09/11/2025
No es casualidad, ni es cansancio. Es una escucha paciente, aunque asomen las prisas. Es como habitar una espera de verdad, porque siempre vivimos esperando. En realidad, es el silencio amado y la excusa perfecta para retirarme un poco sin desaparecer.
No es casualidad que hace dos días haya empezado a soplar el viento, que ya recoja hojas y tierra que se cae a mi patio. Es el estribillo del otoño, preparando el manto para el frío. Y si te das cuenta, así lo hace tu piel.
Aunque nos cambien la hora, aunque nos hagan creer que con el frío hay que encender luces, desatar los sentidos, obviar las señales y maltratar el silencio… el mundo, en su esencia, frena. Es como si corriéramos en una cinta apagada.
Cuando salgo a la calle, el sonido es diferente, la luz es diferente, y tengo ganas de sentarme a buscar las nubes que hace un par de días asomaban negras por el horizonte. Pero el viento las espanta.
Es un momento perfecto para la quietud, la introspección y la calma. Un ratito de vida para contemplar sin correr.
Te dejo aquí la razón por la que me siento frenar, sin parar del todo, por si quizá te habías dado cuenta de que a veces los ríos fluyen más despacio también.
R̥ta es, la música que hace que todo funcione, pero el ruido no nos deja escuchar.