20/11/2025
La ley de los ciclos
El Cielo y la Tierra tienen necesariamente unas relaciones, puesto que cada uno de esos dos términos depende del otro al tiempo que lo justifica, y el conjunto de las modalidades de esas relaciones es lo que se expresa con la ley de los ciclos (zhōu - 周).
Para la Tradición, todo fenómeno que aparece entre el Cielo y la Tierra es llamado ‘manifestación’ (tiān xià - 天下) ['todo bajo el Cielo'] y, lo mismo que para el hombre, se produce al mismo tiempo en el plano de la calidad y el de la cantidad, cuyas ‘proporciones’ varían según el momento del ciclo, ya que toda manifestación es evolutiva, yendo simbólicamente, ora de la Tierra hacia el Cielo, ora del Cielo hacia la Tierra, y en consecuencia se encuentra sometida a un ciclo.
Una simple mesa, por ejemplo, es una manifestación, puesto que ‘existe’. Hubo un tiempo en que no existía. Luego fue construida, y un día dejará de existir. Lo cual demuestra que el fenómeno cíclico se aplica, sin ninguna excepción, a todo lo que cae bajo nuestros medios de percepción.
Para estudiar los diversos tiempos de un ciclo, tomaremos el ejemplo del ritmo de los días y de las noches. En el curso de un nictémero (período de veinticuatro horas) [ciclo nictameral], se suceden estados completamente distintos: el día y la noche.
Para un observador que mire al sur, la trayectoria aparente del sol se realiza en el sentido de las saetas de un reloj, arriba de este a oeste (de izquierda a derecha) durante el día, y debajo de oeste a este (de derecha a izquierda) durante la noche.
Así pueden distinguirse, de buenas a primeras, un estado positivo arriba, entre el alba y el crepúsculo (Cielo), y un estado negativo abajo, entre el crepúsculo y el alba (Tierra), según este presente o no en el cielo del lugar de observación el sol, dispensador de calor y de luz.
Cada uno de esos estados está centrado sobre un eje vertical cuyo punto alto es mediodía, momento en que el sol llega a su culminación, y el punto bajo es medianoche, diametralmente opuesto al mediodía. Llamaremos a este eje vertical 'eje de los estados'.
Pero el ritmo que expresa el círculo hace que los dos estados opuestos se alternen, pasando incesantemente del uno al otro.
Cruzando el eje vertical, los separa un eje horizontal, cuyos extremos corresponden a unos puntos que, en nuestro ejemplo, son el alba a la izquierda y el crepúsculo a la derecha. En los dos casos, son puntos de paso entre los dos estados de día y de noche, en los que aparece una especie de indeterminación.
En efecto, al alba no puede decidirse si es ya de día o aún de noche, y lo mismo ocurre con el crepúsculo, en el que no puede decirse si es aún de día o ya de noche.
Esos dos puntos definen lo que llamaremos el 'eje de las variaciones', sol creciente (movimiento positivo) a la izquierda (Khepri, el sol de la mañana de los egipcios), de cero a doce horas, sol decreciente (movimiento negativo) a la derecha (Atoum, el sol egipcio de la tarde), de doce a cero horas.
Una vez trazados esos dos ejes, se plantea el problema de saber cuál es el momento exacto que señala el comienzo del nictémero.
En efecto, algunos pueblos, basándose en datos astronómicos (nómadas), hacen empezar ese ciclo a medianoche, en el momento en que el sol inicia su ascensión aparente, en tanto que otros (los sedentarios que duermen por la noche) fijan su comienzo al alba.
La Tradición, que aquí entendemos como la de los Protochinos, basada en lo noción del justo medio, como tendremos ocasión de comprobar a menudo a lo largo de estas páginas, aporta un punto de vista distinto e intermedio, cortando el esquema por medio de una línea oblicua.
Separadas por esta línea aparecen entonces dos zonas: la zona activa a la izquierda y arriba, que contiene la variación positiva centrada en el alba y el estado positivo centrado en el mediodía; y la zona inactiva a la derecha y abajo, que reúne la variación (crepúsculo) y el estado (medianoche) negativos.
En tales condiciones, el punto Mañana, que la Tradición llama ‘punto del canto del gallo’, señala el comienzo real del nictémero, que es el momento en que el sol abandona la zona inactiva para pasar a la zona activa.
Ese punto corresponde a las tres de la mañana, a medio camino entre medianoche y seis horas (alba de un día de equinoccio).
Diametralmente opuesto al punto de Mañana, el punto Tarde da la hora del centro exacto del ciclo nictemérico, las quince horas, momento en que el sol abandona la zona activa para entrar en la zona inactiva.
Perpendicular a esta oblicua, otra línea señala el punto Día entre el alba y el mediodía, y un punto Noche entre el crepúsculo y medianoche; de modo que el nictémero se encuentra finalmente dividido en cuatro sectores: la mañana, el día, la tarde y la noche, cuyos centros respectivos son el alba (seis horas), mediodía, y el crepúsculo (dieciocho horas) y medianoche.
En la práctica, y a partir de ahora, designaremos esos cuatro tiempos del ciclo por sector izquierdo (mañana), sector superior (día), sector derecho (tarde) y sector inferior (noche).
Extraído desde Medicina China, Medicina Total, de Jacques André Lavier
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