07/12/2021
A VECES LO MEJOR ES NO HACER NADA
Vengo de ver a un caballito con un proceso respiratorio leve
-¿Y qué dice que le han puesto?- le pregunto al propietario, intuyendo de antemano la respuesta.
-Pues estos antibióticos y...
-Bien- pongo cara de póker y sigo con el interrogatorio (anamnesis, en la jerga sanitaria) que, bien interpretado, suele ser la mitad de la consulta, como mínimo.
En este caso, como en muchos otros, lo más probable es que se trate de una reacción inflamatoria ¡NO INFECCIOSA! del tracto respiratorio al polvo en suspensión que suelta el heno al moverlo, al comerlo. Los caballos predispuestos desarrollan unos síntomas (disnea, mucosidad, tos) que se confunden fácilmente con un catarro o algo más grave.
Los ollares (las fosas nasales de los caballos) están justo encima de la boca, como las nuestras, pero ellos meten todo el morro en el comedero o en la bala de hierba seca que le proporciona su dueño. La mayoría de nosotros emplea un cubierto para acercarse la comida a la boca, no necesitamos meter la cara en el plato, aunque en alguna ocasión he visto que...
Por tanto al comer, el caballo inhala esas partículas invisibles que tanto le perjudican. Ésto, tan aparentemente sencillo, no es intuitivo para todo el mundo. El dueño del animal que se ha preocupado de traerle un heno estupendo de la otra esquina de la península (lo siento, pero en las islas no hay heno bueno... ni malo) no deja de insistir en que es de la mejor calidad, y lo es, pero a nuestro paciente le sienta mal.
En estos casos quitando el heno se acaba el problema, así de fácil. Es verdad que hay medicamentos que pueden ayudar a que la resolución sea más rápida, pero tienen contraindicaciones y efectos secundarios que es mejor evitar.
Algo parecido ocurre con los catarros comunes. Igual que en el llamado homo ¿sapiens?, están provocados por virus que no son vulnerables a los antibióticos y se resuelven, normalmente en el transcurso de un par de semanas, cuando el paciente ha desarrollado los anticuerpos necesarios. Es cierto que a veces se complican y pueden derivar en neumonías o pleuritis muy graves y con mal pronóstico, pero es algo muy poco frecuente.
Sin embargo, igual que en la especie humana, hay quien no se queda a gusto si no le recetan el antibiótico correspondiente, aunque en este caso no corresponde a nada; es más, están contraindicados por sus posibles efectos secundarios y por el fomento de resistencias bacterianas que nos acaban afectando a los de dos patas.
Así pues, ante el catarro: paciencia y reposo. Los antiinflamatorios o el suero pueden ayudar, pero no suelen ser imprescindibles; además, está el tema controvertido de la fiebre.
La fiebre no es una enfermedad, sólo el síntoma de un proceso infeccioso, a menudo vírico. El organismo eleva la temperatura para crear un campo de batalla favorable a sus intereses, para ayudar a combatir la infección, pero siempre hay alguien que intenta evitarlo, ¿por qué? Todavía no lo sé, supongo que por una caridad mal entendida. Es cierto que hay casos hiperagudos que pueden llegar a ser peligrosos, pero, como vimos antes, son muy poco frecuentes. El animal febril está apagado y no come, apenas se mueve, y eso preocupa a su dueño. Es normal. Pero también debería serlo el que nosotros nos parásemos a contarle todo este rollo que os estoy apretando ahora: aguante un poco, amigo. Controle a su animal, tómele la temperatura dos veces al día, vamos a ver cómo evoluciona; podemos hacerle análisis, deberá descansar y tener agua a libre disposición, pero no siempre hay que hacer algo. Reconozco (y el que diga lo contrario ya está teniendo un problemilla con su nariz) que todos acabamos medicando al animal por si acaso y, sobre todo, para tranquilizar al dueño.
Personalmente, cuando tengo la confianza (con el dueño y conmigo mismo) suficiente espero a ver qué pasa, cómo evoluciona. Pero vivimos en el mundo de las prisas, de lo inmediato, de Amazon, de comida rápida, de conexión constante; somos unos cagaprisas incapaces de sentarnos a pensar y a esperar, que a veces es lo mejor, para nosotros y para ellos que, no lo olvidemos, viven a otro ritmo.
¿Esperamos pues?