27/11/2025
Mi última clase para vosotras, mis niñas 🌸y... mi Mariete¡¡
A mis chicas, a mi tribu bonita, a mis compañeras del alma:
Os escribo esta carta con el corazón en un puño y los ojos vidriosos, porque siento que os debo una despedida y, sobre todo, os debo una última clase. Como ya no tenemos nuestro refugio físico, esta carta es esa clase. Es la práctica más difícil que la vida me ha enseñado en estos dos años: la que toca hacer fuera de la esterilla.
Pero antes de empezar, lo primero es deciros: LO SIENTO EN EL ALMA. Perdonadme, de verdad. Perdonadme por el silencio, por haber desaparecido así, sin un abrazo. No tuve fuerzas ni para descolgar el teléfono, se me hizo un n**o en la garganta y en la vida.
Necesito que sepáis algo: yo con vosotras era inmensamente feliz. No os imagináis cuánto. Recuerdo que me iba a la cama soñando con la clase del día siguiente, buscando esa meditación que os tocara el corazón, pensando: "Esta asana le va a venir genial a tal...". Me dormía con una sonrisa tonta, cargadita de esa energía tan bonita que me dabais.
Porque vosotras sabéis que lo nuestro no era solo ¨hacer el pino¨. Allí nos desnudamos el alma. Allí lloramos, reímos a carcajadas y nos sostuvimos las unas a las otras. Ese estudio era mi lugar sagrado y donde realmente era feliz.
Ya sabéis que yo nunca me creí una "superprofe" ni nada de eso. Yo os miraba con un respeto inmenso, casi sagrado. Sentía que tenía un tesoro muy delicado entre las manos: vuestros cuerpos y vuestras emociones. Me daba pánico que os hicierais daño, por eso estudiaba tanto (¡y siempre me parecía poco!), porque solo quería cuidaros y mimaros lo mejor que sabía. Lo hice con todo mi sentir, poniendo el corazón en cada corrección y en cada mirada.
Pero el destino, que a veces es caprichoso, llevaba tiempo mandándome señales y yo me hacía la sorda porque os quería demasiado para parar. Mi cuerpo me pedía tregua a gritos. Me tuvieron que intervenir varias veces, y vosotras no sabíais que muchas tardes volvía a la esterilla "remendada", ocultando mi dolor, solo por el placer infinito de veros y de compartir ese ratito mágico.
Hasta que la vida me frenó en seco. El cielo se me cayó encima con una tormenta inesperada inmensa y tuve que soltar a la "profe" para ser mamá leona y cuidadora a tiempo completo.
Así empezó mi última clase, la de la vida real:
Tuve que aplicar AHIMSA (puro amor) protegiendo a mi familia con uñas y dientes, desapareciendo del mundo para que ellos estuvieran bien.
Tuve que practicar BRAHMACHARYA guardando hasta la última gota de mi energía para que mi casa no se derrumbara.
Y mi verdad (SATYA) es que estaba rota de dolor. No me fui porque dejara de quereros, ¡al revés! Me fui porque estaba tan hundida que me daba vergüenza que me vierais así, sin luz, incapaz de sostener ese espacio tan bonito que habíamos creado. Yo, que siempre os decía que "todo está bien", no supe cómo dejarme cuidar.
En medio de ese caos, quiero mandar un beso al cielo a mis ángeles, Patri y Jeny. Gracias, amigas, por coger el timón cuando mis brazos ya no podían remar, por intentar salvar nuestro barco con tanto cariño. No sabéis cuánto valoro lo que hicisteis.
Me duele el APARIGRAHA (soltar): tener que asumir el cierre y que el final fuera tan triste y solitario, cuando yo siempre intenté ponerle mimo, velas y calorcito a cada detalle. Perdonadme, mis niñas, si sentisteis que os fallé.
Aunque el local ya no exista, quiero dejar esta ventanita de Facebook abierta. Si alguna vez me necesitáis, escribidme, que me hará mucha ilusión saber de vosotras. Y quién sabe... la vida da muchas vueltas y ojalá algún día, si recupero la fuerza, nos volvamos a abrazar.
Gracias por haberme dejado cuidaros. Ha sido el regalo más bonito de mi vida.
Y para cerrar esta última clase, os deseo lo más importante, lo que ahora yo también busco para mí: MAITRI. Que os miréis siempre con dulzura, con amor incondicional, que seáis vuestras mejores amigas. Y recordad: aunque el estudio eran cuatro paredes, la luz que encendimos juntas la lleváis dentro. Que vuestra respiración sea siempre vuestro refugio.
Os quiero infinito. Y os debo un café un té o lo que se tercie a todas, no os imaginais lo importantes que sois para mí.
Namasté,
Pepi