Mar Pla Psicologia

Mar Pla Psicologia Soy psicóloga, coach y comunicadora

Hace un tiempo asistí a un taller terapéutico sobre la vergüenza y, al sentarme, me pregunté qué hacía yo allí (así, con...
08/02/2023

Hace un tiempo asistí a un taller terapéutico sobre la vergüenza y, al sentarme, me pregunté qué hacía yo allí (así, con una actitud abierta y proactiva). Miraba a la gente de mi alrededor y algunos parecían tensos, moviéndose sobre sus cojines, con la risa floja y las mejillas ya sonrosadas. Pensé que a unos cuantos les vendría bien el taller mientras me sentía tranquila (y agotada, porqué era un viernes a última hora).

“Yo no tengo vergüenza”, le dije a mi compañero y amigo que se sentaba al lado. He sido descarada toda la vida, no tengo pelos en la lengua, no me cuesta conocer a gente nueva ni hablar en público. Esa sesión sería pan comido.

Pero no. Las cosas rara vez son tan evidentes.

En ese taller sentí vergüenza y descubrí que yo no soy vergonzosa cuando controlo la situación. Cuando sé como comportarme con ese nuevo entorno, cuando siento que el auditorio me escucha o me arropa, cuando puedo prever las reacciones y modular mi conducta. Peeeero… si hago el ridíc**o, me hundo.

Hace unos días, en una fiesta llena de caras conocidas, sentí de pleno esa misma sensación. Bueno, en ese momento no sentí nada, pero al día siguiente sí. Y recordé ese sentimiento de descontrol, esa sensación de profunda vergüenza. Y me di cuenta que, probablemente, era una de las emociones más desagradables que yo puedo tener. Me protejo con mi cordura aparente y, cuando esta se desmorona y rompe el muro, me muero de vergüenza.

Con la misma vulnerabilidad que sostuve esa resaca, escribo hoy un texto para compartir (incluso con los de la fiesta) porqué seguramente tu también has sentido la sensación de ridíc**o cuando alguien te ha rechazado un beso, has cantado en un karaoke o has tenido una torpeza en público. Y has deseado, sin éxito, que la Tierra te tragara.

Pero me doy cuenta que, al confesar mi fragilidad, al exponerme al riesgo, pero con sensación de cierta seguridad, puedo bajar el muro. Mostrarte débil permite sentirte más fuerte, y si no quiero mostrarme siempre infalible y adecuada, la vergüenza se hace más amable.

No hay peor remedio para una emoción desagradable que intentar negarla.

Si te desnudas, que se te vea el c**o.

**o

O estás en las redes o estás en la vida, pensé el año pasado.Me sentía ahogada y no podía con todo: la terapia, la forma...
04/02/2023

O estás en las redes o estás en la vida, pensé el año pasado.

Me sentía ahogada y no podía con todo: la terapia, la formación, la agenda, las supervisiones de casos, la contabilidad (las facturas y los IVA’s son el mejor tragatiempo y tragafelicidad de nosotros, los autónomos). Y después, claro, la casa, la compra, el deporte, la meditación, el parque, las extraescolares…

Me faltaba tomar un vino entre semana, subir a la montaña, bajar, viajar, leer, parar, ver el mar… vivir de día, apurar las noches. Sumar horas a las jornadas y restar días eternos al calendario. Demasiado por digerir y poco tiempo para darse cuenta.

Así que poco a poco fui abandonando la costumbre de escribir unas palabras en el Instagram que tuvieran, tal vez, algo de sentido. Una story de vez en cuando, por aquello de compartir… pero poco más.

Ya ves, me dije, hay tanto material en la red que da lo mismo.

Pero a mi sí me importaba. Me di cuenta que, con ello, había dejado de dedicar unos minutos a la reflexión y la comunicación, que me había desconectado de una de las actividades que más me gustan: escribir sobre emociones y cognición. Pero, ¿cuándo puedo hacerlo?

Mi gran reto del 2023 es vaciar, un gran proceso que he empezado con una profesional maravillosa. Ahora no todo, sólo lo importante. Soltar lo que no, vivir con lo que sí. Y quiero volver a escribir.

Se puede vivir y estar en la red, pero entonces no puedo ir a misa.

Me estoy entrenando en la renuncia, cosa que generalmente se me resiste. De momento: reducción de jornada laboral y de las horas de tecnología.

Adiós a los NO’s, hola a mis Sí’s.

Y tú, ¿a qué vas a renunciar este año?

Cuando  me llamó para invitarme a presentar unas jornadas sobre autocuidado enseguida le dije que sí, con mi habitual “s...
17/11/2022

Cuando me llamó para invitarme a presentar unas jornadas sobre autocuidado enseguida le dije que sí, con mi habitual “sí a todo”. No fue hasta que colgué que me di cuenta a qué me habían invitado: AUTO CUIDADO, sí. Cuidarse a sí misma. Sí. Eso.

Me eché a reír.

Yo, que pasé años despertándome a las 4h de la mañana para estudiar.

Yo, que a veces no como o no ceno o ninguna de las dos y las cambio por unas galletas si no me da tiempo.

Yo, que voy a menudo corriendo, y me siento culpable cuando me paro.

Autocuidado. Sí. Autocuidado para comadronas, pa más inri.

Me paré a pensar ¿qué podía explicar a un grupo de 80 mujeres profesionales del cuidado y la atención que ellas no supieran ya? Saben que tienen que comer sano, hacer deporte, dormir. Lo que quizá se les escapa, como a ti y a mi, es porqué no lo hacemos.

Y aquí algunas de las dificultades y bloqueos para cuidarnos que, si nos pasan desapericibidas, nos las comemos y nos impiden:

1. PERMISO: Tener permiso interno para cuidarse es el primer paso (¿te sientes culpable? ¿lo mereces?)

2. APRENDIZAJE: Sobrevivir y tener emociones negativas es innato. Autocuidarse con emociones positivas hay que aprenderlo (¿quién te enseñó a ti?).

3. LOCUS DE CONTROL INTERNO: Darte cuenta que tus actos intervienen en el resultado de tu vida.

4. CAMBIO: Cambiar la conducta e instaurar hábitos tiene sus bloqueos: los aprendizajes anteriores, las creencias de tu familia de origen, la jerarquía de valores, etc.

Para un buen autocuidado psicológico y emocional también les dejé con estos 7 tips:

- Seleccionar bien los mensajes a los que te expones

- Higiene mental

- Autocompasión y aceptación

- Revisar el diálogo interno

- Poner límites

- Ir a favor del cambio y la transformación

- Despedirte de la perfección

Al final, entre risas, comentarios y preguntas de este delicioso auditorio, me di cuenta de que sí, claro que me cuido. Me cuido rodeándome de gente bonita, me cuido con mi buen humor, con el Mindfulness, con el dar y recibir amor, con el aprendizaje contínuo.

Y eso, después de hoy, es todo.

¡Adiós perfección, hola autocuidado!

Gracias por haberos autocuidado hoy conmigo🙏🏽❤️

23/05/2022

La calor és un gran excitador de neurones i persones i, aquests dies notam els seus efectes secundaris en la productivitat, l'estat d'ànim i la psicologia. Si vols saber un poc més, aquí va l'entrevista (a partir del minut 3)
!

Has discutit alguna vegada amb la seva parella per qui baixa els fems o escura els plats? (hauria de preguntar si us heu...
23/04/2022

Has discutit alguna vegada amb la seva parella per qui baixa els fems o escura els plats? (hauria de preguntar si us heu barallat per això aquesta setmana😉).

Enfadar-te amb la parella és comú, i també sa: et permet desfogar-te i posar límits. Ara bé, entendre el motiu real de la discussió, expressar emocions i fer una demanda clara i ajustada són les passes necessàries per transformar el context i crear un espai sa i segur per desenvolupar-vos conjuntament.

Avui, a l’ARA Balears, un nou article d’opinió: https://www.arabalears.cat/opinio/parella-qualsevol-mar-pla_129_4344956.html

¿Has discutido alguna vez con tu pareja por quien baja la basura o friega los platos? (debería preguntar os habéis peleado por ello esta semana).

Enfadarte con tu pareja es común, y también sano: te permite desahogarte y poner límites. Ahora bien, entender el motivo real de la discusión, expresar emociones y realizar una demanda clara y ajustada son los pasos necesarios para transformar el contexto y crear un espacio sano y seguro para desarrollaros conjuntamente.

Hoy, en el ARA Balears, un nuevo artíc**o de opinión: https://www.arabalears.cat/opinio/parella-qualsevol-mar-pla_129_4344956.html



18/04/2022
Las emociones son como tus tías, no con todas conectas igual. A mi me cuesta sentir la rabia, la vergüenza, la tranquili...
28/09/2021

Las emociones son como tus tías, no con todas conectas igual.

A mi me cuesta sentir la rabia, la vergüenza, la tranquilidad, la envidia, la antipatía, la agresividad, la soledad, la calma o el aburrimiento. Otras, sin embargo, me resultan habituales: el miedo, el amor, la pasión, la frustración, la impaciencia, la satisfacción, la gratitud, y otro centenar.

Hoy resueno con una, de la que se habla poco, y que a mí especialmente me flipa: la euforia.

Aunque muchos la consideren una emoción positiva, la euforia tiene sus cosillas. A diferencia de la felicidad o la alegría, puede ser es mucho más explosiva, adictiva y fugaz. Como un amante bandido (un bueno, claro), te eleva del suelo, te desequilibra y te perturba. No te deja pensar, ni dormir, ni crear, ni aterrizar. Y cuando se aleja, vuelves a por más.

Esta es una emoción muy codiciada por algunos épicos, evitada por los líricos, y rechazada por otros tantos. A mi personalmente me tiene loca desde que la conocí, de chiquitita. La persigo donde quiera que va, y me enamora y me condiciona a partes iguales. Me despierto, me arriesgo, me canso, me caigo y sigo, solamente para intentar atraparla durante un instante. Y aun así, a menudo se me resiste.

Y es que la euforia es así de caprichosa.

Maldita euforia la mía.

Hace poco me la encontré: andaba yo en un fin de semana de amigos cuando, en ese salto, ella hizo temblar la Tierra. Sentí de nuevo el pico de felicidad en la sangre, la conexión con el momento, la elevación del suelo, la sensación de perderme en la propia experiencia, de parar el reloj, de estar tan viva que podía morir o fundirme. Vibré. Nadé. Amé. Conecté. Reí. Euforicé.

Por suerte la euforia es efímera. Sube y baja y permite volver a poner los pies en el suelo, dormir, despertar y que sea martes. Pero en la sangre suele deja su esencia, ese veneno que hace que vuelvas a por más.

Gracias euforia. Por llegar, por estar y por irte. Nos vemos pronto.

“Dedícanos un post de los tuyos”, me pidió Laia ese fin de semana. Escribir sobre la exaltación de la amistad me sabía a poco, pero lo prometido es deuda.

“No me gustan los conflictos, me generan ansiedad… intento ayudar a todos para que estén bien y tengamos paz. ¿Es mucho ...
23/09/2021

“No me gustan los conflictos, me generan ansiedad… intento ayudar a todos para que estén bien y tengamos paz. ¿Es mucho pedir?”.

Es pedir todo, pensé en silencio.

Ella sentía ansiedad, baja motivación y había desarrollado una enfermedad autoinmune. Su pareja trabajaba todo el día, vivían con una madre autoritaria y una hija que sufría anorexia. Había tensión con la madre, con el marido, con la enfermedad de la hija, con, contra, de, desde, hacia, hasta, para, por, sin, según, so, sobre y tras.

“¿Cómo haces para mantener la paz a tu alrededor?”, pregunté.
“Pues nada. Ayudo a la niña con la comida y los estudios. Luego mi hijo pequeño, que también pide… y mi madre… es muy mandona y siempre se mete en todo, mis hijos se irritan con la abuela y al final he de intervenir, pero me llevo el cabreo de todos. Mi marido dice que mi madre me maltrata y que es culpa mía porqué yo me dejo”.
“Para mantener la paz en el exterior generas lucha en el interior”.
“Pero si yo no les calmo, e intento lidiar con todos, la sangre llegaría al río. Mi marido y mi madre se llevan fatal, y con los niños también… yo sólo intento poner paz”.
“Me parece que luchas demasiado. Quizá la paz llegue cuando abandones las armas”.

Trabajamos en soltar su necesidad de intervenir y aceptar el conflicto. Afrontó el miedo, aprendió a no resolver, a dejar que el malestar emerja y a sostenerlo. Dejó que cada uno se colocara en su sitio y asumiera sus emociones. Poco después estalló la Tercera Guerra Mundial: la relación entre el marido y la madre se tensó, el marido se aisló y ella tenía más carga familiar. La hija, harta de todo, se había refugiado en un novio, estaba distante y no sabía cómo ayudarla. La sangre desbordaba el río.

Han pasado cinco meses desde entonces y la guerra ha dejado su huella: la madre se ha ido a vivir con la hermana y ahora no le habla. La hija ha ingresado en un centro terapéutico para trastorno de alimentación. Le pregunto por el marido y se encoge de hombros, sin más.

“Y tu, ¿cómo estás?”. Cruzo los dedos detrás de la espalda.
“¿Yo?”, dice dudando. “Yo estoy en paz”.
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Descartes tenía razón y no seré yo quien le lleve la contraria: si piensas es porqué existes. Bien. Lo que no dijo, porq...
16/09/2021

Descartes tenía razón y no seré yo quien le lleve la contraria: si piensas es porqué existes. Bien. Lo que no dijo, porqué quizá se le olvidó, es que aunque no pienses también existes. Quizá incluso existas más, o te des más cuenta.

Uno de los temas recurrentes en la consulta es el ruido mental. “Pienso todo el rato”, “le doy muchas vueltas a todo”, “estoy agotada de mi”, “lo pienso tanto que me paralizo”, “todo me preocupa mucho”, “no puedo dejar de pensar”… piensas, piensas, piensas. Y existes, sí. Pero, ¿no podrías existir en silencio? En silencio mental. Un rato. Un paréntesis, por lo menos.

Tu mente te da la lata y no te deja en paz, vuelve siempre a los mismo temas de manera recurrente y circular porqué quiere avisarte, protegerte, evitarte el peligro, que estés en alerta, que lo hagas bien, que no te tropieces con esa piedra, para veteasaberqué. Pero la mente lo intenta, tiene una función buena para ti aunque el resultado sea nefasto.

Y tu luchas. Luchas contra ella para que se calle ya. Necesitas silenciar tus pensamientos y estar en paz, soltar eso que hace eco, que duele, que ahoga, aprisiona, invalida y mortifica. Pero no puedes y te quejas y pataleas y te juzgas y te cansas y sigues pensando y volviendo a los mismos lugares, a la misma crítica, a ese mismo discurso que te salva o te honra o te hunde o quizá todo junto.

Si quieres un TIP para silenciar tu mente en tres cómodos pasos busca en el post de otras personas (y luego me lo chivas). Yo de eso no sé.

Pero si quieres encontrar herramientas y entrenar tu mente para tener más higiene mental y libertad… te diré que sí se puede. Eso sí, como todo cambio, conlleva esfuerzo e incomodidad. Hay que renunciar a patrones, quitar el piloto automático, probar, confiar, soltar, callar y renunciar. No está chupao, pero nadie dijo que fuera fácil.

De momento, pregúntate: ¿cuánto estás pagando por mantener tu suciedad mental?

Que me enrollo demasiado, me dice. Que la gente no me lee, que esta es una red de consumo rápido. Textos cortos, mensaje...
09/09/2021

Que me enrollo demasiado, me dice. Que la gente no me lee, que esta es una red de consumo rápido. Textos cortos, mensajes provocadores, caritas sonrientes y invitar a la acción (“call to action”, perdón). No te líes, has de buscar el impacto y poner un selfie molón… así nadie te va a seguir.

Los influencers, los social Media Strategist, los Community Manager… ellos son los nuevos oradores del mundo digital, los pregoneros, los periodistas, los publicistas. Saben dónde darle y yo les escucho y afirmo con la cabeza… pero no. Yo no lo consigo. Esas cosas no me resultan.

“Pero si tienes la casa y el bolso llena de frases motivadoras”, insiste. “Eso es lo que funciona”. Y sí, me gustan las frases, las palabras sugerentes y incluso un selfiedevezencuando. Soy guionista y psicóloga, me gustan las palabras en todas las combinaciones posibles.

Pero cuando hablo de lo que te sucede, te duele, te enerva o te mortifica… entonces necesito más de 2.200 caracteres. Porqué no sé qué significa: “suelta lo que te hace daño”, “persigue tus sueños” o “sé la mejor versión de ti mismo” (siempre eres tu mejor versión, no hay otra disponible para descargar). Estas frases no son universales ni encajables, ni imperativos, ni lugares a los que ir. Tienen matices y bloqueos, requieren comprensión, sanación, estrategias y atascos. Si pudiera renunciar a mis miedos no necesitaría tu frase con fondo rosa. Gracias (y perdón).

Escribo desde mi lado honesto, empático y compasivo, buscando puentes para poder distinguirte entre tanta frase rota y sin sentido. Quiero saberte, entenderte y acompañarte. Y eso no se resume en un “primero te tienes que querer tu” con logo y letras arcoíris. Eso requiere paciencia, diálogo, contradicción, ir para adelante y para atrás, aceptación, palabras, palabras, palabras. Y silencio.

Cuando escribo un post suelo tener dos problemas: que he de recortar la mitad del texto para ceñirme al espacio y que nunca tengo una foto estupenda para ilustrarlo. Y no, quizá no sea muy de Instagram, pero hay vida fuera, y allí necesitamos hablar.

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¡Me encanta el 3 de septiembre! Después de las últimas 48 horas depresivas, al fin la gente deja de decir que hay que vo...
03/09/2021

¡Me encanta el 3 de septiembre! Después de las últimas 48 horas depresivas, al fin la gente deja de decir que hay que volver a trabajar y algunos incluso lo hacen. Ya solo nos queda “la vuelta al cole” del viernes que viene y podremos poner el piloto automático hasta la campaña de Navidad y del 1 de enero, con sus dietas, sus ahorros, sus cuestas. Y así todo, obligaciones y castigos.

Y es que quizá no hay que fustigarse, ni todo lo contrario. Ojito con los mensajes de: “eh tú, si sientes la depresión postvacacional no estás solo tío, es normal” y que luego añaden “haz algo, macho, anestésiate con unas cañas al salir del curro, alarga el verano”.

Sí. Vale. Bien. Una cerveza fresca casi siempre es un buen plan. Puede que te permita llegar a octubre con cierta embriaguez. Pero el año que viene septiembre vuelve y nunca consigues esquivarle.

“¿Existe el síndrome postvacacional?”, me preguntaron en una entrevista para televisión. Sí. Haberla, hayla. Está en el aire y también en los estudios de psicología. La tienen los profesores, los directores de banco, los conductores de autobús. La sienten los alumnos, los bomberos, los comerciantes, tú. Te cuesta adaptarte porqué eres un seres de costumbres y tu mente no quiere gastar energía en cosas nuevas ni difíciles. Eres listo.

Pero si el síndrome se te alarga más de quince días, y empiezas a sentir insomnio, disforia, aislamiento, irritabilidad, estrés, baja autoestima… entonces hay que para. No vale seguir por allí. Aunque cueste, aunque rasque, duela y se asome ante ti el vértigo, el miedo, el estrés, la soledad… el monstruo se hace pequeño cuando le miras a los ojos y le preguntas: ¿de qué desconecto en vacaciones? ¿voy a algún lugar o huyo? ¿con qué conecto? ¿cómo me hace sentir? ¿a qué renuncio para vivir así? ¿qué dice de mi?

La adaptación es normal, pero la depresión postvacacional no. No mola, no es necesaria y no la mereces. Aprovecha para sentir lo que sientes y poner solución. La cerveza, si está en la nevera, puede esperar.

Trabajar es parte de la vida, sí, pero no de la muerte.

“Lo que puedes es lo que puedes hoy, Mar, no lo que podrías en un caso hipotético”, me dijo ayer mi psicóloga mientras y...
27/08/2021

“Lo que puedes es lo que puedes hoy, Mar, no lo que podrías en un caso hipotético”, me dijo ayer mi psicóloga mientras yo me castigaba en su sofá. Y como siempre, tiene razón (no la etiqueto porqué no tiene Instagram, es tan buena que no lo necesita).

Quizá tu también crees que…

Podrías hacer deporte todos los días. Podrías priorizar. Podrías dormir ocho horas. Podrías disfrutar de las pequeñas cosas, ser asertivo incluso cuando te enfadas, desconectar al salir del trabajo. Podrías poner límites a tus hijos (pero demostrando tu amor y respeto y siendo constructivo y consciente y un supermodeloestupendoalqueseguir -si pueden alcanzarlo-). Podrías saber siempre lo que quieres, luchar por tus sueños y vivir coherentemente.

Pero de momento puedes comprarte unas zapatillas y apuntarte a un gimnasio al que no vas. Puedes acertar a veces con lo que quieres. Puedes dormir a rachas (y soñar con una siesta). Puedes disfrutar deaquello-unpoco-algúndía, enfadarte injustamente (y pedir perdón, pero flojito), desconectar un rato (dentro y fuera del trabajo). Puedes educar lo mejor que sabes a tus hijos (y pagarles la terapia cuando sean mayores). Puedes tener dudas, muchas dudas, luchar por sobrevivir y convivir con tu incoherencia.

Que tu mente pueda crear una imagen mental de tu ser con una gestión emocional divinadelamuerteybrillantequenosepasa, no quiere decir que puedas ejercerla. Ni siquiera que debas. De momento, sólo significa que puedes imaginarlo.

¿Qué haces entonces con todos esos deseos de “la mejor versión de ti mismo” que te vendieron y que nunca alcanzas?

Mantenerlos. Los vas a necesitar para seguir avanzando. Son un faro, una guía, un lugar al que acercarse. Pero no un imperativo de presente.

Ve con lo que puedes.
Date cuenta de lo que podrías.
Acepta la distancia entre ambos lugares.
(y, ya que estás, deja de pagar la cuota del gimnasio si no vas a ir... pagarla no quema calorías, y comerte la cabeza tampoco).

No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. Pero deja lo que podrías. Todo junto pesa demasiado.

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