Fernando Riveira / Escuela de Bienestar

05/11/2025

Entrenar los pies es entrenar la vida.
Cada estiramiento abre espacio, no solo en tu cuerpo, también en tu mente.
Mover los pies es despertar raíces dormidas,
recordar que somos tierra, equilibrio y movimiento.

Cuando liberas tus pies, todo en ti se expande:
tu postura, tu respiración, tu energía.
Caminar vuelve a ser un acto de placer,
no de esfuerzo.

Entrenar los pies es alegría, es presencia,
es volver al cuerpo,
a lo simple, a lo que sostiene todo.

🌿 Método Pies Funcionales — una invitación a reconectar con tu base, a moverte desde la conciencia, a sentir bienestar desde abajo hacia arriba.

Quedan:

21/10/2025

Parte 3/3. Comenzó a prestar atención a sus pensamientos, observando los que la limitaban y los que la llenaban de miedo. Poco a poco, aprendió a dirigir sus pensamientos hacia lo que realmente quería construir, hacia aquello que le daba paz y alegría.

Cada día dedicaba unos minutos a imaginar su vida desde la calma, enfocando su energía en pequeños objetivos que la acercaban a su bienestar: un espacio ordenado, momentos de silencio, relaciones que la nutren, proyectos que le apasionan.

Descubrió que soñar conscientemente no es escaparse de la realidad, sino usar la mente para crear lo que nos armoniza, paso a paso.

Con cada gesto, cada pensamiento enfocado, cada pequeño logro, Lina sentía cómo la paz que buscaba empezaba a materializarse en su vida cotidiana.

💬 Hoy te propongo: ¿qué sueño puedes imaginar hoy que te acerque a tu paz?

21/10/2025

Parte 2/3. Lina, comenzó a respirar antes de contestar un mensaje que la había hecho enfadar.
Se permitió disfrutar del café sin mirar el reloj.
Ordenó un cajón que llevaba tiempo descuidado.
Fregó los cacharros y sintió que cada movimiento la conectaba con el presente.

Aprendió que la confianza también se construye en estos pequeños gestos, en cuidarse y darse tiempo, en escucharse mientras la vida sigue.

Hoy te invito a ti: haz un gesto pequeño que te haga bien… ¿cuál será el tuyo hoy?

21/10/2025

Parte 1/3. Había una vez una joven llamada Lina que siempre buscaba seguridad fuera de sí misma: en amigos, en planes, en certezas externas. Cada vez que la vida le pedía dar un paso, ella dudaba, temerosa de equivocarse, de no estar preparada, de que algo saliera mal. Su corazón estaba lleno de preguntas: “¿Y si no soy suficiente? ¿Y si me falla la suerte?”

Un día, paseando por un bosque, encontró a un anciano sentado junto a un río. Tenía una sonrisa tranquila, y sus ojos parecían sostener todo el universo. Sin pensarlo, Lina se acercó y le preguntó:

—¿Cómo puedo confiar en mí misma cuando siento tanto miedo?

El anciano la miró y dijo suavemente:

—Confianza no significa tener todas las respuestas, ni que el camino sea seguro. Confianza significa estar presente contigo misma, conocer tus propias emociones, respirar con ellas, y saber que, aunque tropieces, tu corazón sabe levantarse.

Luego, señaló el río que corría frente a ellos:

—Mira este río. Nunca es el mismo dos veces, pero siempre encuentra su camino al mar. No lucha contra las piedras, no teme el flujo. Simplemente fluye, confiando en que la vida lo sostiene. Tú también puedes hacerlo.

Lina cerró los ojos, respiró profundo y por primera vez sintió que no tenía que controlarlo todo. Sintió que había un espacio dentro de ella, quieto y fuerte, donde podía descansar, donde podía confiar en sí misma sin necesidad de certezas externas.

Esa noche, cuando volvió a casa, escribió en su diario:

“Confío en mí, aunque no sepa el camino. Confío en que mi corazón tiene la fuerza para seguir, incluso cuando tropieza. Como el río, puedo fluir.”