PROSDEI Humano/Empresarial

PROSDEI Humano/Empresarial Contamos con Plataforma de Atención salud de forma presencial y virtual. Ana Gabriela Barrantes, Administradora de Empresas, Directora General.

PROSDEl, es un Programa de Salud y Desarrollo Estratégico Integral, brindamos asesoría y capacitación para obtener un nivel óptimo de salud mental, emocional y física. Somos una empresa familiar, fundada por:
Dr. Mauricio Campos, Médico Especialista en Psiquiatría, DIRECTOR Técnico PROSDEIHUMANOEMPRESARIAL - Fundador ACEPS Costa Rica. PROSDEIHUMANOEMPRESARIAL, Miembro de la Junta Directiva ACEPS Costa Rica. Equipo administrativo:

Laura Cordero, Administradora PROSDEIHUMANOEMPRESARIAL. Freddy Barrantes, Adimistrador Clínica PROSDEI.

13/11/2025

El ajedrez nos enseña que la vida, como una partida, tiene etapas tan distintas como sus piezas: en la niñez somos peones, avanzando con curiosidad y aprendiendo a movernos por el tablero del mundo; en la juventud buscamos estrategias, arriesgamos, soñamos con coronarnos y alcanzar algo grande; en la madurez aprendemos a pensar antes de mover, valoramos cada decisión y protegemos lo que realmente importa; y en la vejez, como un rey rodeado por la historia de sus jugadas, comprendemos que la verdadera victoria no está en ganar, sino en haber jugado con sabiduría y propósito.

10/11/2025

“Si me dejas, América te va a odiar y no vas a tener trabajo.”

“¿Sabés qué, Sonny? No me importa.”

No fue otra escena escrita para el show. No hubo guion, ni ensayo. Fue una advertencia real, dicha con la frialdad de quien cree tener el poder de definir el destino de otra persona. Una última jugada para retenerla. Para doblegarla. Pero Cher no estaba dispuesta a seguir siendo decorado en la historia de otro hombre.

No era la primera vez que Sonny la subestimaba. Ni sería la última. Lo que él no sabía, lo que millones de espectadores tampoco sabían, es que la mujer sentada a su lado, maquillada para las cámaras y con el guion aprendido, estaba a punto de desafiarlo todo: el espectáculo, su historia compartida, y la imagen pública que tanto habían construido.

El escenario estaba encendido. Las luces, perfectas. Pero en el interior de Cher, algo se apagaba.

No hubo gritos. No hubo llanto en vivo. Solo un silencio incómodo, una pausa que se sintió eterna. Él sonreía. Ella lo miraba con esa mezcla perfecta de dolor y dignidad. Sabía que el mundo los estaba mirando. Y aun así, no retrocedió.

La comedia seguía. El sketch funcionaba. Pero la relación que sustentaba ese show ya se había quebrado. La ruptura no necesitaba una declaración oficial ya era evidente en cada gesto. Lo que debía ser entretenimiento familiar se convirtió, en secreto, en una batalla emocional silenciosa.

Todos pensaron que ella se desvanecería. Que sin Sonny, sería una nota al pie en la historia del entretenimiento.

Y entonces, el show terminó. The Sonny & Cher Comedy Hour se apagó en 1974, como si el telón cayera sobre una historia que ya no podía sostenerse. Sonny intentó seguir solo, pero su programa fracasó. Cher, en cambio, hizo algo que pocos esperaban: volvió al escenario, sola, con The Cher Show. Era su voz, su estilo, su mirada. Ya no era la mitad de un dúo. Era el centro de su propio universo.

Y el público la recibió con una emoción que no se puede fingir. Fue como cuando una mujer, después de años de silencios y concesiones, abre los ojos y deja atrás una relación que no le hacía bien. Hubo alivio. Hubo admiración. Hubo una alegría íntima y colectiva al verla brillar sola. Como si, al verla liberarse, muchas otras también se sintieran un poco más libres.

El programa fue un éxito. Ella invitaba a grandes estrellas, desafiaba convenciones con sus vestuarios, y convertía cada aparición en una declaración de independencia. No solo sobrevivía: brillaba.

En 1976, ella y Sonny volvieron brevemente con The Sonny & Cher Show, pero ya no era lo mismo. La química había cambiado: lo que antes era complicidad, ahora se sentía como ironía contenida. El regreso fue más por un compromiso contractual con la televisora que otra cosa, y al poco tiempo fue cancelado. El programa de Cher sola quedó, ella había ganado y había probado que podía triunfar sola.

Volvió con fuerza. Se reinventó con cada década. Baladas desgarradoras, discos de oro, vestuarios icónicos, un Oscar en la mano. Convertía el dolor en himnos. Convertía el abandono en empoderamiento.

Cantó como si el mundo necesitara escuchar la parte que él había querido silenciar.
Envejecer dejó de ser una amenaza: ella lo convirtió en arte.
Levantó a su hijo trans con el mismo amor con el que se había levantado a sí misma.

Cher no solo sobrevivió a la traición pública. La venció.
Y con cada comeback, con cada nota sostenida, con cada mirada desafiante, dejó claro que no era solo una estrella nacida del sistema. Era una estrella que había aprendido a brillar sola.

Una vez, su madre le dijo: “Cariño, ya para, y cásate con un hombre rico.”
Cher respondió con una confianza que ya era leyenda: “Mamá, yo soy el hombre rico.”

Hoy, su fortuna se estima en más de 360 millones de dólares. Ha vendido más de 100 millones de discos. Ganó un Oscar, un Grammy, un Emmy, tres Globos de Oro. Triunfó en la música, en el cine, en la televisión. Cada industria que alguna vez dudó de ella terminó celebrándola.

Y así, esa frase que Sonny le lanzó como amenaza—“América te va a odiar y no vas a tener trabajo”—se convirtió en el eco de un error. Porque América no la odió. La ovacionó. Y el trabajo no le faltó. Le sobró talento para crear el suyo propio.

03/11/2025

En el campo de la muerte le dieron un número: 119104.
Pero lo que más intentaron destruir fue precisamente lo que acabaría salvando millones de vidas.

1942. Viena.

Viktor Frankl tenía 37 años.
Era un psiquiatra respetado, con una carrera prometedora,
un manuscrito casi terminado
y una esposa, Tilly, cuyo amor y risa llenaban la casa.

Tenía la oportunidad de huir a América — un visado, una salida —
pero sus padres mayores no podían acompañarlo.
Así que decidió quedarse.

Meses después, los n***s llegaron por todos ellos.
Theresienstadt. Luego Auschwitz. Luego Dachau.

El manuscrito en el que había trabajado durante años — cuidadosamente cosido en el forro de su abrigo —
le fue arrebatado en pocas horas tras su llegada.
Su obra. Su propósito. Hecho cenizas.

Le quitaron la ropa, le raparon el cabello, borraron su nombre.
En el formulario de ingreso solo quedaba un número: 119104.

Pero los guardias no entendieron una cosa:
se puede quitar a un hombre sus posesiones, su manuscrito, su nombre...
pero no lo que sabe.

Y Viktor Frankl sabía algo sobre el espíritu humano
que no solo lo mantendría con vida,
sino que daría origen a una revolución en la psicología.

Observó un patrón.
En los campos, los hombres no morían solo de hambre o enfermedad.
Morían cuando perdían su razón para vivir.

El momento en que un prisionero abandonaba toda esperanza — su “por qué” —
su cuerpo colapsaba en cuestión de días.
Los médicos lo llamaban “give-up-itis” — la enfermedad del abandono.

Pero quienes se aferraban a algo —
una esposa que los esperaba, un hijo que volverían a ver, un libro por escribir, una promesa por cumplir —
podían soportar lo inimaginable.

La diferencia no era física.
Era el sentido.

Entonces Frankl comenzó un experimento.
No en un laboratorio, sino en los barracones.

Se acercaba a los hombres al borde del derrumbe y les susurraba:
«¿Quién te espera?»
«¿Qué trabajo te queda por hacer?»
«¿Qué le dirías a tu hijo para sobrevivir a esto?»

No podía ofrecerles comida ni libertad,
pero podía ofrecerles algo que los guardias no podían quitarles:
una razón para ver el mañana.

Uno recordó a su hija — sobrevivió para volver a verla.
Otro recordó un problema científico — sobrevivió para resolverlo.

Frankl mismo sobrevivió reconstruyendo mentalmente su manuscrito,
página por página, párrafo por párrafo,
en la oscuridad del barracón.

Abril de 1945. Liberación.

Viktor Frankl pesaba 38 kilos.
Sus costillas se marcaban bajo la piel.
Tilly había mu**to.
Su madre — mu**ta.
Su hermano — mu**to.
Todo lo que amaba había sido destruido.

Tenía todas las razones para rendirse.
Y, sin embargo, se sentó y escribió.

Nueve días.
Eso tardó en reescribir de memoria el manuscrito que los n***s habían destruido tres años antes.

Pero esta vez contenía algo nuevo:
la prueba.

La prueba viva, irrefutable, de que su teoría era cierta.

La llamó Logoterapia — la terapia basada en el sentido.
Una idea simple pero revolucionaria:

El ser humano puede soportar casi cualquier cosa, si tiene un porqué para vivir.

«Quien tiene un porqué, puede soportar casi cualquier cómo.»
(Las palabras eran de Nietzsche, pero Frankl las había demostrado en el in****no.)

1946. Publicación del libro.
En alemán: "...trotzdem Ja zum Leben sagen" — "...Decir sí a la vida, a pesar de todo."
En inglés: Man’s Search for Meaning.

Al principio, los editores lo rechazaron.
«Demasiado sombrío», decían.
«¿Quién querría leer sobre los campos de concentración?»

Pero poco a poco, el libro se difundió.
Los terapeutas lloraron al leerlo.
Los prisioneros encontraron esperanza en sus páginas.
Personas enfrentadas al divorcio, a la enfermedad, al fracaso o a la depresión
comprendieron que el sufrimiento también podía tener un sentido.

El impacto fue inmenso.

El libro fue traducido a más de 50 idiomas,
vendió más de 16 millones de ejemplares,
y fue clasificado por la Biblioteca del Congreso entre los 10 libros más influyentes de América.

Pero lo más importante:
incontables personas, en su noche más oscura,
lo leyeron y encontraron una razón para seguir adelante.

Porque Viktor Frankl demostró lo que los n***s no pudieron destruir:

Se puede quitar todo a un ser humano — su libertad, su familia, su futuro, su esperanza —
pero siempre quedará una última libertad:
la de elegir el sentido de lo que nos sucede.

No controlamos lo que nos pasa.
Pero siempre podemos elegir qué hacer con ello.

Hoy, Viktor Frankl ya no está.
Pero en las habitaciones de hospital, en los consultorios, en las prisiones,
en esos momentos silenciosos en que alguien decide
si debe rendirse o seguir — sus palabras siguen vivas:

«Cuando ya no podemos cambiar una situación, se nos desafía a cambiarnos a nosotros mismos.»
«A un hombre se le puede arrebatar todo, excepto una cosa: la última de las libertades humanas —
elegir su actitud ante cualquier circunstancia.»

Los n***s le dieron un número.
La historia le dio inmortalidad.

Porque el hombre que lo perdió todo enseñó al mundo
que el sentido es lo único que jamás se puede quitar.

El prisionero 119104 no solo sobrevivió.
Transformó el sufrimiento en sanación.

Y en algún lugar, esta noche, alguien al borde del abismo leerá sus palabras
y decidirá resistir un día más.

Eso no es solo sobrevivir.
Es una victoria sobre la muerte misma.

Una maravillosa película con un mensaje que mueve  a reflexionar
30/10/2025

Una maravillosa película con un mensaje que mueve a reflexionar

Para seguir aprendiendo
30/10/2025

Para seguir aprendiendo

La revista Monitor on Psychology de la APA ha publicado un artículo que aborda los procesos cerebrales implicados en la experiencia estética.

26/10/2025

“La Pantera Rosa nació de una tormenta… pero no de una tormenta de ideas, sino de una tormenta en mi vida.”

Hubo una época donde la industria me cerraba las puertas y los estudios grandes ya no querían contratarme. Me decían que mi estilo era anticuado, que los dibujos animados estaban cambiando, y que yo ya era parte del pasado. Me quedé sin contratos, sin respaldo, y con una ansiedad que me comía por dentro. Pero ahí fue donde aprendí a dibujar desde la desesperación.

En medio de todo eso, un productor me pidió una secuencia animada para una película llamada La Pantera Rosa. No era el protagonista, ni siquiera salía en toda la película. Solo querían una introducción para los créditos. Pero yo no podía darles cualquier cosa. Necesitaba que ese personaje brillara más que todos los demás. Le puse elegancia, sarcasmo, estilo… pero también le puse mi soledad y mi dolor camuflados en cada movimiento.

Cuando salió al aire, nadie hablaba de la película, todos hablaban de “ese gato rosa raro que caminaba como si el mundo no le doliera”. Sin decir una sola palabra, esa pantera expresó todo lo que yo había guardado durante años. Fue tan popular que pidieron una serie animada… y ahí fue donde resucité. De ser el tipo olvidado, pasé a ser el que marcó una nueva era del humor animado.

“A veces, lo que te salva no es gritar más fuerte… es dibujar en silencio hasta que el mundo se detenga a mirar.”
– Friz Freleng

Para reflexionar
23/10/2025

Para reflexionar

Imagina la escena hace setenta y siete años, en los tranquilos y estériles pasillos de los hospitales ingleses. Los pacientes yacían en sus camas, algunos luchando por recuperarse de graves enfermedades respiratorias. De pronto, la puerta se abre… y entra un hombre peculiar, vestido de pies a cabeza con un enorme disfraz de ci******lo.

Se hacía llamar “Mr. Cig”.
No llevaba medicinas ni instrumentos de curación, sino cajas de ci******los que repartía libremente a los pacientes, con una cálida y tranquilizadora sonrisa… como si el humo mismo fuera la cura.

En aquel entonces, el mundo veía el acto de fumar de otra manera. Un ci******lo era símbolo de calma, sofisticación e incluso salud. Los hospitales permitían que los pacientes fumaran justo al lado de sus camas —incluso aquellos que acababan de someterse a una cirugía pulmonar o que padecían neumonía.

Era considerado un acto de bondad. Las enfermeras encendían un ci******lo para un paciente en recuperación, creyendo que así aliviarían sus nervios y acelerarían su sanación. Incluso los médicos —los mismos guardianes de la salud— no veían nada malo en ello. Fumar no era un peligro; era simplemente parte de la vida.

Pero el tiempo lo cambia todo.
El conocimiento crece, y lo que antes parecía inofensivo puede luego verse como increíblemente temerario.

Hoy, al mirar atrás a través del lente de la ciencia moderna, no podemos evitar sentir un escalofrío de incredulidad. Aquello que una vez se ofreció como consuelo era, en realidad, un veneno lento —un regalo que destruía desde dentro.

Tomaron décadas de investigación, conciencia y duras lecciones para desenmascarar la verdad mortal del tabaco —y para expulsar los ci******los de los hospitales, de los espacios públicos y de la ilusión de seguridad.

Ahora, las cajetillas de ci******los llevan advertencias sombrías, no sonrisas. Las zonas para fumar están cercadas, no celebradas. Lo que antes fue símbolo de estatus se ha convertido en un emblema universal de peligro.

Esta historia nos conmociona —no solo por lo que ocurrió, sino porque nos recuerda lo frágil que puede ser la verdad cuando la ciencia se queda atrás de la creencia.

Es una lección inquietante:
Cuando el conocimiento duerme, el veneno puede disfrazarse de medicina, y la enfermedad puede confundirse con la cura.

Pero cuando el conocimiento despierta —
salva vidas.

22/10/2025

La importancia de ser inteligente y por lo tanto poder cambiar de opinión.

19/10/2025

Empatía y Altruismo.

19/10/2025
17/10/2025

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Sobre PROSDEI:

El Programa de Salud y Desarrollo Estratégico Integral Humano-Empresarial (PROSDEI) brinda asesoría, preparación y capacitación sistemática en temas relacionados con la salud mental y emocional, así como en el desarrollo integral de las personas, sus familias y sus empresas. Esto tomando en cuenta la íntima relación entre la salud integral de las personas y la salud total de las comunidades que conforman.

PROSDEI Humano-Empresarial es un sistema desarrollado para facilitar por medio de un programa estructurado las estrategias para alcanzar un estado de salud Integral que le permita a su vez un desarrollo en las esferas biopsicosociales, utilizando conceptos de actualidad en áreas del conocimiento tales como Salud Mental, Comunicación, Motivación, Administración, Psiquiatría y Psicología.

PROSDEI fue fundado por el Dr. Mauricio Campos, médico especialista en psiquiatría y su esposa, Ana Gabriela Barrantes, administradora de empresas; matrimonio que a través del sistema de análisis y capacitación que brinda PROSDEI, busca guiar a las personas y a sus empresas (o familias) en un camino de desarrollo y bienestar integral.