20/10/2025
El yoga es, en esencia, un estado de quietud interior: el momento en que los movimientos de la mente se aquietan y la persona puede reconocer su verdadera naturaleza. Cada quien puede llegar a la práctica con un propósito distinto —buscar relajación, flexibilidad, fuerza o equilibrio emocional—, y todos esos son valiosos beneficios que aparecen en el camino. Sin embargo, el objetivo profundo del yoga no es otro que el Yoga mismo, el estado de unión.
Todo lo que hacemos en clase —las posturas, la respiración, la atención— son herramientas que preparan ese estado interior.
Patañjali lo explica a través de los ocho pasos del camino:
Primero están los yamas y niyamas, las actitudes éticas y personales que orientan nuestra vida. Luego viene āsana, las posturas que estabilizan el cuerpo, y prāṇāyāma, la regulación consciente de la respiración y de la energía vital.
Cuando estas bases se consolidan, los sentidos se recogen hacia adentro, lo que se conoce como pratyāhāra. Si esa interiorización se sostiene, surge dhāraṇā, la concentración; al profundizar en ella, aparece dhyāna, la meditación; y si ese estado se mantiene, se alcanza samādhi, la experiencia de unión, de plenitud total.
El yoga, entonces, no es solo algo que hacemos, sino un estado que descubrimos cuando cesa el ruido y reconocemos lo que siempre hemos sido.