22/10/2025
Seamos claros: los adolescentes no están listos para estar solos en el mundo digital.
No porque sean malos o irresponsables,
sino porque su cerebro todavía está en construcción.
Las áreas que regulan el juicio, la empatía y el autocontrol, esas que ayudan a medir consecuencias o frenar impulsos, no están completamente desarrolladas.
Por eso toman malas decisiones, se exponen, se hieren, se insultan, y muchas veces no dicen nada. Lo viven en silencio, entre miedo y vergüenza.
Las redes se han convertido en un mundo paralelo, donde se relacionan, se validan, se comparan, se lastiman, y muchas veces están completamente solos.
No necesitan que los soltemos. Necesitan que los acompañemos con presencia y criterio.
Algunos defienden la idea de darles “privacidad”. Yo creo que ese argumento puede ser riesgoso cuando aún no tienen madurez emocional. Porque la privacidad sin acompañamiento no es libertad, es soledad en un entorno sin filtros.
Acompañar no es espiarlos. Es monitorear con diálogo y propósito. Saber qué redes usan, con quién hablan, qué contenido consumen. Y hablar con ellos sobre lo que ven, lo que sienten y lo que comparten.
Algunas estrategias sencillas pero poderosas:
• Crea acuerdos familiares claros sobre horarios y tipo de contenido.
• Usa controles parentales, pero explícalos y hazlos parte del diálogo.
• Ten conversaciones frecuentes, sin juicio, sobre lo que ocurre en línea.
• Ayúdales a construir criterio, no solo obediencia.
• Revisa sus conversaciones cuando sea necesario, con transparencia y respeto. No para vigilar, sino para enseñarles a detectar riesgos, cuidar su privacidad y reflexionar sobre sus interacciones.
Revisar no es invadir, es acompañar.
El mensaje no es “no confío en ti”,
sino “te estoy enseñando a cuidarte en un entorno que aún no conoces del todo.”
Porque acompañar no es prohibir,
pero tampoco mirar hacia otro lado.
¿En tu casa hablan abiertamente sobre lo que tus hijos viven en redes?
MO