09/11/2025
La imagen de un viaje que se detuvo, el tiempo detenido. Es un naufragio interior, igual que cuando el Alma Toca Fondo.
Esta barca hundida en el mar se parece mucho a cómo nos hundimos emocionalmente.
Al principio, no es un hundimiento, sino una pequeña grieta de agua: una decepción que no ventilamos, un miedo que negamos, una pérdida cuyo duelo aplazamos. Son las primeras goteras.
Si somos buenos "capitanes" de nuestra alma, las identificamos y las sellamos, achicando el agua.
Pero a veces, la tormenta es demasiado grande, o simplemente estamos demasiado exhaustos para seguir bombeando. Entonces, la barca empieza a inclinarse. Lo que antes era flotabilidad, ahora es una lucha constante contra la ley de la gravedad emocional.
* El agua fría que inunda la cubierta es la tristeza, esa sensación densa que paraliza.
* El peso mu**to de la carga que arrastramos son las expectativas incumplidas y el resentimiento acumulado.
* Y la quiebra es la pérdida de la esperanza, el punto donde se rompe la voluntad de navegar.
Cuando finalmente tocamos ese fondo silencioso, no es el fin, aunque se sienta como tal. Es el momento de la verdad, la quietud obligada.
La barca hundida yace inmóvil, y nosotros también lo hacemos. Pero es precisamente en esa quietud, cuando ya no queda energía para luchar contra lo inevitable.
Porque solo cuando aceptamos que hemos tocado fondo y que la barca está anclada podemos dejar de gastar energía intentando que flote de nuevo. Es el momento de evaluar qué se salvo y de empezar a construir, no una reparación, sino un nuevo navío hecho de la resiliencia que se gesta en las profundidades.
Tienes la oportunidad de salir a flote.