24/11/2025
La herida está abierta: duele, sangra, ocupa toda la atención. Pide cuidados: limpiar, proteger, no rascar, no forzar. En psicología, una “herida” es un proceso en curso: una ruptura reciente, un duelo que aún arde, un límite que todavía no sabes poner. Aquí lo importante no es “ser fuerte”, sino atender: pausa, nombre, sostén, ayuda profesional si hace falta. Aprender, en fase de herida, es sobre todo aprender a cuidarte.
La cicatriz, en cambio, es un cierre. Ya no duele igual, pero queda una marca: te recuerda por dónde pasaste y qué te sirvió para salir. Una cicatriz no se borra: se integra. Es memoria que orienta. Te ayuda a reconocer señales, a detectar lo que no vas contigo, a elegir distinto. Recordar no es revivir: es saber y, desde ese saber, cuidarte mejor.
Cómo distinguirlas en tu día a día:
• Si te consume la energía y te desregula el cuerpo (pecho apretado, n**o en estómago, mente acelerada), probablemente es herida: cuídala.
• Si puedes hablarlo sin romperte, si hay comprensión y elección, es cicatriz: intégrala.
• Si alternas entre una y otra, es normal: la curación no es línea recta.
Qué hacer con cada una:
• Herida: menos juicio y más cuidado. Pide ayuda, baja exigencias, limita exposición a lo que reabre, sostén lo básico (sueño, comida sencilla, luz, movimiento suave).
• Cicatriz: convierte el recuerdo en guía. ¿Qué señales ignoraste? ¿Qué recursos te ayudaron? ¿Qué límites pondrás la próxima vez?
Una te hace aprender a cuidarte; la otra te ayuda a recordar cómo quieres vivir. Las dos forman parte de tu historia, pero ninguna define tu valor.
Pregunta para ti: ¿qué parte de tu vida hoy necesita cura… y qué parte solo te está recordando el camino?