01/11/2025
Hola abuela, voy a mandarte a S**o pa arriba, porque sé cuánto te gustan los perros, y este, te lo juro abuela, es el mejor.
S**o me acuna, cuando ya nadie lo hace, cuando todos han olvidado que hay noches en que sigues teniendo el miedo insondable de los niños.
S**o sabe donde estoy cada segundo, me encuentra incluso cuando yo ando perdida, y me rescata, me saca a la siguiente orilla, aún con el pelo revuelto y medio atragantada de mar, y me lame despacio el borde del daño, hasta que escuece un poco menos.
Pero ahora, abuela, yo no consigo hacer que a él le duela menos el día, sus insomnios y los míos no encuentran calma, porque ya somos dos cuerpos acurrucados que sollozan, porque duele más la vida que despedirse.
Cédele mis croquetas, la carnecita más blanda del puchero, las hojas crujientes de las flores de leche y un laíto en el sofá, que lo tengo mal acostumbrado abuela, que él no sabe de estar lejos de mi. Revuélvele el pelo de la cabeza, despacito, sin que se te enrede en los dedos, y háblale muy pegadita a la oreja.
Yo de trascender no se nada, es más, me temo, que es la calma de los que se quedan, esta idea loca de que tú me estés oyendo en un sitio paralelo que flota sobre mi o me envuelve, me parece un absurdo y sin embargo... ojalá. Y no se si trasciende mi perro sordo y medio ciego, o si tú trascendiste con las piernas hinchadas llenas de varices verdes, pero seguro, no trascenderá con este dolor ni este llanto, eso seguro. Ojalá trascienda con la fuerza de cuando estallaba saltando las vinagretas y nadaba atrapando el agua de todas las olas, y revolcado en la arena nos sacudía todo el verano sobre las piernas.
Te regalo a mi perro, háblale de mi y abrázalo mucho.
Cuando se duerma, cuando por fin se duerma, yo voy seguir diciéndole que gracias a él me he sentido menos sola y casi imprescindible.
Gracias a los dos por acunarme siempre. Cuidaos mucho (y cuidadme, si es que es cierta esta locura de seguir existiendo siempre).
Ojalá.
