09/01/2019
Hay mujeres que, con su pensamiento, amplían los confines interiores de las demás mujeres.
Mujeres libres como Simone de Beauvoir.
Que ayudaron a otras mujeres a no sentirse culpables.
A pensarse de otra manera distinta.
A no juzgarse a sí mismas con la implacable y constante vara de la mirada masculina.
Hay mujeres como Simone muy peligrosas para este sistema que lo que busca es controlarlas, que quiere esclavizarlas bajo el yugo de la normalidad, que las necesita sumisas, clasificadas en santas, en madres o en guarras.
Que las muestra deshabitadas y sin cortinas.
Que las precisa enfrentadas entre ellas para que no se rebelen.
Cuya victoria es hacernos creer que la mujeres son una única cosa inmutable como lo es una alacena vieja o un paisaje desértico a plena luz del día.
Mujeres como Simone que con su existencia dinamitan lo injusto.
Que se muestran viscosas y oscuras y poderosas y turbias y luchadoras.
Imprecisas y huracanadas.
Mujeres que no pueden ser cazadas porque nunca son la misma.
Porque se hacen mujeres.
Dijo Simone que: "El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal".
Hay mujeres que enseñan a otras mujeres a amar.
Porque aman a las mujeres y por eso las quieren vivas.
Mujeres como Simone que engendraron espacio en el tiempo que tuvieron.
Cuyas palabras fueron grietas por las que colarse.
Que invitaron a la resistencia.
Palabras familia que te dijeron que no estabas loca y que no estabas sola.
Palabras que te salvaron de ser peor.
Mujeres feministas.
Que dieron, dan y darán a luz un futuro.
En el que ser mujer.
No sea una condena más.