01/12/2025
En ocasiones reaccionas con más intensidad de la que toca. Una palabra te duele demasiado, un silencio te inquieta o te sientes pequeño sin saber por qué.
Eso no viene del adulto que eres hoy. Es algo que se quedó en ti cuando eras niño y no recibiste la seguridad, la atención o el cariño que necesitabas.
Por eso hoy aparecen patrones como buscar aprobación, ceder de más, exigirte demasiado o temer decepcionar.
Verlo ya es un paso enorme. No es culpa tuya: es una herida antigua que aún sigue activa.
Cuando notes una reacción fuerte, simplemente obsérvate sin juzgarte. Con ese gesto, el cuerpo empieza a aflojar.
No hay que luchar ni analizar. Solo darse cuenta.
Y si alguna vez sientes que este movimiento te supera, siempre puedes apoyarte en alguien que te ayude a mirar con más claridad, porque una guía externa facilita lo que uno solo tarda años en liberar.
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