18/07/2025
Varios de nuestros seguidores nos han etiquetado en la noticia sobre la Primera Cirugía contra la depresión en Colombia. Tema que nos parece bastante complejo de abordarse pero haremos el intento de esclarecer una visión al respecto:
Se trata de estimulación cerebral profunda para depresión resistente. El 9 de abril de 2025, se llevó a cabo este procedimiento quirúrgico en el Hospital Internacional de Colombia HIC, en Bucaramanga, y fue aplicada a Lorena Rodríguez Moreno, una joven de 27 años oriunda de Garagoa, Boyacá.
Lorena, una paciente con depresión mayor resistente a tratamiento, no había respondido a medicamentos ni psicoterapia, motivo por el cual fue candidata para esta cirugía, en el procedimiento se le implantaron electrodos en zonas profundas del cerebro conectados a un neuroestimulador en el pecho, colocado bajo su piel que emite impulsos eléctricos.
Según el neurocirujano William Contreras, líder del equipo,
“no es una cirugía hecha para cualquier paciente que sienta tristeza. Tienen que ser pacientes que ya han pasado por todos los protocolos de manejo farmacológico y terapéutico, incluida la psicoterapia, y que sigan con una depresión que les está alterando su calidad de vida.”
El procedimiento fue liderado por el neurocirujano William Contreras, con el respaldo de un equipo multidisciplinario. Y aunque los efectos completos de esta intervención podrían tardar hasta dos años en consolidarse, Lorena ya experimenta cambios significativos en su estado emocional.
🔬 Desde el conductismo radical: la conducta no se reduce al cerebro
El conductismo radical, siguiendo a Skinner, entiende que la conducta es producto de la interacción entre el organismo y su entorno, no únicamente de procesos neuronales. Si bien se reconoce la base biológica como condición necesaria, no es suficiente para explicar ni tratar la conducta compleja, como la depresión.
El uso de la estimulación cerebral profunda (DBS) puede modificar el umbral de respuesta a ciertos estímulos o alterar la reactividad emocional, pero no modifica la historia de aprendizaje, las contingencias actuales ni las funciones aprendidas de la conducta depresiva.
🧠 La depresión resistente como fenómeno multicausal
Desde una perspectiva psicosocial, la llamada “depresión resistente” suele implicar una red compleja de condiciones:
> Historia de castigos, pérdidas o control aversivo crónico.
> Déficits en repertorios conductuales como habilidades sociales, regulación emocional, solución de problemas.
> Estilos de vida desconectados de valores personales, comúnmente por redes de evitación experiencial.
> Contextos invalidantes o estresores estructurales (pobreza, exclusión, violencia de género, precariedad laboral, trauma complejo).
Una intervención exclusivamente médica podría reducir síntomas fisiológicos, pero no toca estas condiciones históricas y sociales que mantienen el sufrimiento.
⚙️ La DBS como modificación de la sensibilidad al reforzamiento
Desde un punto de vista técnico conductual, el procedimiento modifica la sensibilidad del sistema nervioso central ante ciertos estímulos reforzantes (p. ej., dopaminérgicos). Esto podría traducirse en:
> Mayor disposición a involucrarse en actividades que antes eran evitadas.
> Reducción del umbral de activación para conductas orientadas a reforzadores sociales o personales.
> Mayor plasticidad para el reaprendizaje de repertorios conductuales funcionales.
Sin embargo, sin un acompañamiento psicoterapéutico que redefina las funciones de la conducta y expanda el repertorio (por ejemplo, mediante ACT o DBT), es posible que los cambios sean limitados o no sostenibles.
🧩 Intervenciones complementarias desde ACT, DBT y AFC
Para que esta cirugía tenga sentido clínico en un marco contextual-conductual, debería ir acompañada de:
> Análisis funcional de la conducta depresiva, que ayude a entender funciones, antecedentes y consecuencias específicas.
> Activación conductual orientada a valores (ACT): no basta con “sentirse mejor”, sino que es necesario aprender a hacer lo que importa aunque duela.
> Entrenamiento en regulación emocional, tolerancia al malestar y habilidades de conexión interpersonal (DBT).
> Intervención psicosocial profunda: fortalecer redes, trabajo comunitario, despatologización de experiencias de sufrimiento.
🧠 Después de la estimulación: lo que no se dice con frecuencia
Aunque los titulares suelen centrarse en la “esperanza” y los cambios iniciales tras una cirugía como la estimulación cerebral profunda (DBS), es crucial hacer una pausa y mirar el panorama completo, especialmente desde un enfoque contextual y funcional.
🎢 Efecto de luna de miel… ¿y después qué?
Como ocurre con otras intervenciones neuromoduladoras (como la estimulación magnética transcraneal o incluso psicodélicos en protocolos psiquiátricos), los primeros días o semanas pueden mostrar un cambio abrupto del estado emocional, que se interpreta como éxito.
Pero cuando el entorno no cambia, cuando las contingencias aversivas persisten, y cuando el repertorio conductual no se ha expandido, es común que el malestar regrese, aunque con diferentes formas.
✳️ Lo que cambia fisiológicamente puede facilitar la acción… pero no la garantiza.
⚠️ El riesgo de romantizar el alivio rápido
Presentar estas intervenciones como “la nueva esperanza” o “la solución definitiva” es no solo inexacto, sino clínicamente riesgoso. La estimulación cerebral no enseña habilidades, no reestructura entornos abusivos, no repara vínculos ni resignifica la experiencia de vida.
Idealizar estos procedimientos puede:
> Generar falsas expectativas en quienes sufren.
> Deslegitimar tratamientos basados en procesos conductuales, emocionales y sociales.
> Minimizar la necesidad de acompañamiento terapéutico prolongado, incluso después de la cirugía.
🧬 Intervención invasiva ≠ resultados garantizados
Implantar electrodos en estructuras cerebrales profundas es una intervención neuroquirúrgica mayor, con riesgos físicos, neurológicos, emocionales y éticos. Además:
> No todas las personas responden igual.
> Algunas experimentan efectos adversos o indiferencia clínica.
> Puede haber adaptación neurológica, disminuyendo el efecto con el tiempo.
> En algunos casos, puede haber un “rebote depresivo” tras la retirada o disminución del estímulo.
Desde un enfoque conductual, esto se parece al fenómeno de extinción o pérdida de reforzamiento: si no se consolidan nuevos patrones funcionales, el sistema vuelve al repertorio aprendido anteriormente, aunque se haya modulado temporalmente la sensibilidad emocional.
🧱 ¿Qué pasa cuando el dolor regresa y el entorno sigue igual?
Una recaída post-intervención puede vivirse con mayor frustración o desesperanza, porque ahora parece que ni lo más “extremo” funcionó. Esto puede reforzar creencias de inutilidad o defectuosidad personal, y fortalecer el apego a explicaciones puramente biológicas del sufrimiento, como:
“Mi cerebro está dañado y no hay nada que hacer.”
Desde ACT y DBT, esto se trabaja con mucha claridad: la experiencia de sufrimiento puede ser válida sin que se vuelva tu identidad. La acción con sentido, la conexión con otros y la regulación emocional son procesos que deben entrenarse, no implantarse.
⚖️ Implicaciones sociales: Ética, consentimiento y el espejismo de la última opción.
> ¿A qué se le llama “resistente”?: muchas veces se etiqueta así a personas que no han tenido acceso a tratamientos realmente contextuales, sensibles al trauma y funcionales, o cuya historia de aprendizaje ha sido ignorada.
> ¿Qué dice esto de los modelos de salud mental?: pone de relieve una tendencia a medicalizar el sufrimiento y a intervenir el cerebro cuando fallan las respuestas estandarizadas, sin revisar críticamente los sistemas que producen dolor psicosocial.
> ¿Qué pasa con la autonomía y el consentimiento?: en contextos de desesperanza o desesperación, la elección quirúrgica puede no ser tan libre como se presenta, sino la única opción que el sistema permite.
¿Nuevas lobotomías con apariencia tecnológica?
Llamar a la estimulación cerebral profunda una “nueva esperanza” sin cuestionar sus implicaciones es repetir, con mejor marketing, lo que ya hicimos en el pasado con las lobotomías: intervenciones invasivas sobre el cerebro para acallar el sufrimiento, sin atender su función ni su origen contextual.
En los años 40 y 50, la lobotomía fue defendida como un “avance revolucionario”. Hoy, la historia la recuerda como un procedimiento violento que silenciaba síntomas al costo de la autonomía y la subjetividad.
Aunque la DBS es más precisa y reversible, el riesgo ético persiste cuando se usa como sustituto del análisis funcional, del trabajo contextual o de intervenciones sensibles al trauma. Especialmente cuando se presenta como última opción para personas ya vulneradas por sistemas que fallaron antes.
Cuando una sociedad medicaliza el dolor sin transformar las condiciones que lo generan, no está curando: está anestesiando.
En contextos de dolor crónico, desesperanza, trauma o pobreza, el consentimiento informado puede verse distorsionado. Una persona puede aceptar la cirugía no por convicción, sino por falta de otras opciones sostenibles.
Como profesionales, debemos cuestionar:
> ¿Qué tratamientos reales recibió antes? ¿O solo farmacología?
> ¿Hubo un abordaje funcional y contextual serio?
> ¿Se explicó claramente que esta cirugía no cura ni elimina la necesidad de procesos terapéuticos?
Desde el conductismo radical, modificar el sistema nervioso es intervenir una parte del organismo, no la totalidad del fenómeno conductual. La conducta sigue siendo una relación dinámica con el ambiente, mediada por la historia, el contexto y la función de cada respuesta.
Celebrar avances tecnológicos no implica negar su lugar limitado dentro del abordaje del sufrimiento humano. El alivio no es solo neuronal: también es relacional, funcional y contextual.
La estimulación cerebral profunda no debe entenderse como “cura de la depresión”, sino como un ajuste en la sensibilidad del organismo que, sin un trabajo funcional con la conducta y el entorno, corre el riesgo de convertirse en una solución incompleta. El bienestar psicológico no está solo en el cerebro. Modificar la activación cerebral puede abrir puertas:. Pero el camino lo camina la conducta, con historia, contexto, función y las relaciones.