24/10/2025
REFLESIÓN CON UN CAFÉ
Las redes no me dan la vida, me la quitan
Hubo un tiempo en que escribir en redes era un placer.
Un espacio donde compartir pensamientos, experiencias, emociones… donde sentías que realmente conectabas con las personas, que lo que decías llegaba, inspiraba, removía.
Pero poco a poco, ese lugar se fue transformando.
Dejó de ser una comunidad para convertirse en un mercado.
Y los que estábamos ahí por vocación, por pasión, por amor al conocimiento o por simple humanidad… empezamos a notar que algo se rompía.
Las redes sociales son, en el fondo, grandes empresas con una estrategia muy bien diseñada: primero te dan visibilidad, te hacen creer que estás creciendo, que estás llegando a más gente.
Y justo cuando te has acostumbrado a ese “éxito”, te la quitan.
Entonces aparece el mensaje silencioso pero contundente:
“Si quieres que te vean… paga.”
Y ahí está la trampa.
No te quitan solo el dinero, te roban el tiempo, la energía y la ilusión.
Porque mientras te esfuerzas por crear contenido, por escribir con el corazón, por cuidar la forma y el fondo… el algoritmo decide si mereces ser vista.
Y no, no hay nada más desmotivador que sentir que lo genuino se mide por métricas.
Por eso, un día, simplemente dejas de publicar.
No porque ya no tengas nada que decir, sino porque prefieres decirlo en la vida real.
Porque donde realmente encuentras el valor de tu trabajo es en ese paciente que te dice: “Llegué aquí porque me hablaron de ti.”
O en ese joven psicólogo que te comenta que una publicación le ayudó a encontrar su vocación.
Eso —eso sí— tiene sentido.
Ahí no hay algoritmo que mida la emoción.
Ahí hay vida, hay humanidad, hay conexión.
Quizá las redes tengan los días contados tal y como las conocemos.
Porque ninguna estructura que priorice el dinero sobre la autenticidad puede sostenerse eternamente.
Pero mientras tanto, quedémonos con lo que sí permanece: la palabra sincera, el contacto humano, el trabajo bien hecho, el mensaje que transforma aunque llegue solo a uno.
Porque, al final, las redes podrán limitar el alcance de nuestras publicaciones… pero nunca podrán limitar el alcance de lo que somos.