15/10/2025
🧠🐥Imagina que en tu cerebro hay una bandada de pajaritos mensajeros.
Cada uno tiene una función: algunos llevan mensajes de placer, otros de calma, otros de alerta.
Cuando todo va bien, los pajaritos vuelan coordinados: se reparten el trabajo, se escuchan, y mantienen el equilibrio interno.
Pero un día llega la nicotina, y con ella un nuevo pajarito (uno brillante, rápido y algo tramposo).
Apenas llega, empieza a lanzar señales químicas al resto, sobre todo a los pajaritos del sistema dopaminérgico, los encargados del placer y la motivación (ubicados en circuitos como el núcleo accumbens o el área tegmental ventral).
Estos pajaritos, fascinados, comienzan a cantar más fuerte que los demás. 🎶
De pronto, el cerebro interpreta: Esto me hace sentir bien, necesito repetirlo.
Con el tiempo, la nicotina hace algo más sutil: silencia a los pajaritos naturales del bienestar🔇 (los del placer genuino, los de la calma después de un paseo); y así, el nuevo pajarito toma el mando. 👨🎤🎤
Ya no se fuma para sentir placer, sino para evitar el malestar que aparece cuando falta su canto.
🕹️En las áreas prefrontales, los pajaritos del control, la reflexión y la toma de decisiones intentan mantener el orden, pero están cansados: la nicotina actúa rápido, es reforzante y, además, mejora temporalmente la atención y el estado de ánimo (por acción sobre la acetilcolina y la dopamina).
Por eso, a corto plazo, parece “ayudar”.
Pero a largo plazo, el cerebro paga un precio: pierde flexibilidad, aumenta la impulsividad y se debilita la conexión entre el deseo y la conciencia de las consecuencias. 📴
Recuperar la armonía 🐥🎼
El proceso de dejar de fumar no solo consiste en expulsar al pajarito tramposo, sino en enseñar al resto a cantar de nuevo.
A reactivar los circuitos naturales del placer, la calma y la motivación interna.