13/09/2020
Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), el 90 % de las enfermedades tienen un principio psicosomático, y esto se debe a que la influencia de la mente sobre el funcionamiento del cuerpo y los sistemas que lo integran es indiscutible.
El modo de concebir las enfermedades que nos afligen ha sufrido una revolución, que consiste en reconocer la interacción entre el cuerpo y la mente, en admitir que las emociones y la personalidad causan un tremendo impacto en el funcionamiento y la salud de la práctica totalidad de las células del cuerpo. Es una revolución que tiene en cuenta el papel del estrés en el grado de vulnerabilidad a la enfermedad, el modo de enfrentarse a los agentes estresantes y el concepto decisivo de que no se puede entender de verdad una enfermedad in vacuo, sino en el contexto de la persona que lo padece.
Como resultado, hoy disponemos de una cantidad extraordinaria de información fisiológica, bioquímica y molecular sobre el modo en que todos los elementos intangibles de nuestras vidas – la agitación emocional, las características psicológicas, el tipo de sociedad en la que vivimos y nuestro puesto en ella – influyen en hechos corporales reales, como que el colesterol obstruya los vasos sanguíneos o que nuestras células adiposas dejen de prestar atención a la insulina.
Un amplio conjunto de datos convergentes indica que las enfermedades asociadas al estrés derivan principalmente del hecho de que, al preocuparnos de algo como por ejemplo la hipoteca, las relaciones personales o un ascenso… activamos durante meses y meses un sistema fisiológico que ha evolucionado para responder a emergencias agudas de tipo físico. Y con ello alteramos el equilibrio homeostático del organismo, es decir, un estado en que todas las medidas fisiológicas se hallan a un nivel óptimo en un determinado momento del día, estación del año, edad del organismo, etc.
Por consiguiente, la buena gestión del estrés es algo a tener en cuenta ya que , tenerlo por mucho tiempo continuado , aumenta el riesgo de contraer enfermedades, o si ya se tiene una de ellas, aumenta el riesgo de que las defensas se vean superadas por ellas. Es importante también aclarar que cada persona es única en su contexto biopsicosocial y le afectará diferente un mismo agente estresante que a otro individuo o no tendrá los mismos, es por ello que no podemos generalizar sin abordar cada caso en particular y además sabiendo la multifactorialidad de algunas enfermedades.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Lo primero que hay que resaltar es que podemos modificar el modo de enfrentarnos a las cosas, tanto desde el punto de vista fisiológico como psicológico.
Uno de los ejemplos más obvios es que la buena forma física conseguida mediante el ejercicio disminuye la presión sanguínea , el ritmo cardiaco en estado de reposo , aumenta la capacidad pulmonar, mejora el estado de ánimo y disminuye el estrés ante agentes estresantes psicológicos… por solo citar algunos de sus efectos. Pero cuidado, el ejercicio sólo reduce el estrés si es algo que realmente queramos hacer.
Lo segundo que se aconseja es la meditación. Si se hace de forma habitual y sostenida (esto es, casi todos los días, durante 15 o 30 minutos cada vez), la meditación parece ser bastante buena para nuestra salud, al disminuir los niveles de glucocorticoides, y el tono del sistema nervioso simpático.
Lo tercero el apoyo social hace que los agentes estresantes lo sean menos. En esto tengo que matizar diciendo que no todo apoyo social vale, mejor si es alguien que realmente te escuche de corazón sin juzgarte.
Lo cuarto es el estilo de vida que estás manteniendo. ¿Estás viviendo con estilos de vida saludable? Un estilo de vida saludable sería cuidar tu cuerpo, mente y alma de una forma equilibrada. Como ejemplos sería mantener una alimentación saludable, hacer ejercicio habitualmente, meditar, trabajarte energéticamente, tomar el sol, actividad social, equilibrio emocional y psicológico, etc. Además la epigenética en este ámbito es clara en sus estudios al afirmar la interacción dinámica entre tus genes y los factores ambientales.
También me parece interesante mencionar como estilo de vida saludable, el ser coherente con lo que piensas, sientes y haces. Y es uno de los conceptos que vamos a abordar en la última recomendación y no menos importante…la espiritualidad.
Lo quinto y último ya mencionado, la espiritualidad cobra sentido en el manejo de nuestra salud por varias razones. Gracias al autoconocimiento y expansión de conciencia que te proporciona la espiritualidad, experimentas la bendición de saber quién eres realmente, cuál es tu propósito en la vida, qué aprendizajes has experimentado, cómo vivir un crecimiento personal… entre otras muchas cosas. Es decir, vas siendo más consciente de ti mismo, de tu vida y del sentido profundo de tu existencia. Eso significa mayor conexión con tu auténtico ser y por ende, mayor bienestar, paz interior y plenitud.
Y ya para acabar, no podemos olvidarnos de mencionar el "sentido de coherencia" como pilar base para un buen manejo del estrés en particular y de tu vida en general. Ya que este remite a los recursos que facilitan la gestión del estrés, a la reflexión sobre los propios recursos para afrontar los desafíos de la vida y al uso de estrategias eficaces.
El "sentido de coherencia" se asocia con una mejor salud percibida, especialmente mental, y es un importante factor involucrado en el mantenimiento de la salud (Eriksson & Lindstrom, 2006).
Espero que alguna semilla que acabo de plantar aquí, te resuene y puedas regarla con amor para mantenerte en un buen estado de salud. Si aún así te gustaría que te acompañara en tu proceso físico, mental y emocional, no dudes en pedir sesión conmigo. Os dejo con esta maravillosa oración de Reinhold Niebuhr, adoptada por Alcohólicos Anónimos:
Dios mío, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor de cambiar las que pueda, y la sabiduría para establecer la diferencia.
Bibliografía: Robert M. Sapolsky ¿ Por qué las cebras no tienen úlcera? La guía del estrés.
Espacio de escucha interior.
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