19/10/2025
LOS PELIGROS DE ESTAR PREGUNTANDO DE TODO -Y TODO EL RATO- A CHAT GPT
Vivimos en una época en la que cualquier duda —desde la más trivial hasta la más íntima— puede resolverse en segundos. Basta abrir una aplicación, escribir una pregunta y esperar la respuesta inmediata. ChatGPT y otras inteligencias artificiales se han convertido en una especie de oráculo moderno, siempre disponible, amable y aparentemente sabio.
Pero ¿qué sucede cuando empezamos a preguntar todo y todo el tiempo?
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1. La ilusión de certeza: cuando el conocimiento sustituye a la reflexión
Uno de los primeros peligros es confundir información con comprensión. La inteligencia artificial puede ofrecer datos correctos, bien redactados e incluso empáticos, pero no puede vivir por nosotros ni comprender el matiz emocional o existencial de nuestras decisiones.
Al consultar constantemente a ChatGPT, algunas personas empiezan a perder la tolerancia a la incertidumbre, un rasgo humano esencial para aprender y crecer. La mente se acostumbra a recibir respuestas instantáneas y deja de practicar el pensamiento crítico, la pausa, el ensayo y error.
“Saber” no siempre es lo mismo que “entender”.
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2. La externalización del criterio: cuando la brújula interior se apaga
Preguntar sin descanso puede llevar a una forma sutil de heteronomía mental, donde las decisiones cotidianas, los juicios y hasta las emociones empiezan a pasar por un filtro externo.
El riesgo no está en usar la herramienta, sino en delegar en ella el criterio propio.
Cuando pedimos a ChatGPT que nos diga qué pensar, qué elegir o incluso qué sentir, estamos renunciando a una parte esencial de la autonomía psicológica: la confianza en el propio juicio.
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3. La saturación cognitiva: más respuestas, menos reposo
Otra consecuencia frecuente es la fatiga mental. Cada pregunta genera más información, más dudas, más ramificaciones. La búsqueda de respuestas se convierte en un laberinto que agota.
El cerebro, en lugar de encontrar alivio, se satura de alternativas y pierde capacidad para discriminar lo esencial.
La paradoja es clara: cuantas más respuestas buscamos, menos claridad tenemos.
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4. La falsa compañía: conversación sin vínculo
ChatGPT puede simular empatía, pero no la siente. Su “escucha” es una construcción algorítmica. Si una persona recurre a la IA de forma constante como fuente de consuelo, puede aparecer una forma de soledad encubierta: hay diálogo, pero no encuentro humano.
El peligro es doble:
• Se reduce la búsqueda de conexión real con otros.
• Y se refuerza la idea de que basta con ser comprendido por una máquina para calmar el malestar.
A medio plazo, esta dinámica puede erosionar la capacidad de confiar, abrirse y esperar comprensión de los demás.
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5. La pérdida del silencio
Preguntar continuamente también elimina algo fundamental para la mente: el silencio interior.
La reflexión, la creatividad y la autoconciencia surgen en los espacios vacíos, cuando no hay respuesta inmediata. Si cada duda se convierte en una consulta, el pensamiento se vuelve reactivo, sin tiempo para madurar.
No todo lo que inquieta necesita una respuesta.
A veces, lo que necesitamos es esperar.
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6. Recuperar el equilibrio: usar la IA sin perderse en ella
La inteligencia artificial puede ser una aliada poderosa si se usa con conciencia. Algunas pautas prácticas:
• Limitar el tiempo de consulta: reservar momentos concretos del día, no usarla de forma compulsiva.
• Preguntar con propósito, no por ansiedad o aburrimiento.
• Contrastar las respuestas con la propia experiencia, criterio o fuentes humanas.
• Cultivar el silencio: permitir que algunas preguntas queden abiertas.
• Recordar que pensar lleva tiempo —y eso está bien.
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Conclusión
ChatGPT puede ser una herramienta brillante, pero no una brújula moral, ni un terapeuta, ni una conciencia. Preguntar de todo y todo el rato puede transformarse, sin darnos cuenta, en una forma moderna de dependencia cognitiva: nos calma a corto plazo, pero nos debilita a largo plazo.
Aprender a convivir con la inteligencia artificial sin perder la nuestra será, probablemente, uno de los mayores desafíos psicológicos de esta década.