25/11/2019
*Recibimos el Día de la No Violencia contra la mujer... con una nueva historia de violencia obstétrica*
Caso tuvo lugar en el Hospital Monseñor Sanabria de Puntarenas.
Como parte del Movimiento por el Parto Humanizado y Respetado Costa Rica queremos denunciar un nuevo caso de violencia obstétrica:
El domingo 17 de noviembre y después de tener contracciones todo el día, D.E.A (usamos las siglas de su nombre para proteger su identidad) de 22 años, migrante y con 39 semanas de un embarazo normal, decide acudir a la Clínica de Jacó (donde tuvo todo su control prenatal con la mayor normalidad). Es enviada al Hospital Monseñor Sanabria de Puntarenas con 2cm de dilatación.
Tras una madrugada a la espera de aumentar los centímetros de dilatación, iniciaron los procedimientos sin consentimiento: la colocación de una sonda en forma de balón para apresurar el parto en caso de riesgo para la madre o el bebé (que no aplicaba para este parto), pujo dirigido con solo 5cms de dilatación, tactos y dilatación forzada... Todo esto acompañado de malos tratos donde nadie del personal médico se presentó ni le explicó qué estaba pasando, a pesar de sus constantes preguntas.
A la hora del parto, D.E.A se sentía con muchísimo dolor y sin energía pues tenía horas de estar siendo obligada a pujar, hasta que la enfermera llamó a dos hombres y “uno se subió en una escalera y los dos me empujaban el estómago durísimo. Yo creí que me iba a morir”. Este procedimiento corresponde a la maniobra Kristellar, la cual está contraindicada desde hace mucho por la OMS. Con la placenta sucedió lo mismo: “me jalaba y me jalaba la placenta y me metía un gancho con gasas... “¡¡Esperate que la placenta no sale!!”. Todos estos procedimientos resultaron en dolor y sangrado para la paciente que se mantienen hasta el día de hoy.
Después del parto, el bebé estaba un poco morado y cuando su pareja preguntó por qué, la enfermera le dijo que “no ve por culpa de ella que no quería pujar, casi lo mata casi le provoca a su hijo una parálisis cerebral... esto me hacía sentir malisimo”. Incluso una enfermera la cuestionó si había usado dr**as durante la gestación cuando nadie revisó su expediente médico antes de hacer tal acusación.
D.E.A. había tomado clases de preparación para el parto con Ana Catalina Rodríguez, enfermera con estudios de obstetricia y doula, por lo que ella conocía cómo se debía atender un parto natural. Sin embargo, en el momento sentía tanto dolor que no fue capaz de hacer valer sus derechos. Todo lo sufrido por D.E.A. fue violencia de género, por su condición de mujer, joven, migrante.
Como movimiento social denunciamos este caso de violencia obstétrica que, además de todas las implicaciones físicas, significó en un abuso psicológico para esta mujer. Reconocemos que la CCSS ha hecho esfuerzos para mejorar la atención al parto, pero esto no han sido suficientes pues los casos de violencia obstétrica siguen sucediendo hasta el día de hoy. Todas las maternidades necesitan más capacitación, supervisión, y consecuencias/castigos, pues el parto sigue siendo atendido como un acto médico y patológico que requiere de miles de intervenciones para ser supuestamente seguro cuando la evidencia sigue demostrando que no es así.
Seguiremos señalando este tipo de prácticas, al mismo tiempo que educaremos a las mujeres y sus familias para que denuncien todos estos comportamientos ¡Ya basta de violencia obstétrica!