10/10/2025
En España, uno de cada cinco adolescentes de entre 14 y 18 años presenta signos de uso problemático de Internet, el móvil o las redes sociales, según el Plan Nacional sobre Dr**as.
El uso dispositivos digitales de forma descontrolada, se ha relacionado con problemas de salud mental, disminución de la autoestima, el bienestar, y una serie de otros hábitos de vida poco saludables, como trastornos alimentarios, sedentarismo, consumo de sustancias (alcohol y otras dr**as), además de generar situaciones sociales no deseables (aislamiento, acoso, etc). Aunque es importante no demonizar ni patologizar el uso de dispositivos digitales, el impacto sobre el desarrollo y calidad de vida en la infancia y adolescencia, es un hallazgo consistente en estudios recientes.
El impacto negativo en el desarrollo se observa en la adquisición del lenguaje y el desarrollo de las funciones ejecutivas en niños menores de 5 años. A los 3 años, pasar 2 o más horas al día frente a una pantalla se asocia con una mayor probabilidad de problemas de conducta, retraso en el desarrollo y retraso en la adquisición de vocabulario.
Durante la adolescencia se producen importantes desarrollos como la finalización de la maduración del sistema límbico y la mielinización progresiva de la corteza prefrontal cerebral. Los medios digitales interfieren en el desarrollo durante la adolescencia de dos maneras: mayor activación del sistema límbico mediante la exposición a fuentes de gratificación inmediata y disminución de la actividad de la región frontal por el desplazamiento de estímulos apropiados para la edad.
La exposición sin control frente a pantallas se asocia con peores resultados cognitivos, menor capacidad para filtrar distracciones, mayor impulsividad y menor memoria de trabajo. Los adolescentes que pasan más de 4 horas al día frente a pantallas tienen mayor probabilidad de experimentar graves dificultades cognitivas, lo que impacta tanto en el ámbito académico como en el desarrollo físico y social.
El uso indiscriminado de las pantallas, impacta por interferencia directa del desarrollo de los circuitos del cerebro además de que produce una pérdida estímulos ambientales necesarios, al desplazar actividades apropiadas, por lo que el tiempo frente a la pantalla representa un costo de oportunidad.