14/10/2025
En defensa de la "locura" de Don Quijote, la razón que habita en el delirio 🤓
Don Quijote no estaba loco, o, mejor dicho, su locura era una forma distinta de entender el mundo. Mientras los demás se resignaban a la rutina y al sinsentido, él decidió ver gigantes donde solo había molinos. En ese acto de interpretación poética del mundo, se revela una verdad indiscutible de que la mente humana, cuando la realidad se vuelve árida, transforma el dolor en significado.
La psiquiatría moderna reconoce este fenómeno. Viktor Frankl, psiquiatra y sobreviviente de los campos de concentración, escribió: “Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos.” Y Don Quijote hizo precisamente eso. Cambió su percepción para sobrevivir al vacío existencial. Sus lecturas de caballerías no fueron un escape, sino una búsqueda espiritual, la de un hombre que no soportaba la mediocridad de su época y se inventó un propósito.
Sancho Panza, su inseparable compañero, es el contrapunto. Representa la sensatez, la tierra, el cuerpo. Don Quijote, en cambio, simboliza el alma que se eleva por encima de lo cotidiano. Entre ambos se despliega la dualidad que nos habita, el sueño y la razón, la fe y la duda, el ideal y el límite. Esa tensión es la que nos mantiene vivos.
El psiquiatra Carl Jung decía que “la neurosis es el sufrimiento de un alma que no ha descubierto su sentido.” La “locura” del hidalgo no es un desvarío clínico, sino una metáfora del alma que busca sentido en un mundo desalmado.
Su delirio no lo enferma, lo sostiene. Cada golpe recibido, cada burla soportada, cada caída frente al molino es una lección sobre la resiliencia del espíritu humano.
Cuando la angustia nos rodea, la mente crea ficciones para resistir, es una defensa, pero también una esperanza. Don Quijote transforma la desesperanza en aventura, el fracaso en gloria. Su locura no lo destruye, lo dignifica, lo resignifica. En su delirio, hay una lucidez que falta en quienes lo llaman loco.
Como escribió Erich Fromm, otro psiquiatra humanista: “El hombre cuerdo, en una sociedad enferma, parece loco.” Y acaso eso sea lo que Don Quijote vino a decirnos, vino a decirnos que la verdadera cordura consiste en seguir soñando, incluso cuando el mundo ha dejado de creer. Y sí, al final, los molinos eran gigantes. Solo que los demás habían dejado de verlos.
Julio César Cháves