09/11/2025
Uno de los grandes errores que comentemos es querer comprender todo, aunque a veces es algo imposible.
La mente humana tiene una necesidad casi obsesiva de entender, de encontrar explicaciones, de ponerle lógica a lo que duele, a lo que no encaja o a lo que simplemente no tiene sentido. Pero en esa búsqueda incesante, muchas veces nos desgastamos intentando resolver un rompecabezas que no tiene todas las piezas.
Hay situaciones, decisiones o personas que simplemente no encajan en nuestros esquemas mentales, e intentamos analizar, justificar, o darle mil vueltas a algo que no puede explicarse desde la razón, porque pertenece al terreno de lo emocional, de lo irracional o de lo humano, que no siempre es lógico ni predecible.
El deseo de comprenderlo todo nos da la ilusión de control, pues creemos que si entendemos el porqué, podremos sanar más rápido, sufrir menos, o evitar que algo así vuelva a ocurrir. Pero paradójicamente, ese intento de control nos mantiene atados al pasado, al dolor o a la confusión.
A veces, el crecimiento llega cuando dejamos de buscar respuestas y empezamos a aceptar, aceptar que no todo tiene explicación, aceptar que algunas personas actúan desde su historia, su miedo o su inconsciencia, aceptar que hay momentos que simplemente suceden, y que resistirnos a ellos solo nos hace daño.
Comprender es útil, pero aceptar libera, porque cuando soltamos la necesidad de entenderlo todo, aparece algo más profundo: la paz.
Y esa paz no viene de la razón, sino de la rendición, de asumir que hay cosas que no dependen de nosotros, y que no comprenderlo todo también es parte de la vida.
Buen día amigas/os, ya estamos en marcha por nuestros sueños.