08/12/2025
A veces, esa alegría que te caracteriza no es solo alegría. Es una forma de tapar la tristeza, la rabia o la frustración que no te permites sentir.
Quizá porque temes que, si las dejas salir, no podrás controlarlas… o porque desde pequeño/a aprendiste a cubrirlo todo con “buena energía” para sobrevivir.
Y sí, en ciertos momentos eso funciona: te mantiene en pie, te protege, te da tiempo.
Pero cuando conviertes ese mecanismo en tu forma habitual de vivir, no calma nada… lo intensifica. Es como poner una tapa sobre una olla que sigue hirviendo.
Puede que incluso, cuando se acerca una etapa tranquila, te llenes la agenda de planes, compromisos y ruido para no encontrarte contigo mismo/a. Para no tener que mirar de frente esas emociones que llevan tiempo pidiendo ser escuchadas.
La terapia, muchas veces, es justamente eso: descubrir los patrones que repetimos sin darnos cuenta, esos hábitos emocionales que creemos que nos sostienen, pero que en realidad nos desconectan de nuestro centro.
Porque tal vez ya no seas tan “vital” o tan “positivo” como antes. Tal vez tu energía no sea tan explosiva.
Pero si a cambio ganas equilibrio, autenticidad y la capacidad de sentir sin miedo, créenos, habrá valido la pena.