04/11/2025
El entierro del cisne: el amor más antiguo
Hace siete mil años, en un claro de Dinamarca, alguien enterró a una mujer y a su hijo recién nacido. No había tumbas de piedra ni inscripciones, solo una composición silenciosa: doscientos dientes de ciervo rojo dispuestos con cuidado junto a la cabeza de la madre, y el bebé envuelto en un ala de cisne, con un pequeño cuchillo de sílex a su lado.
No eran objetos al azar. Eran símbolos. El ala —pureza, viaje, espíritu— convertía a la muerte en vuelo. Los dientes, trofeos de caza, hablaban de fuerza y protección. El cuchillo, de supervivencia y herencia.
Probablemente murieron durante el parto, pero su comunidad no los dejó desaparecer en silencio. Cada detalle del entierro fue una forma de hablar sin palabras, de transformar el dolor en memoria.
Hoy, ese hallazgo nos recuerda que la ternura no es moderna. Que incluso en los albores de la civilización, los humanos ya sabían despedirse con amor. Y que, en medio de la fragilidad y la pérdida, seguimos siendo los mismos: seres que encuentran belleza en el acto de recordar.