episódica). La que perdió H.M.
Y la *memoria emocional* , tejida en la amígdala, donde laten los recuerdos de emociones más intensas y casi imposibles de erradicar como: los traumas de guerras que jamás serán borrados, generando el famoso trastorno de estrés postraumático
También está la *memoria procedimental* , ubicada en los núcleos basales y el cerebelo, silenciosa y fiel, que nos permite montar en bicicleta o tocar un instrumento sin pensarlo. Cuando las palabras se borran como en la demencia senil, esa memoria persiste: “el cuerpo recuerda lo que la mente olvida”.
El premio Nobel Eric Kandel demostró que cada recuerdo implica una danza de proteínas dentro de las neuronas, una escritura microscópica hecha de moléculas. En cierto modo, somos la suma de nuestras proteínas que recuerdan.
Porque si perdiéramos la memoria, perderíamos el hilo que nos une con nosotros mismos.
No sabríamos quiénes somos, ni qué amamos, ni de dónde venimos, ni que religión tenemos. Podemos concluir que nuestra identidad son nuestros recuerdos
El cerebro, más que un órgano, es un universo donde habitan nuestros recuerdos (creencias, emociones, pasiones y sueños.) Hoy hemos vuelto a una versión moderna de la frenología.
La filósofa y neurocientífica Patricia Churchland da su opinión con una claridad luminosa: “ _la electricidad no es causada por el movimiento de electrones, sino que es en si misma el movimiento de electrones, y así como la temperatura no está causada por la energía cinética de las moléculas, sino que es la energía cinética de las moléculas, la conciencia_ (memoria) _no está causada por la actividad de las neuronas, sino que es la actividad de las neuronas._"
Y allí, en esa frontera entre ciencia y poesía, aparece la figura inolvidable de *Funes el memorioso,* de Borges: Funes era el hombre que recordaba cada hoja, cada piedra, cada instante. Su mente era un universo sin olvido, una prisión de detalles. Funes podía recordar todo, pero nada comprender. No podía olvidar diferencias, es decir abstraer. No podía dejar ir. La intuición de Borges se plasmó en un personaje real del científico Ruso Alexander Luria, llamado Solomon Shereshevskii, y en otros personajes como Kim Peek, el autista que inspiro la película ganadora del Oscar: Rain Man
Tal vez el secreto de la memoria no esté en recordar más, sino en saber olvidar,
para poder soñar, crear y seguir viviendo dentro del misterio.
Y sin embargo persiste la pregunta: ¿somos conciencia (Pneuma) que viene de afuera como dijo Aristóteles, o es producción de proteínas en las neuronas como dice Kandel.
Quizás —como intuía Jorge Luis Borges— somos pensamientos dentro de un pensamiento, hologramas tejidos por una mente universal.
Dr. Lucio David González.
Psiquiatra. Psicoterapeuta
tels. +57 3155706594 - 3183244386