La Atención al presente

La Atención al presente La atención al presente es un enfoque intencionado de la atención, que nos permite observar, sin v La definición no ha sido modificada desde 1948.

Visión

Las personas y la sociedad tienen necesidad de conocer los beneficios para la salud integral que es capaz de aportarles la atención al presente. Misión

Nuestra misión se centra en la generación de programas de investigación y entrenamiento que mejoren la salud individual y social adoptando un modo de vida atento a la realidad, sin prejuicios, con afecto y respeto por la vida en todas sus manifestaciones

OMS, 1946. DEFINICION DE LA SALUD

«La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.»

La cita procede del Preámbulo de la Constitución de la Organización Mundial de la Salud, que fue adoptada por la Conferencia Sanitaria Internacional, celebrada en Nueva York del 19 de junio al 22 de julio de 1946, firmada el 22 de julio de 1946 por los representantes de 61 Estados (Official Records of the World Health Organization, Nº 2, p. 100), y entró en vigor el 7 de abril de 1948. El objetivo de alcanzar la salud, no solamente corresponde a la medicina, sino a la sociedad y al individuo.

Perseguir la felicidad ¿me encadena al sufrimiento?REFLEXIÓN  Depende de lo que signifique “perseguir”. Cuando “felicida...
31/10/2025

Perseguir la felicidad ¿me encadena al sufrimiento?

REFLEXIÓN

Depende de lo que signifique “perseguir”. Cuando “felicidad” se convierte en objeto a capturar —sensaciones agradables constantes, aprobación continua, control del resultado— suele encadenar al sufrimiento. Aparece la comparación, la prisa y el miedo a perder. Se vive mirando el termómetro del ánimo: si marca alto, alivio; si baja, culpa o huida. Esa persecución fabrica escasez, porque ninguna experiencia satisface para siempre y el umbral de placer se eleva.

Otra cosa es orientarse hacia una vida con sentido. En vez de cazar estados emocionales, se cuidan las condiciones que los vuelven probables: atención al presente, vínculos confiables, trabajo con propósito, límites dignos, gratitud concreta. La alegría, aquí, llega como efecto secundario de actuar de acuerdo con valores, no como objetivo forzado. El dolor no desaparece, pero deja de ser enemigo y puede transformarse en tarea (aprender, reparar, acompañar, crear).

Tres trampas frecuentes del “perseguir” que aumentan sufrimiento:

1- Control emocional: “
................debería estar bien”. Resistir lo que se siente intensifica la emoción. Aceptarla y leer su mensaje la ordena.

2...............Comparación social: medir la vida con vidas editadas. Devalúa lo propio y alimenta rencor.

3..........Condicionalidad: “seré feliz cuando…”. Se posterga la vida a un futuro siempre móvil.

Ejemplos breves

x Redes y éxito: buscar validación diaria produce picos de euforia y resaca de vacío. Al reencuadrar en “aportar algo verdadero a quienes sirvo” y limitar la exposición, desciende la ansiedad y aumenta la calidad del trabajo.

x Vacaciones “perfectas”: la obsesión por que todo salga bien rompe la serenidad. Al priorizar intención (conectar, descansar) sobre guion, los imprevistos se integran y el disfrute se hace más real.

x Ascenso profesional: perseguido por prestigio, trae vigilancia y suficiencia frágil. Orientado por propósito (resolver un problema valioso, cuidar un equipo), el mismo ascenso se vuelve plataforma, no pedestal.

Perspectiva existencial: no todo se controla —pérdida, enfermedad, azar—, pero persiste la libertad de elegir la actitud y el para-qué. Cuando el esfuerzo se inserta en un significado elegido, el sufrimiento inevitable se dignifica y el evitable disminuye. Más que “ser feliz”, la pregunta operativa es: ¿qué vale la pena querer, aunque cueste?

Tres ejercicios simples

1- Del objetivo al valor (3 minutos).

Escribe una meta de felicidad (“quiero estar bien”). Reescríbela como valor + conducta: “cuidar claridad y vínculo” → llamar a X con escucha plena; “dignidad” → marcar un límite amable hoy. Evalúa por acciones, no por estado emocional.

2- Dosis de presencia y gratitud (2×60 s).

Dos veces al día: tres exhalaciones largas; nombra 3 sonidos, 2 colores, 1 sensación táctil. Luego registra una cosa por la que agradecer concretamente (“María me explicó el informe y aprendí…”). Desactiva comparación y centra lo real.

3- Permiso para sentir + paso mínimo (90 s).

Frase: “Puedo sentir esto sin pelearme.” Nombra la emoción y el valor implicado (miedo→cuidado; ira→límite; tristeza→vínculo). Define un paso verificable hoy que exprese ese valor.

Conclusión:

perseguida como fin, la felicidad encadena; practicada como consecuencia de vivir con sentido, se vuelve visita frecuente. No se trata de cazar mariposas, sino de cuidar el jardín donde deciden posarse.

"SÉ LA PAZ QUE BUSCAS"REFLEXIÓN  “SÉ LA PAZ QUE BUSCAS” no es consigna decorativa: es una tecnología interior. Significa...
30/10/2025

"SÉ LA PAZ QUE BUSCAS"

REFLEXIÓN

“SÉ LA PAZ QUE BUSCAS” no es consigna decorativa: es una tecnología interior. Significa asumir que la calidad del mundo que tocamos comienza por la calidad de nuestra presencia. No se trata de volverse intangible ni de renunciar al conflicto; se trata de ordenar la atención, orientar la intención y encarnar acciones que disminuyan el daño y aumenten el sentido. Paz no es pasividad: es firmeza sin odio, claridad sin dureza, cuidado sin complacencia.

Primero, la paz como atención.

Sin atención, reaccionamos: el miedo y el agravio dirigen la escena. Con atención, distinguimos hechos de historias, sentimos el cuerpo y elegimos. Ese pequeño espacio entre impulso y respuesta es el taller donde se hace la paz.

Segundo, la paz como intención.

¿Qué valor guiará la respuesta: dignidad, verdad, cuidado, justicia? Al elegirlo, la emoción deja de ser tirana y se vuelve señal. La paz no elimina el miedo; lo pone a trabajar al servicio de algo valioso.

Tercero, la paz como acción.

Si no llega a los gestos —palabras, límites, decisiones— queda en idea amable. Un “no” claro puede ser más pacificador que un “sí” resignado. La paz se prueba en lo verificable: cómo pedimos, cómo escuchamos, cómo reparamos cuando erramos.

Ejemplos breves

1- Conversación difícil.

Mensaje en tono áspero. Sin paz, réplica hiriente. Con paz: pausa de diez segundos, hecho (“tono duro”), emoción (“enojo”), valor (“claridad con respeto”), acción: “Para avanzar, ¿qué necesitas y para cuándo?”. Baja la temperatura, sube la eficacia.

2- Familia y cansancio.

Si la paz es adorno, uno se calla hasta explotar. Si es práctica, se pone un límite amable: “No puedo seguir en este tono; retomemos a las 17:00 con tres puntos”. Cuidar el vínculo exige cuidar el cuerpo.

3 Espacio social.

Indignación necesaria frente a una injusticia. Ser la paz no es neutralidad; es organizarse, documentar y actuar sin deshumanizar. La meta es reducir sufrimiento real, no ganar una guerra simbólica.

Perspectiva de fondo: no se elige lo que acontece, sí la actitud y el para-qué. Ahí la paz se vuelve dirección practicable: pensar, sentir y actuar en la misma línea, aun con temblor en las manos. No espera a que todo mejore para empezar; comienza donde estamos.

Ser la paz que se busca no es un estado perfecto; es una práctica que se renueva a cada paso. Con cada gesto coherente, la atmósfera cambia un poco: dentro y alrededor. Ahí empieza la transformación que sí nos corresponde.

¿Soy mi camino?REFLEXIÓN Tú eres tu camino, porque la vida no se recorre hacia afuera, sino hacia adentro. Cada paso que...
28/10/2025

¿Soy mi camino?

REFLEXIÓN

Tú eres tu camino, porque la vida no se recorre hacia afuera, sino hacia adentro. Cada paso que das, cada duda, cada caída, cada comprensión, forma parte de un trayecto que no te lleva a otro lugar, sino al encuentro contigo mismo. No hay un destino separado del caminante: el camino eres tú, desplegándote instante a instante.

Solemos pensar que el camino está hecho de metas, de logros o de experiencias por alcanzar. Pero en realidad, el camino se construye con la atención que pones en cada paso. Cuando vives presente, cuando no te niegas ni te escapas, el camino se ilumina bajo tus propios pies.

Ejemplo 1:
.......................alguien que atraviesa una pérdida profunda y, en lugar de huir del dolor, lo observa con ternura, está caminando hacia dentro: está siendo su propio camino.

Ejemplo 2:
.......................quien deja de imitar las huellas de otros y actúa desde su autenticidad, aunque dude o tropiece, avanza en el único camino posible: el suyo.

Ejemplo 3:
....................... incluso el error puede ser maestro cuando se lo vive con consciencia; en ese momento, el desvío se vuelve parte del sendero.

Tú eres el camino porque en ti está la dirección, la pregunta y la respuesta. Nadie puede transitarlo por ti, y ninguna meta puede reemplazar el acto de vivir conscientemente el recorrido.

Tres ejercicios para reconocer que eres tu propio camino

1- Detente y siente el paso

Al caminar hoy, aunque sea unos metros, hazlo lentamente. Siente tu respiración, tus pasos, tu presencia. No vas a ningún lado: ya estás.

2- Diario de trayecto interior

Al final del día, escribe no lo que hiciste, sino lo que comprendiste de ti mismo en cada experiencia.

3- Agradece tus desvíos

Recuerda una equivocación que te enseñó algo importante. Reconócela como parte de tu camino, no como obstáculo.

Aforismo:
“El camino no se busca: se es.”

¿Eres la ÚNICA RESPONSABLE de tu SUFRIMIENTO?REFLEXIÓN  Nadie es la única responsable de su sufrimiento. La vida impone ...
25/10/2025

¿Eres la ÚNICA RESPONSABLE de tu SUFRIMIENTO?

REFLEXIÓN

Nadie es la única responsable de su sufrimiento. La vida impone hechos que no dependen de la voluntad: pérdidas, enfermedad, violencia, condiciones económicas, memoria biográfica y hasta predisposiciones neurológicas. Eso es dolor: lo que acontece y hiere. Sin embargo, junto a ese dato objetivo aparece una zona donde sí existe margen: la manera en que la mente interpreta, mantiene o transforma lo vivido. Ahí comienza el sufrimiento evitable: dolor + resistencia/rumiación/identificación. La responsabilidad no es culpa; es capacidad de respuesta. Reconoce lo que excede el control y, a la vez, recupera agencia en cómo se responde.

Tres distinciones ordenan el tema:

1- Hechos vs. historias. El hecho es verificable; la historia es el relato que se añade (“esto me define para siempre”). Cuando el relato se absolutiza, el sufrimiento se prolonga.

2- Necesidad vs. deseo. La necesidad pide cuidado (seguridad, descanso, vínculo); el deseo puede volverse tirano. Cubrir necesidades reduce alarma; disciplinar deseos evita cautiverios.

3- Sentido vs. fijación. El sentido convierte el dolor en tarea (cuidar, reparar, aprender, servir). La fijación gira en círculos y erosiona.



Ejemplos breves:

Injusticia laboral. El hecho duele y no depende de uno. Hay vías externas (documentar, negociar, denunciar) y vías internas (evitar que la rumiación devore la autoestima). La dignidad se cuida afuera y adentro.

Duelo. Nadie elige la pérdida. La responsabilidad aparece en cómo se honra: rituales, pedir apoyo, sostener lo necesario y, cuando sea posible, transformar el amor en servicio.

Error propio. Hay cuota directa: pedir perdón, reparar y ajustar procesos. Si en cambio se instala la autoacusación infinita, el sufrimiento se vuelve castigo improductivo.

Perspectiva de fondo: la paz no exige negar el dolor, sino alinear pensar, sentir y actuar con un valor elegido (dignidad, verdad, cuidado, justicia). No todo sufrimiento es autodisuelto; hay situaciones que requieren ayuda profesional o cambios estructurales. Aun así, casi siempre existe un paso pequeño que está bajo control y mejora la relación con lo que ocurre.

Conclusión:

no se es la “única responsable” del sufrimiento; sí se es corresponsable de cómo se lo procesa y orienta. Reconocer límites externos protege de la culpa; asumir la parte propia devuelve libertad. En esa doble mirada —realismo y agencia— el dolor deja de gobernar, y la vida recupera dirección

Si el sufrimiento es una disfunción con auto cura ¿Cómo auto sanarme?REFLEXIÓNLlamar “disfunción con auto-cura” al sufri...
25/10/2025

Si el sufrimiento es una disfunción con auto cura ¿Cómo auto sanarme?

REFLEXIÓN

Llamar “disfunción con auto-cura” al sufrimiento es útil si se entiende bien: no todo dolor es auto-resoluble (traumas, depresión severa o riesgo vital requieren ayuda profesional inmediata). Pero mucho del sufrimiento cotidiano —rumiación, miedo anticipatorio, culpa estéril— se sostiene por hábitos de pensamiento, tensiones del cuerpo y narrativas que pueden reordenarse desde dentro. “Auto sanarme” no es suprimir lo que duele, sino cambiar la relación con ello hasta convertirlo en información al servicio de una vida con sentido.

Un camino práctico puede seguir tres movimientos: reconocer, reordenar, reorientar.

1-------------------------Reconocer.

El primer alivio suele venir de ver con precisión. Distinguir hechos de historias y nombrar la emoción y la sensación corporal. Lo que se ve con claridad pierde parte de su poder.

2-------------------------Reordenar
Regular el cuerpo (respiración, postura, ritmo) para que la mente recupere margen de maniobra. Sin cierta calma fisiológica, la lucidez es difícil.

3--------------------------Reorientar.

Preguntar: ¿qué valor está en juego (dignidad, cuidado, verdad)? y ¿cuál es el paso mínimo hoy que expresa ese valor? El sentido no borra el dolor, pero lo organiza y lo vuelve fecundo.

Ejemplos breves

Error en el trabajo.

Historia: “soy un fracaso”. Hecho: entrega tardía. Emoción: vergüenza. Valor: fiabilidad. Paso: avisar impacto, replanificar, pedir una revisión preventiva. La culpa se transforma en reparación.

Miedo escénico.

Historia: “haré el ridículo”. Hecho: exposición de 10 minutos. Valor: claridad/servicio. Pasos: guion de tres ideas, tarjetas de apoyo, una pregunta inicial para conectar y dos ensayos breves. El miedo se vuelve preparación.

Rencor antiguo.

Historia: “me arruinaron la vida”. Hecho: un agravio concreto. Valor: dignidad. Pasos: límite actual verificable, (si corresponde) pedido de reparación o, si no hay cauce, orientar la energía a proteger a otros de algo similar. La herida se convierte en tarea.

Perspectiva de fondo:

incluso cuando no se elige la circunstancia, permanece la libertad de actitud y para-qué. Esa elección repetida crea un orden interior que reduce el sufrimiento evitable y dignifica el inevitable.

Señales de avance:

1- menos rumiación,

más pasos concretos; el problema se vuelve específico y tratable; retorna la capacidad de agradecer y de poner límites sin odio. Si a pesar de practicar persisten la desesperanza, el insomnio severo o ideas de autodaño, pide ayuda profesional: reconocer ese límite también forma parte de la auto-cura inteligente.

Sanar, aquí, es alinear pensar, sentir y actuar bajo un valor elegido para que el dolor deje de gobernar y empiece a enseñar. Ahí comienza una paz que no depende de que todo sea fácil, sino de cómo se habita lo que toca.

¿Soy lo que pienso de mí?REFLEXIÓN Soy lo que pienso de mí” suena convincente, pero es incompleto. Lo que uno piensa de ...
23/10/2025

¿Soy lo que pienso de mí?

REFLEXIÓN

Soy lo que pienso de mí” suena convincente, pero es incompleto. Lo que uno piensa de sí mismo influye poderosamente en la percepción, en la emoción y en la conducta; no agota lo que uno es. El pensamiento es un mapa, no el territorio. Un mapa útil orienta; un mapa rígido confunde, reduce la experiencia a etiquetas y vuelve ciego a evidencias que las contradicen. La identidad es un proceso que se forma en la intersección entre historia personal, cuerpo, vínculos, acciones y valores elegidos. Pensamientos repetidos participan, sí, pero no son el soberano.

Hay riesgos en creer que “soy exactamente lo que pienso de mí”.

Autoencierro: “Soy torpe” se vuelve profecía. Evitas situaciones desafiantes y confirmas la etiqueta.

Arrogancia frágil: “Soy superior” protege de la inseguridad hasta que la realidad desmiente; entonces duele el derrumbe.

Deuda moral: “Soy el fuerte de la familia” impide pedir ayuda y erosiona relaciones.

Impostor crónico: “No merezco estar aquí” reduce presencia, toma de decisiones y aprendizaje.

Una alternativa más realista: soy lo que hago, con lo que me pasa, guiado por lo que valoro, bajo la luz —parcial— de lo que pienso. Así, el pensamiento se vuelve herramienta sometida a contraste con hechos y valores, y no dictador. En este encuadre, la libertad no consiste en fabricar una autoimagen perfecta, sino en elegir una actitud y un para-qué que ordenen la respuesta a las circunstancias. La responsabilidad personal es no confundir la voz mental con la verdad, y al mismo tiempo usarla para dirigir acciones que encarnen dignidad, cuidado y verdad.

Ejemplos breves:

1- “Soy malo hablando en público”. Hechos: dos tropiezos; historias: “haré el ridículo”. Valor: claridad. Acción: ensayo breve con tarjetas y una apertura simple. El yo pensado pierde peso frente al yo que actúa.

2- “Soy alguien que no necesita a nadie”. Hechos: cansancio y aislamiento. Valor: reciprocidad. Acción: pedir apoyo puntual y ofrecerlo. Cambia la realidad de los vínculos y, con ella, la autoimagen.

3- “Soy culpable por lo que pasó”. Hechos: decisiones mejorables; valor: reparación. Acción: pedir perdón y cambiar un procedimiento. Culpa estéril se transforma en responsabilidad fértil.

Tres ejercicios simples para explorar

1- Hechos / Historias / Valor / Paso (3–5 min).
Escribe la frase “soy…” que más te domina.
Lista hechos que la apoyan y hechos que la contradicen.

Nombra el valor que quieres cuidar (dignidad, cuidado, verdad, justicia).

Define un paso verificable hoy que exprese el valor (una llamada, un límite, un ensayo, una disculpa).

2- Evidencia contraria (90 s, diario 7 días).

Toma tu creencia central (p. ej., “soy torpe”) y anota una acción del día que no encaje con ella, por pequeña que sea. El objetivo no es negarla, sino des-absolutizarla.

3- Yo-en-acción (experimento de 24 h).
Elige un valor-guía en siete palabras (“claridad con respeto, sin prisa ni dureza”). Durante un día, antes de responder o decidir, pregúntate: ¿qué haría este valor? Ejecuta la versión mínima de esa respuesta. Observa cómo se siente la identidad cuando el pensamiento se subordina al valor.

Conclusión: lo que piensas de ti importa, pero no te define por completo. Cuando el pensamiento se somete a los hechos, a los valores y a la acción, deja de encarcelar y empieza a servir. Ahí la identidad se vuelve algo vivo: menos etiqueta, más dirección

¿Puede que sin atenderme intencionadamente, mi vida sea un barco a la deriva?REFLEXIÓN Sin una atención intencionada, la...
23/10/2025

¿Puede que sin atenderme intencionadamente, mi vida sea un barco a la deriva?

REFLEXIÓN

Sin una atención intencionada, la vida tiende a copiar inercias y urgencias ajenas; como un barco sin timón, se mueve, pero según el viento del momento. Atenderse no es encerrarse en uno, sino hacerse responsable del rumbo: ver con claridad lo que ocurre por dentro (cuerpo, emoción, pensamiento), recordar para qué vale la pena moverse y traducirlo en pasos concretos. La deriva suele aparecer cuando se delega el sentido al calendario, a la aprobación o al miedo.

Conviene distinguir dos estados. En piloto automático, la mente reacciona: compara, se defiende, busca alivios rápidos. Se hace mucho, pero sin dirección: cansancio con poca cosecha. En atención intencionada, se introduce una pausa breve para separar hechos de historias, elegir un valor guía (dignidad, cuidado, verdad) y actuar en consecuencia. No elimina las tormentas, pero permite navegar con criterio.

La perspectiva de fondo es sencilla: no se elige todo lo que sucede, pero sí la actitud y el para-qué. Cuando el esfuerzo se inserta en un propósito, el dolor se vuelve precio aceptado y la frustración, ajuste de rumbo. Sin ese para-qué, la comodidad se vuelve apatía y la dificultad, excusa.

Tres ejemplos cotidianos:

1 Trabajo.

Se encadenan reuniones y mensajes. Sin atención, todo es urgente y el día termina sin lo esencial. Con atención, se fija un faro diario: dos tareas de impacto y un límite claro a interrupciones. Misma energía, mejor resultado.

2 Relación.

Un comentario molesta y el resentimiento crece en silencio. En deriva, se acumula distancia. Con atención, se nombra el hecho, la emoción y la petición concreta. Se cuida el vínculo sin tragar ni explotar.

3- Cuidado personal.

El cuerpo da señales (rigidez, insomnio). En piloto automático, se niegan hasta que estallan. Con atención, se aseguran mínimos no negociables: sueño, alimento real, movimiento, pausa mental. La energía deja de ser azarosa.

La atención intencionada no es solemnidad permanente. Es una disciplina breve, repetida con amabilidad. Se aprende como se aprende a timonear: corrigiendo rumbo cada pocos minutos, no esperando el mapa perfecto.

Tres ejercicios simples para dejar de derivar

1- Brújula 7×7 (mañana, 45 s).

Escribe una intención en siete palabras o menos que oriente el día (por ejemplo: “claridad con respeto, sin prisa ni dureza”). Léela antes de cada decisión importante.

2- H–H–V–A (en el momento, 2–3 min).

- Hecho: una línea observable (“se cambió la fecha”).

- Historia: “no confían en mí” (apártala por ahora).

- Valor: ¿qué cuidas? (“dignidad/verdad/cuidado”).

- Acción: un paso verificable hoy (pedir criterios, renegociar alcance, proponer plan).
Repite cuando suba la activación; si pasa 7/10, pausa 90 s y vuelve.

3- Faro semanal (domingo, 5 min).
Elige un tema que da sentido (aprender X, cuidar Y, reparar Z). Define tres micro-acciones para los próximos siete días, con hora y lugar. Revisa el viernes: ¿qué acercó? ¿qué ajustarás?

La pregunta no es sólo si hay deriva, sino qué pequeño gesto hoy convierte viento en avance. Donde hay atención intencionada, pensar, sentir y actuar comienzan a alinearse; y el barco, incluso con mar cambiante, encuentra rumbo propio.

La atención convierte el temor en camino y el dolor en tarea.

¿Qué solemos hacer cuando nos descubrimos mintiendo?REFLEXIÓN Cuando nos descubrimos mintiendo, lo primero que solemos h...
22/10/2025

¿Qué solemos hacer cuando nos descubrimos mintiendo?

REFLEXIÓN

Cuando nos descubrimos mintiendo, lo primero que solemos hacer —casi de forma instintiva— es justificarnos. Decimos que fue por una buena causa, por no herir, por evitar un conflicto, o simplemente porque “no era tan grave”. La mente intenta proteger la imagen que tiene de sí misma, y la mentira, en ese contexto, se convierte en una forma de auto-preservación psicológica.

Mentir, en el fondo, no siempre busca engañar al otro: muchas veces busca evitar ver algo de uno mismo. Por eso, al descubrirnos mintiendo, sentimos incomodidad. No tanto por la falta de verdad, sino porque se desvela nuestra incoherencia interna.

Ejemplo 1: cuando alguien nos pregunta si estamos bien y respondemos “sí” mientras por dentro hay tristeza o enfado, la mentira protege la vulnerabilidad.

Ejemplo 2: en el trabajo, exageramos logros o disimulamos errores para no enfrentarnos al miedo de “no ser suficientes”

Ejemplo 3: en la vida cotidiana, decimos “no me importa” cuando algo nos duele profundamente, intentando convencernos de una fortaleza que no sentimos.

Cuando nos descubrimos mintiendo, tenemos una oportunidad preciosa: observar qué tememos mostrar. La mentira se convierte entonces en un espejo. Verla sin juicio, con curiosidad, nos acerca a la verdad. No hace falta forzar la sinceridad; basta con dejar de huir de lo que es.

Tres ejercicios para reconciliarte con la verdad

1- Observar la pequeña mentira

Durante el día, detecta esas mentiras sutiles —las de cortesía, las de evasión, las que disfrazan emociones—. No las condenes, obsérvalas.

2- Nombrar lo que escondes

Cuando te descubras mintiendo, pregúntate: ¿Qué estoy intentando proteger? ¿Qué temo que ocurra si digo la verdad?

3- Ejercicio de autenticidad

Una vez al día, expresa algo verdadero —aunque sea pequeño— que normalmente callarías. No por rebeldía, sino por coherencia interna.

Aforismo :

“Cada mentira es una llamada de la verdad pidiendo ser escuchada.”

¿La SATISFACCIÓN de las NECESIDADES es MOTOR de la PAZ?REFLEXIÓN La paz —personal y social— requiere dos palancas que se...
19/10/2025

¿La SATISFACCIÓN de las NECESIDADES es MOTOR de la PAZ?

REFLEXIÓN

La paz —personal y social— requiere dos palancas que se retroalimentan: necesidades cubiertas y sentido que orienta. Sin lo primero, la vida se agota en urgencias; sin lo segundo, aun con abundancia aparece el vacío y la rivalidad.

Conviene distinguir necesidades de deseos. Las necesidades sostienen la vida y la dignidad: alimento suficiente, descanso, salud, seguridad básica, vínculos de pertenencia, reconocimiento justo, posibilidad de aportar y ser escuchado. Cuando estas capas están crónicamente insatisfechas, la mente entra en alerta; la ansiedad y la agresión aumentan porque el organismo protege lo esencial. No se trata de “mala voluntad”, sino de un sistema nervioso defendiendo territorio mínimo. Al estabilizar esos fundamentos, desciende la reactividad y se libera atención para comprender, cooperar y crear: ahí comienza la paz operativa.

Pero también sucede lo contrario: cubrir necesidades sin orientación de para qué puede multiplicar deseos sin fin. Entonces la comparación y el prestigio sustituyen al sentido; se compite por símbolos y reaparece el conflicto. La paz profunda necesita un propósito elegido —cuidar, aprender, servir, crear— que ponga límites a la codicia y ordene los anhelos. Así, el bienestar no deriva en apatía, sino en responsabilidad.


Ejemplos breves

1- Barrio y seguridad.

Cuando falta luz y agua, crece la tensión y la desconfianza. Un comité vecinal que logra abastecimiento regular reduce conflictos inmediatos; al mismo tiempo, acuerda normas de convivencia y mecanismos de escucha. Necesidad cubierta + reglas compartidas = paz sostenible.

2- Familia y pertenencia.

Si el reconocimiento es escaso, emergen celos y reproches. Establecer rituales de gratitud concreta y límites claros baja la fricción. La casa deja de ser campo de juicio y se vuelve espacio de apoyo.

3- Trabajo y significado.

El salario paga cuentas, pero la paz laboral llega cuando además hay claridad de objetivos y justicia en los procesos. Un “por qué” explicitado disminuye rumores y alinea esfuerzos.

Perspectiva existencial: incluso cuando ciertas necesidades no pueden satisfacerse del todo, permanece la libertad de elegir actitud y orientar el sufrimiento hacia una tarea valiosa. Ese acto no maquilla la carencia; la convierte en energía para proteger lo esencial y mejorar lo que se puede.

Tres ejercicios simples

1- Inventario de necesidades (5 minutos).

Divide una hoja en dos: No negociables hoy (sueño mínimo, comida real, un contacto humano, 20 min de orden personal) y Postergables sin daño. Asegura los no negociables con hora y lugar. Cubrir fundamentos desactiva el modo supervivencia.

2- Mapa “Necesidad–Valor–Paso” (3 minutos por situación).

Necesidad: ¿qué falta realmente? (seguridad, pertenencia, reconocimiento, descanso).

Valor en juego: dignidad, cuidado, verdad.

Paso viable en 24 h: pedir apoyo, renegociar un plazo, bloquear 30 min de descanso, agradecer explícitamente un aporte.

3- Ritual de sentido (2 minutos, mañana y noche).
Mañana: formular una intención en siete palabras (“cuidar y decir verdad sin dureza”). Noche: anotar un hecho en que esa intención se encarnó y uno por mejorar. Consolida paz como práctica, no como accidente.

En síntesis: la satisfacción de las necesidades desactiva la alarma y posibilita la paz; el sentido elegido evita que la comodidad se vuelva apatía o codicia. Cuando ambas fuerzas se encuentran, pensar, sentir y actuar se alinean y la paz deja de ser frágil: se vuelve un orden vivo que cuida a las personas y a los vínculos.

¿Uno mismo es el CAMINO?REFLEXIÓN Uno mismo es el camino, aunque rara vez lo reconocemos. Buscamos fuera respuestas, mod...
16/10/2025

¿Uno mismo es el CAMINO?

REFLEXIÓN

Uno mismo es el camino, aunque rara vez lo reconocemos. Buscamos fuera respuestas, modelos, guías o fórmulas, sin ver que todo aprendizaje, toda transformación y toda paz comienzan en el territorio interior.
El camino no está en el futuro ni en un lugar distante: se despliega en cada paso consciente que damos hacia dentro. Caminar hacia uno mismo no es encerrarse en la individualidad, sino comprender que, al conocerse profundamente, uno se vuelve más lúcido, más libre y más capaz de relacionarse sin conflicto.

Ejemplo 1: quien vive repitiendo patrones sin observarlos, siente que el camino está bloqueado. Pero cuando se mira con honestidad —sin culpa ni defensa—, comienza a andar.

Ejemplo 2: en una crisis, solemos pedir que cambie el entorno; sin embargo, cuando cambiamos la manera de mirar, la realidad misma se reordena.

Ejemplo 3: quien se conoce a sí mismo deja de caminar a ciegas, porque cada paso está guiado por comprensión y no por reacción.
El camino de uno mismo no es un trayecto lineal hacia un destino, sino un continuo despertar. No hay meta final, solo presencia cada vez más clara.

Tres ejercicios para caminar hacia uno mismo:

1- Diálogo interior sin juicio
Dedica unos minutos al día a escribir o pensar: ¿Qué siento realmente hoy? ¿Qué parte de mí no estoy escuchando?

2- Presencia corporal
En cualquier momento del día, lleva la atención a tu cuerpo. Pregúntate: ¿Cómo estoy? ¿Dónde está la tensión? El cuerpo siempre te devuelve al camino.

3- Silencio revelador
Permítete momentos de quietud, sin propósito. No busques respuestas: deja que la comprensión surja sola, como una voz que emerge del fondo.

Aforismo :
“No hay camino fuera de ti: cada paso consciente te devuelve a tu origen.”

¿La ESCUCHA ACTIVA es un ACTO de SILENCIO?REFLEXIÓN la escucha activa es, en su esencia más profunda, un acto de silenci...
15/10/2025

¿La ESCUCHA ACTIVA es un ACTO de SILENCIO?

REFLEXIÓN

la escucha activa es, en su esencia más profunda, un acto de silencio. No un silencio vacío, sino un silencio lleno de atención. Escuchar activamente no consiste en esperar el turno para hablar, ni en preparar una respuesta mientras el otro se expresa, sino en ofrecer un espacio interior donde sus palabras puedan realmente ser acogidas.

En ese silencio, la mente deja de juzgar, de comparar o de anticipar. Entonces, el otro se siente visto y comprendido, no analizado. Escuchar con silencio es escuchar con todo el ser: con el oído, con la mirada, con el cuerpo relajado, con el corazón disponible.

Ejemplo 1: alguien te cuenta su dolor. Si interrumpes para aconsejar o corregir, oyes las palabras pero no al ser que las pronuncia. Si callas y atiendes, el otro se alivia: ha sido realmente escuchado.

Ejemplo 2: en una reunión, cuando escuchas con presencia, percibes más allá de los argumentos —el tono, la intención, la emoción—. Ese nivel de atención solo se da cuando hay silencio interior.

Ejemplo 3: incluso al escuchar música o la naturaleza, si la mente está quieta, cada sonido parece nuevo. Ese silencio interno amplía la percepción.

La escucha activa es, por tanto, una práctica de humildad: callar lo propio para dejar espacio a lo que el otro o la vida tienen que decir.

Tres ejercicios para cultivar la escucha-silencio:

1- Escucha sin intención

En tu próxima conversación, escucha sin preparar respuesta. Nota lo que sientes al ofrecer solo atención.

2- Silencio compartido

Dedica un minuto antes de hablar con alguien a permanecer en silencio, respirando. Verás cómo cambia la calidad del diálogo.

3- Oír los sonidos del presente

Durante el día, detente un momento y escucha todos los sonidos a tu alrededor sin clasificarlos. Solo deja que lleguen y se vayan.

Aforismo:

“Escuchar es callar lo propio para dejar que el mundo hable.”

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Las Palmas De Gran Canaria

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