14/11/2025
¿Porqué ya no se lee?
El ocaso de un hábito milenario
Durante siglos, leer fue una actividad central en la vida intelectual, emocional y espiritual de las personas. Los libros eran refugio, herramienta de pensamiento, fuente de placer y vehículo de memoria.
Hoy, sin embargo, cada vez más personas confiesan que ya no leen, y cuando leen, no lo hacen como antes. No por falta de libros, sino por falta de tiempo, concentración y deseo.
¿Qué ha cambiado?
¿Qué nos está alejando de la lectura profunda?
La fragmentación de la atención
Uno de los factores más citados en todos los estudios es la crisis de concentración provocada por la tecnología. El uso constante de pantallas, redes sociales y contenido breve ha alterado nuestra capacidad de sostener la atención durante largos períodos:
El cerebro se adapta a estímulos rápidos y cambiantes.
Leer exige lentitud, silencio, continuidad: justo lo que el entorno digital interrumpe.
Muchos lectores reportan que ya no pueden “entrar” en un libro: leen la misma línea varias veces sin comprender.
La inmediatez como norma cultural
Vivimos en una cultura de la gratificación instantánea. Los libros, en cambio, requieren paciencia, esfuerzo y demora:
Un video corto ofrece placer inmediato; una novela exige horas de inmersión.
Las redes sociales premian la reacción rápida; la lectura cultiva la reflexión lenta.
El algoritmo nos da lo que queremos sin buscarlo; el libro nos obliga a explorar lo desconocido.
Cambios en el sistema educativo
La lectura también ha sido desplazada por métodos educativos que priorizan resultados rápidos y contenidos fragmentados:
En universidades, los estudiantes prefieren resúmenes, videos o artículos breves.
La lectura crítica y extensa ha sido reemplazada por consumo superficial de información.
La presión por el rendimiento académico reduce el tiempo para leer por placer.
El agotamiento emocional y cognitivo
La lectura requiere energía mental. Pero muchas personas viven en estado de fatiga constante, lo que dificulta el acceso a la lectura profunda:
Después de jornadas laborales intensas, leer parece una tarea más que un descanso.
El estrés, la ansiedad y la sobrecarga informativa afectan la disposición emocional para leer.
La transformación del ocio
El tiempo libre se ha reconfigurado. Leer compite con series, videojuegos, redes, podcasts:
El ocio visual y auditivo ha desplazado al ocio textual.
La lectura exige una postura activa; otros formatos permiten pasividad.
La narrativa se ha trasladado a otros medios: muchos prefieren “ver” historias en lugar de leerlas.
¿Es el fin de la lectura?
No. Aunque el hábito lector ha cambiado, la lectura no ha desaparecido, sino que se ha transformado:
Hay lectores que consumen contenido digital, pero siguen leyendo ensayos, artículos, newsletters.
El auge de los audiolibros y las plataformas como Substack muestra que el texto sigue vivo.
La lectura puede adaptarse a nuevos formatos sin perder su esencia.
¿Cómo recuperar el vínculo con los libros?
Redefinir el tiempo de lectura: no como obligación, sino como espacio de cuidado.
Crear rituales: leer al despertar, antes de dormir, en espacios tranquilos.
Elegir libros que conecten emocionalmente: no por prestigio, sino por deseo.
Desconectar del ruido digital: apagar notificaciones, dedicar tiempo exclusivo a leer.
Conclusión: leer como acto de resistencia
Leer hoy es un acto contracultural. Es resistir la prisa, el ruido, la superficialidad. Es volver a escuchar la voz del otro en silencio.
Es recordar que el pensamiento profundo, la imaginación y la empatía se cultivan página a página.
No se trata de leer más, sino de leer mejor. De volver a habitar el tiempo lento de las palabras.
¿Crees que las redes sociales han cambiado tu forma de leer?
¿Has intentado volver a leer libros largos? ¿Qué te lo impide?
¿Qué prefieres hoy: leer, escuchar, mirar? ¿Por qué?
Encontrado en el web.