08/02/2023
Hace un tiempo asistí a un taller terapéutico sobre la vergüenza y, al sentarme, me pregunté qué hacía yo allí (así, con una actitud abierta y proactiva). Miraba a la gente de mi alrededor y algunos parecían tensos, moviéndose sobre sus cojines, con la risa floja y las mejillas ya sonrosadas. Pensé que a unos cuantos les vendría bien el taller mientras me sentía tranquila (y agotada, porqué era un viernes a última hora).
“Yo no tengo vergüenza”, le dije a mi compañero y amigo que se sentaba al lado. He sido descarada toda la vida, no tengo pelos en la lengua, no me cuesta conocer a gente nueva ni hablar en público. Esa sesión sería pan comido.
Pero no. Las cosas rara vez son tan evidentes.
En ese taller sentí vergüenza y descubrí que yo no soy vergonzosa cuando controlo la situación. Cuando sé como comportarme con ese nuevo entorno, cuando siento que el auditorio me escucha o me arropa, cuando puedo prever las reacciones y modular mi conducta. Peeeero… si hago el ridíc**o, me hundo.
Hace unos días, en una fiesta llena de caras conocidas, sentí de pleno esa misma sensación. Bueno, en ese momento no sentí nada, pero al día siguiente sí. Y recordé ese sentimiento de descontrol, esa sensación de profunda vergüenza. Y me di cuenta que, probablemente, era una de las emociones más desagradables que yo puedo tener. Me protejo con mi cordura aparente y, cuando esta se desmorona y rompe el muro, me muero de vergüenza.
Con la misma vulnerabilidad que sostuve esa resaca, escribo hoy un texto para compartir (incluso con los de la fiesta) porqué seguramente tu también has sentido la sensación de ridíc**o cuando alguien te ha rechazado un beso, has cantado en un karaoke o has tenido una torpeza en público. Y has deseado, sin éxito, que la Tierra te tragara.
Pero me doy cuenta que, al confesar mi fragilidad, al exponerme al riesgo, pero con sensación de cierta seguridad, puedo bajar el muro. Mostrarte débil permite sentirte más fuerte, y si no quiero mostrarme siempre infalible y adecuada, la vergüenza se hace más amable.
No hay peor remedio para una emoción desagradable que intentar negarla.
Si te desnudas, que se te vea el c**o.
**o