13/11/2025
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𝗣𝗿𝗼́𝗹𝗼𝗴𝗼
En las últimas semanas, hemos estado hablando con vosotros sobre cómo las emociones humanas pueden influir en el aprendizaje de vuestros perros. Y lo cierto es que muchas de vuestras reflexiones nos han tocado profundamente. Algunos comentarios nos han hecho detenernos y mirar más de cerca esa parte invisible del entrenamiento: la emocionalidad del tutor. Así que este artículo nace precisamente de ahí, de ese diálogo tan valioso con vosotros. Porque más allá de la técnica, más allá del refuerzo, entrenar es también una forma de relación. Y como toda relación, está atravesada por emociones.
𝗘𝗹 𝗿𝗲𝗳𝗹𝗲𝗷𝗼 𝗲𝗺𝗼𝗰𝗶𝗼𝗻𝗮𝗹 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝗿𝗲𝗳𝘂𝗲𝗿𝘇𝗼.
𝘊𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘭 𝘩𝘶𝘮𝘢𝘯𝘰 "interviene" 𝘴𝘪𝘯 𝘲𝘶𝘦𝘳𝘦𝘳.
No estamos solos cuando educamos. Aunque parezca que todo depende de lo que el perro haga o deje de hacer, hay un elemento silencioso que marca profundamente cada sesión de entrenamiento: nuestras propias emociones. Y es que entrenar no es solo aplicar técnicas, es comunicarse. Y toda comunicación lleva carga emocional.
A veces, sin querer, reforzamos desde el cansancio, desde la prisa o desde la frustración. Otras veces, lo hacemos desde la alegría, la ilusión, incluso desde una ternura casi infantil. No somos máquinas aplicando refuerzos; somos personas, con días buenos y días regulares. Y eso, inevitablemente, se transmite.
Los perros, por su parte, no necesitan palabras para detectar lo que sentimos. Como muestran 𝘚𝘪𝘯𝘪𝘴𝘤𝘢𝘭𝘤𝘩𝘪 𝘦𝘵 𝘢𝘭. (𝟤𝟢𝟤𝟥), son capaces de procesar e interpretar las expresiones emocionales humanas tanto faciales como corporales, integrando esta información a través de redes cerebrales involucradas en la percepción social.
¿𝗣𝗼𝗿 𝗾𝘂𝗲́ 𝗶𝗺𝗽𝗼𝗿𝘁𝗮 𝘁𝗮𝗻𝘁𝗼 𝗰𝗼́𝗺𝗼 𝘁𝗲 𝘀𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲𝘀 𝘁𝘂́?
Porque los perros leen. No palabras, pero sí miradas, gestos, tono, ritmo corporal... Son expertos en captar señales sutiles de nuestro estado emocional, incluso aunque no digamos ni una palabra. Este fenómeno, conocido como sincronización emocional inter-específica, implica que cuando estamos tensos, ellos también lo están. Cuando estamos presentes, tranquilos y centrados, se sienten más seguros para explorar, probar, y por tanto... aprender.
Esta capacidad de los perros para “leer” nuestras emociones y ajustar su conducta en consecuencia se ha documentado ampliamente. 𝘋’𝘈𝘯𝘪𝘦𝘭𝘭𝘰 𝘦𝘵 𝘢𝘭. (𝟤𝟢𝟤𝟣), en un estudio experimental controlado, mostraron que los perros modifican sus decisiones y elecciones conductuales en función del estado emocional que perciben en sus tutores, ya sea a través de expresiones faciales, tono de voz o postura corporal.
Además, la coherencia emocional influye directamente en el sistema de predicción del refuerzo. Si aplicamos un premio con tono desganado o en un momento de tensión, lo que el perro asocia no es solo el estímulo reforzador, sino todo el contexto emocional. Esto puede reducir el valor del refuerzo o incluso generar ambigüedad, dificultando el aprendizaje fluido y seguro.
𝗡𝗼 𝘀𝗲 𝘁𝗿𝗮𝘁𝗮 𝗱𝗲 “𝗲𝘀𝘁𝗮𝗿 𝘀𝗶𝗲𝗺𝗽𝗿𝗲 𝗯𝗶𝗲𝗻”, 𝘀𝗶𝗻𝗼 𝗱𝗲 𝘀𝗲𝗿 𝗰𝗼𝗻𝘀𝗰𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲
No pretendemos convertirnos en robots zen. Lo importante es entrenar con consciencia: saber desde qué emoción estamos actuando y decidir si ese es un buen momento para reforzar o no. Por ejemplo, si estamos tensos porque acabamos de tener un mal día, tal vez no sea el mejor momento para practicar algo complejo con nuestro perro. Tal vez sea mejor una sesión breve, centrada en conexión, en calma.
Cuando nos sentimos disponibles y emocionalmente tranquilos, es cuando más fácilmente podemos generar experiencias de aprendizaje emocionalmente positivas. Y eso es precisamente lo que refuerza el vínculo y mejora la capacidad del perro para aprender nuevas conductas.
Como señalan 𝘏𝘢𝘳𝘦 & 𝘛𝘰𝘮𝘢𝘴𝘦𝘭𝘭𝘰 (𝟤𝟢𝟣𝟫), esta dimensión emocional compartida forma parte de las habilidades sociales complejas que los perros han desarrollado a lo largo de su proceso de domesticación. No se trata solo de obedecer, sino de interpretar, colaborar y conectar emocionalmente con nosotros.
𝗘𝗷𝗲𝗺𝗽𝗹𝗼 𝗰𝗼𝘁𝗶𝗱𝗶𝗮𝗻𝗼: 𝗹𝗮 𝗳𝗿𝘂𝘀𝘁𝗿𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗿𝗲𝗽𝗲𝘁𝗶𝗰𝗶𝗼́𝗻
Imagina que estás enseñando la “llamada” a tu perro. Lo has hecho varias veces, y él parece entenderlo... pero hoy no responde igual. Tú insistes, repites más de la cuenta. Te frustras. Y aunque le das el premio cuando por fin vuelve, lo haces con un tono seco y sin alegría. ¿Qué ha aprendido tu perro? Quizá que volver no es tan buena idea. O quizá que ese momento contigo no fue tan agradable. No lo sabremos con certeza... pero sí sabemos, como indica la neurociencia conductual actual, que la experiencia emocional del refuerzo modula profundamente la codificación de lo aprendido (𝘚𝘪𝘯𝘪𝘴𝘤𝘢𝘭𝘤𝘩𝘪 𝘦𝘵 𝘢𝘭., 𝟤𝟢𝟤𝟥).
¿𝗬 𝘀𝗶 𝗲𝗺𝗽𝗲𝘇𝗮𝗺𝗼𝘀 𝗮 𝘃𝗲𝗿 𝗲𝗹 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲𝗻𝗮𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘂𝗻 𝗱𝗶𝗮́𝗹𝗼𝗴𝗼 𝗲𝗺𝗼𝗰𝗶𝗼𝗻𝗮𝗹?
Si cambiamos la mirada y dejamos de ver el refuerzo como “dar un premio” para empezar a verlo como “crear un momento emocional valioso para ambos”, el enfoque cambia por completo. Dejamos de pensar solo en eficacia para empezar a hablar también de calidad relacional.
El perro no es un objeto de aprendizaje. Es un sujeto, con sus emociones, su historia y su forma única de relacionarse con el mundo y con nosotros. Y nosotros también.
Entrenar, entonces, deja de ser solo técnica, y se convierte en una forma de estar... de estar con el otro.
𝗥𝗲𝗳𝗲𝗿𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮𝘀
🔓 𝗘𝗻 𝗮𝗯𝗶𝗲𝗿𝘁𝗼
Albuquerque, N., et al. (2021). Do emotional cues influence the performance of domestic dogs (Canis familiaris)? Frontiers in Psychology, 12:615074.
Frontiers
→ Examina cómo las señales emocionales humanas afectan el desempeño de los perros en tareas de aprendizaje.
Csoltova, E., & Mehinagic, E. (2020). Where do we stand in the domestic dog (Canis familiaris) positive-emotion assessment: A state-of-the-art review and future directions. Frontiers in Psychology, 11:2131.
Frontiers
→ Revisión extensa de los retos metodológicos y avances recientes para evaluar las emociones “positivas” en perros.
Kujala, M. V., Parkkonen, L., & Kujala, J. (2024?). Empathy enhances decoding accuracy of human neurophysiological responses to emotional facial expressions of humans and dogs. Social Cognitive and Affective Neuroscience.
OUP Academic
→ Aunque se centra en respuestas humanas, aporta evidencias sobre la similitud de procesamiento de expresiones emocionales humanas y caninas, lo que puede fundamentar la idea de interacción emocional humano-perro.
Müller, C., et al. (2015). Dogs recognize dog and human emotions. Biology Letters, 11(1):20150888.
royalsocietypublishing.org
→ Estudio clásico que muestra que los perros pueden extraer información emocional de señales visuales y auditivas de humanos y otros perros.
🔒𝗥𝗲𝗳𝗲𝗿𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮𝘀 𝗻𝗼 𝗲𝗻 𝗮𝗯𝗶𝗲𝗿𝘁𝗼
Odendaal, J. S. J. (2019). Neurophysiological correlates of affiliative behaviour between humans and dogs. The Veterinary Journal, 243, 45-52.
→ Estudio fisiológico sobre los mecanismos neuroendocrinos (por ejemplo oxitocina) que están presentes en interacciones humano-canino.
Rehn, T. & Keeling, L. J. (2016). Measuring dog–owner relationships: crossing boundaries between human and animal sciences. Applied Animal Behaviour Science, 183, 1-9.
→ Herramientas de medición del vínculo humano-perro que ayudan a cuantificar aspectos emocionales en contextos de adiestramiento o modificación de conducta.
𝗡𝗼𝘁𝗮 𝗮𝗰𝗹𝗮𝗿𝗮𝘁𝗼𝗿𝗶𝗮𝘀
𝗥𝗲𝘃𝗶𝘀𝗮𝗱𝗼 𝘆 𝗮𝗰𝗲𝗽𝘁𝗮𝗱𝗼 𝗽𝗼𝗿 𝗹𝗮 𝗰𝗼𝗺𝘂𝗻𝗶𝗱𝗮𝗱 𝗰𝗶𝗲𝗻𝘁𝗶́𝗳𝗶𝗰𝗮:
Los tres estudios citados han sido publicados en revistas indexadas y revisadas por pares.
La revisión de 2023 es la más actual y se apoya en métodos de neuroimagen funcional para demostrar la sensibilidad emocional de los perros.
El trabajo de 2021 aporta evidencia experimental robusta, replicable y directamente aplicable a contextos domésticos.
La publicación de 2019, aunque más conceptual, ha sido base para modelos recientes de cognición social interespecífica y se mantiene vigente como marco de referencia.