03/05/2021
🔘 Coito ergo sum
👉El término coito —que procede de la expresión latina: coire—quiere decir “ir con”, “estar con”, “vivir con”. Pese a su etimología, en sus usos actuales, suele hacer referencia al ayuntamiento o la cópula. En castellano los verbos ayuntar y copular significan a su vez juntar o unir. Sin embargo, cuando se habla de coito suele hacerse referencia a una sola y exclusiva forma de “ir con”, de “estar con”, de unir o de juntar. Esta es: penetrar, introducir, meter. Tampoco cualquier cosa en cualquier sitio; expresamente quiere decir: “introducir el pene en el interior de la va**na”. Cuando el sustantivo "coito" no se acompaña con adjetivo alguno, se sobreentiende que está queriendo decir: "penetración del pene en la va**na". Y se da por hecho la erección de este pene y —cada vez más, aunque no siempre— la humedad y la receptividad de esa va**na. Porque se presume un pene turgente y una va**na receptiva. Incluso, si cabe, se presupone a un hombre —que está arriba— penetrando a una mujer —que está debajo—. Esta no es exactamente la realidad, pero si es su representación.
👉El coito interge***al se ha convertido gracias a una larga influencia eclesiástica —y también médica— en la única conducta erótica legítima. Por obra y gracia de san Agustín, todo lo que no era para la generación acabó siendo degeneración. Así, el encuentro amoroso dejó de ser erótico y hedónico para convertirse en genésico; por lo tanto, sólo había una finalidad legítima (el embarazo) y sólo había un marco
adecuado (el matrimonio). Sin embargo, no es justo responsabilizar de esta constricción erótica sólo a las grandes religiones monoteístas. Por ejemplo, muchos tratados eróticos nada sospechosos de resultar eclesiales (pues fueron eclesialmente perseguidos) son, también, una colección más o menos organizada de diferentes posturas co**ales.
👉Aunque de un modo menos agresivo y disparatado desde el propio marco s**ológico se ha hecho un enjuiciamiento muy crítico de la práctica co**al. Así, ha emergido un discurso s**ológico contra el coitocentrismo. Ahora bien, conviene darse cuenta que lo combatible es el centrismo no el propio coito. En este caso, no es el coito lo que está mal o lo que es indeseable o nocivo, sino que es su obligación, su exclusividad o su monopolio. No es malo que esta cosa se haga; lo malo es que se tenga que hacer esta cosa o que no se pueda hacer otra cosa que ésta. Todo ello ha dado lugar a la siguiente pugna: o el coito lo es todo (es la finalidad y es la medida misma del encuentro erótico heterosexual) o el coito no es nada (es indeseable y ha de evitarse). Así que propendamos: o bien a un reduccionismo co**alizador de la erótica humana; o bien al prohibicionismo desco**alizador de ésta.
👉Pero yo creo que no nos conviene ni lo uno, ni lo otro. La inserción del pene en el interior de la va**na, esto es un hecho incontestable, sigue siendo la conducta erótica reina en la mayor parte de las parejas heterosexuales. Con frecuencia, si no es la única, sí es la principal, es la pretendida y es la última. De esta suerte, el resto de comportamientos eróticos, se convierten: en "sustitutivos", en "aderezadores" o en "preparativos". Pero, al final, se pretende, se busca, se prepara,...todo para que el pene se aloje dentro. Esa es una de las exigencias de lo que llamamos «Tiranía 3D»: “que Dure Dura Dentro”. En este caso, se trata del más antiguo de todos los requerimientos sexuales pues su justificación se encuentra en la historia de Onán que se narra en el libro del Génesis. Esta fijación por proponer la cópula como el único acto, como la única pauta, como el único comportamiento,... ha ido produciendo un coitocentrismo que llena el encuentro amoroso de expectativas y obligaciones que son del todo ajenas al deseo, a la excitación o al placer. El asunto ha alcanzado una dimensión tal que algunas personas piensan del siguiente modo: "soy un adulto erótico en tanto que practico el coito"; o sea, "coito ergo sum". Lo cual es, seguramente, excesivo
y esperpéntico.
👉Puede ser útil resituar esta conducta co**al en el marco global de la erótica humana. Para entendernos de una forma sencilla, los sexólogos solemos distinguir tres dimensiones teleológicas (tres finalidades) típicas de la sexualidad humana. Nos gusta decir «las tres erres» del encuentro amoroso; a saber: reproducción, recreo y relación. Lo cual, dicho en otras palabras también puede ser: hijos, placer y amor; o también: Genus, Hedoné y Eros. El coito es la única conducta erótica con potencial reproductor; en realidad, procreador. Así pues, cuando la finalidad del encuentro es reproductiva, cuando se pretenden hijos, el resto de las conductas eróticas son cuanto menos inservibles. Aunque dicho sea de paso, el coito —de sí mismo— tampoco garantiza el embarazo. Pues son necesarias algunas condiciones más para que el milagro de la vida se realice. En concreto, se requiere además del eyaculado intrava**nal que el semen
tenga una suficiente carga de espermatozoides vivos, móviles y bien formados. Se requiere, además, que muchos de éstos espermatozoides sean capaces de alcanzar la zona ampular de las Trompas de Falopio. Se requiere, también, que el ovario extraiga un óvulo maduro y preparado (ovulación) alojándolo en esta zona ampular de las Trompas de Falopio donde, en principio, va a producirse la concepción. Se requiere que los espermatozoides y el óvulo se reconozcan y que un espermatozoide (con la colaboración activa de un montón de sus compañeros) consiga introducir su carga genética en el interior de él (concepción). Se requiere, además, que este óvulo fecundado inicie la división celular y principie el viaje a través de la trompa hasta llegar al útero. Se requiere, además, que la piel interna del útero (endometrio) esté preparada para que el cigoto prenda en sus pliegues (anidación) mientras continúa su proceso de
división celular. A partir de este último suceso se inicia, propiamente, el embarazo. Que, a su vez, puede –o no- prosperar con éxito hasta llegar al parto.
Desde el punto de vista recreativo, el coito suele garantizar el orgasmo del hombre, pero no necesariamente logra el orgasmo de la mujer (recuérdese que el glande del clítoris está situado fuera de la va**na).
👉Ahora bien, con orgasmo o sin él, el coito puede ser gratificante,
placentero y divertido para ambos. Aunque a veces, conviene no olvidarlo, también pueda ser obsesivo, lesivo, insatisfactorio o doloroso; sobre todo, para la mujer. Finalmente, algunos de los requerimientos de la dimensión relacional sí pueden verse satisfechos con esta conducta, por cuanto que -comparativamente con otras- permite simbólicamente el sentimiento de "fusión" ("́sentirte dentro de mí", "sentirme dentro de ti", “sentirnos uno”, "fundirnos en un solo cuerpo"). Las personas no siempre pretendemos fundirnos con el otro, pero cuando lo deseamos, el coito nos permite una comunión corpórea especialmente íntima e intensa. Vamos que el coito da lo que da. Ni tanto, ni tan calvo. Demasiado pequeño para convertirlo en todo o en completo. Pero demasiado importante para desdeñarlo como si fuese una pequeñez o una banalidad.