27/02/2022
Una linda historia de Amor 💓
Había una vez una pareja de esposos jóvenes que se amaban, se casaron hace muchos años, llenos de sueños e ilusiones. A los 2 años de casados, la esposa tuvo complicaciones de salud y tuvo que ser operada. Al poco tiempo les dijeron que, si querían un hijo, lo buscaran pronto ya que iba a ser complicado. De inmediato se pusieron a intentarlo, visitando a uno y otro médico, con tratamientos que, en lugar de darles paz y esperanza, cada mes su corazón se oprimía al no lograr encontrar aquella personita que buscaban y así pasaron seis años.
Un día del 2004, escucharon en la radio un reportaje que cambió la perspectiva de sus vidas, en el cual hablaban de la adopción de grupos de hermanitos o niños grandes, que iban a tener prioridad en el PANI, ya que quienes asistieran a esta solicitud, serían evaluados más rápido. La pareja de esposos se quedaron atónitos: ¿será que esta es la forma en que seremos una familia? Se preguntaron y al poco tiempo, llenos de mucha ilusión, hicieron la solicitud para adoptar 2 hermanitos de 0 a 6 años. Y como lo habían anunciado, en menos de seis meses, ya estaban listos y aprobados como familia idónea para tener esa linda familia que soñaron; pero nunca se imaginaron lo que iba a pasar.
Al mes de estar en espera, una inesperada prueba de embarazo dio positiva, era un regalo de Dios, todos lo sabíamos, lo deseábamos, amábamos aquel bebé que Dios puso en el vientre de esta nueva mamá pero éramos idóneos para ser familia por medio de la adopción, estábamos tan ilusionados, habíamos hecho cambios en casa para unos hermanitos. Y ahora ¿qué hacíamos con aquel amor y ganas de adoptar? Dios tenía otros planes.
El primogénito de esta familia fue maravilloso y Dios fue milagroso, después de un difícil embarazo y un bebé prematuro que llenaba el corazón de su mamita, ella sanó. Aquel cuerpo que no ovulaba, que tenía muchísimos quistes, que le faltaba una trompa y un ovario, al mes de nacer aquel regalito de Dios, mamá sanó, mamá menstruaba mes a mes, todo cambió.
La familia estaba feliz y pasó un año y nueve meses y mamá volvió a quedar embarazada, tuvo un hermoso bebé, a término y sano, el cual era una luz y un ser de alegría y risas en casa, su nombre, Gabriel.
Pasaron 6 años y Emmanuel le decía a su mamá repetidamente: ¿Mami, no decías que alguna vez adoptaríamos una hermanita? Y papá decía, yo también quiero, está en tus manos, lo que hizo que se acercaran nuevamente al PANI, esta vez en el 2015.
Fuimos los 4, nos explicaron nuevamente, solicitaron nuestro viejo expediente y en cuestión de un mes presentamos los requisitos. Queríamos una hija de 0 a 3 años, e íbamos con todo el entusiasmo que dejamos en el 2004, a buscarla. A los 5 meses adjuntamos estudios que hicimos por aparte, ya que creímos que eso agilizaría nuestro proceso. En 2 meses estábamos haciendo el taller donde nos declaraban padres idóneos y luego a esperar.
Cuatro meses después, presentamos una ampliación de edad y características, ya que habíamos hecho un taller y sentimos que podíamos ser felices con una hija más grande, y esta vez solicitamos de 0 a 6 años, respetando la edad del hijo menor que en ese momento tenía 7 años. Ya en este momento teníamos un año en el proceso.
Cada miércoles sentíamos mil mariposas en el estómago, pensando en que el Concejo de Adopciones nos iba a asignar una niña y entonces a los días que no nos llamaban, llamábamos esperando una noticia positiva que no llegaba.
Al año y medio de haber presentado los papeles, se nos vencieron y tuvimos que actualizar y nos revaloraron, por lo que la edad de la niña ya llegaba a 7 años y además indicamos que si pasaba el tiempo la edad también subiera, siempre manteniendo un año de diferencia con el menor.
Estábamos enojados, frustrados, confundidos, los meses pasaban y no entendíamos porqué el Concejo no nos asignaba una niña, después comprendimos que en ese momento nuestra niña apenas iba llegando a un hogarcito. Y seguimos igual, pasaban y pasaban miércoles, llamábamos y llamábamos y nada. Ya casi íbamos a cumplir los 3 años y los papeles se vencían de nuevo, entonces tristemente pensamos: seguro no es la voluntad de Dios, debe ser que, al igual que en el 2004, la adopción que tanto anhelábamos, no era para nosotros.
Un lunes iba manejando y me entra una llamada de doña Lilliana, porque obviamente ya me sabía todos los números del Pani. Me detuve con susto y contesté. Doña Maricela, era para estar segura, ¿ustedes están hasta 7 años? “Hasta 9 doña Lilliana”, le contesté, porque había quedado anotado que un año menor al menor de mis hijos y ya tenían 10 y 12 años. ¡Ah bueno, me contestó! ¿Porqué? ¿Le pregunté, vamos a ir a Concejo? Estoy revisando, me dijo. Ese miércoles fue un día lleno de paz en mi corazón, sabía que el Concejo estaba haciendo la “magia” y nos estaba completando la familia.
A la semana y un día, llamó la trabajadora social para decir que el Concejo de Adopciones nos había asignado una niña de 7 años y medio, y durante más de una hora, encerrada en un baño y luego terminar la llamada en un parqueo, ¡¡¡¡¡¡¡parió el corazón de esta mamá, a la niña más dulce, tierna e inocente que una familia siquiera pudiera soñar.
Han pasado ya 3 años y 2 meses desde que Isabella nos acompaña en esta loca aventura de ser familia, con alegrías y tristezas, altos y bajos, orden y desorden, locura y paz, carreras y tranquilidad, aciertos y desaciertos, como cualquier familia que se formó en los brazos de Dios y que vale la pena vivir, correr, sufrir y dar todo por ellos, que son el motor de esta pareja de esposos que ya no tan jóvenes, se siguen amando y ese amor floreció.