02/12/2021
☽ | espejo
Nuestras hijas, nuestros hijos son nuestro espejo.
He acompañado a familias en situaciones y emociones de mucha frustración, poca tolerancia, poco respeto, poca paciencia y muy poquita confianza (en ellas mismas, en sus hijos/as y en mí). Familias que llegan a las sesiones intentando controlar el comportamiento de su bebé o de su hijo/a, queriendo que actúe de alguna forma concreta (¿cómo un adulto quizás?) y un largo etc.
Mi acompañamiento para estos casos es siempre, primero, enfocar la mirada en la comprensión de la maduración psicobiológica y entender las necesidades del momento presente. Y segundo, enfocar la mirada en una misma, buscando y preguntando por las resistencias personales de soltar y confiar. De dejar. De fluir. Y cuando indago un poquito más en privado con la familia, los ojos se humedecen. De repente, se abre la caja de silencios, heridas y bloqueos.
Y aquí, aparece el espejo. Porque lo que nos remueve es lo no sanado, lo encallado. Cuando las jarras de sensaciones amables hacia una misma (paciencia, comprensión, tolerancia, amor, etc) están muy vacías, nuestro yo más encarnado resurge. El cerebro reptiliano gana la partida, proyectando comportamientos que visualizan nuestra niña interior. Nuestras heridas. Nuestros bloqueos. Lo que duele. Y así, sin más, ejecutamos la realidad.
Atender con amor la infancia es vital. Pero atenderte y mirarte a ti con amabilidad y amor es fundamental. LA
BASE. Empecemos por nosotras mismas antes de demandar. ¿Qué me ocurre? ¿Por qué intento controlar el comportamiento de mi hijo/a? ¿Por qué siento esta presión en la garganta o en el pecho cada vez que hace algo que no me gusta? ¿Por qué me cuesta tanto soltar y confiar?
Y aquí es cuando se inicia el viaje. El largo viaje de consciencia y sanación.
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