07/11/2025
Llegó con apatía, irritabilidad y esa sensación de que la vida se le iba de las manos.
Decía: “No siento nada por mi marido. Todo me molesta, todo me irrita.”
El doctor miró los análisis y le dijo con calma:
— Tu desequilibrio hormonal no solo destruye tu cuerpo… también destruye tu relación.
El nivel de hormonas tiroideas estaba por debajo de lo normal, la serotonina casi inexistente.
Y entonces entendió: el cansancio no era indiferencia, era un grito del cuerpo pidiendo auxilio.
El médico le explicó: “No has dejado de amar. Solo estás agotada químicamente.”
Por primera vez en mucho tiempo, no sintió culpa. Sintió alivio.
“Cuando el cortisol está alto durante meses, el cuerpo entra en modo supervivencia.
Y en ese estado… el ser humano no puede amar. Solo se protege.”
Ella preguntó: “¿Entonces no estoy loca, solo estoy cansada?”
El doctor sonrió: “Sí. Pero ese cansancio puede destruir una familia más rápido que una traición.”
Porque el agotamiento hormonal nos apaga.
Dejamos de querer, de sentir, de vivir.
Y desde ese vacío… muchas personas deciden separarse, pensando que están tomando una decisión, cuando en realidad solo están pidiendo ayuda.
Tres meses después del tratamiento, le escribió al médico:
“Seguimos juntos. Y por primera vez, siento que vuelvo a vivir.”
Él respondió: “El amor rara vez muere. Solo se desgasta junto con el cuerpo.”
Esta historia no trata de salvar un matrimonio, sino de aprender a escucharte.
Porque muchas veces el cuerpo sabe la verdad antes que el corazón.