13/11/2025
El cuello guarda secretos que pocas veces miramos con atención: es el puente que sostiene nuestra cabeza y conecta con el resto del cuerpo, pero también es el lugar donde se acumulan silenciosamente muchas de nuestras tensiones. Cuando el estrés se instala, los músculos empiezan a endurecerse, los escalenos se tensan, la mandíbula aprieta y hasta la respiración se vuelve más corta.
Esa rigidez no aparece de golpe, sino que se va tejiendo poco a poco, como si cada preocupación se quedara atrapada en las fibras musculares. El cuello alberga la tiroides y las paratiroides, guardianas de nuestro metabolismo y equilibrio interno, pero también refleja lo que callamos y lo que cargamos. Es un espacio vulnerable, expuesto, que nos recuerda que lo físico y lo emocional nunca están separados: cuando no expresamos lo que sentimos el cuello se convierte en un embudo que guarda palabras y emociones no dichas. Por eso, cuidarlo es más que estirarlo o masajearlo; es aprender a soltar, a respirar, a liberar lo que pesa. El cuello habla de nosotros sin pronunciar palabra, y escucharlo es un acto de autocuidado profundo.