04/11/2025
Muchas personas piensan que no logran perder peso porque “no tienen fuerza de voluntad”.
Pero la realidad es que, en la mayoría de los casos, no se trata de fuerza, sino de biología y emociones.
Cuando estamos sometidos a estrés crónico, falta de sueño o autoexigencia, el cuerpo entra en modo supervivencia.
Aumenta el cortisol, se altera la grelina (hormona del hambre) y la leptina (la de la saciedad) deja de funcionar correctamente.
Tu cerebro interpreta ese desequilibrio como una amenaza y busca fuentes rápidas de calma y energía… como la comida.
👉 Comer sin hambre no es un fallo: es una forma de regular lo que emocionalmente no estamos pudiendo sostener.
Durante unos minutos, la comida libera dopamina, reduce la tensión y da sensación de control. Pero después llega la culpa, el malestar… y el ciclo se repite.
La clave no está en prohibir ni en restringir, sino en reeducar al cuerpo y al sistema nervioso:
🍽️ Reconectar con las señales reales de hambre y saciedad.
🧠 Aprender a identificar qué emoción se esconde detrás del impulso.
💚 Recuperar una relación más amable con la comida y contigo.
Porque no se trata de comer perfecto, sino de comer en paz.