28/11/2025
¿CUIDAMOS NUESTROS OJOS?
El microbioma ocular: más allá de lo que se ve a simple vista.
Las bacterias, virus y hongos que colonizan el cuerpo, incluyendo algunos que viven directamente en la superficie ocular, pueden desempeñar un papel importante en la salud ocular.
La ciencia está llena de pequeños y felices accidentes, como han descubierto Anthony St. Leger y su equipo de investigación. Intentaban estudiar los microorganismos que viven en la superficie ocular de ratones, pero tenían dificultades para que las bacterias crecieran en el laboratorio. Entonces, se produjo una casualidad, como tantas veces ocurre en la investigación científica: "Estábamos cultivando bacterias y olvidamos una placa en una cámara", explica St. Leger, inmunólogo ocular de la Universidad de Pittsburgh en Pensilvania.
Cuando el equipo encontró la placa una semana después, los investigadores descubrieron que una bacteria crecía en ella. Inicialmente, St. Leger pensó que la placa estaba contaminada. Pero su equipo repitió la situación desde cero, esta vez permitiendo que los microbios se multiplicaran durante una semana. De nuevo, la bacteria de interés, Corynebacterium mastitidis, creció; una sorpresa...
La bacteria simplemente crecía lentamente y necesitaba más tiempo para multiplicarse. “Todo mi programa de investigación gira en torno a esa placa olvidada”, dice St. Leger.
Durante muchos años, se creyó que los ojos eran estériles. Pero los tenaces intentos de cultivar bacterias a partir de pequeñas muestras de la superficie ocular —y los avances en la secuenciación genética, que permiten obtener lecturas de ADN o ARN microbiano sin necesidad de cultivar los organismos en placas de cultivo previamente— han demostrado que el ojo tiene su propio microbioma.
En la superficie ocular, solo hay unas 6 bacterias por cada 100 células humanas. En cambio, el colon humano tiene aproximadamente 39 billones de bacterias, la mayor densidad del cuerpo. Algunos oftalmólogos llaman al ojo «paucibacteriano», lo que significa que tiene pocas o pocas bacterias. Aun así, los microbios podrían tener un efecto notable en la salud ocular.
Algunos tipos de bacterias, como Staphylococcus, Streptococcus, Propionibacterium y Corynebacterium, se está descubriendo que son miembros influyentes del microbioma ocular. Por ello, se está realizando un esfuerzo considerable en comprender cómo los microbios del intestino y otras áreas del cuerpo pueden afectar la salud ocular. En conjunto, estos conocimientos podrían allanar el camino para tratamientos más eficaces en diversas afecciones, como el ojo seco doloroso y trastornos que causan ceguera, como el glaucoma.
Principales sospechosos
Los investigadores que exploran el microbioma ocular se centran principalmente en las superficies oculares. Estas incluyen la capa transparente de tejido que cubre la parte blanca del ojo, la conjuntiva, y la córnea, que cubre el iris y la pupila. El análisis metagenómico —un método para secuenciar una amplia gama de microbios sin cultivarlos en el laboratorio— se ha utilizado para estudiar el líquido intraocular, pero los científicos aún no están seguros de si existen poblaciones de microbios (microbiota) en ese espacio interno. "Hasta la fecha, los intentos de caracterizar un microbioma intraocular no han arrojado ninguna colonización convincente", afirma Russell Van Gelder, oftalmólogo de la Universidad de Washington en Seattle. La identidad y la cantidad de bacterias en la superficie ocular parecen influir en la salud del ser humano. Se cree que algunos géneros bacterianos, como Staphylococcus, Corynebacterium y Lactobacillus, son beneficiosos. "En ojos sanos, contribuyen a la estabilidad de la superficie ocular", según Marco Zeppieri, oftalmólogo del Hospital Universitario de Udine (Italia). Si la microbiota se desequilibra (disbiosis), pueden surgir problemas. Las personas con glaucoma, por ejemplo, presentan una mayor presencia de Pseudomonas y Acinetobacter en los ojos. Este cambio, según Zeppieri, podría provocar inflamación y contribuir a la progresión de la enfermedad, lo que aumenta la presión ocular y, en última instancia, puede dañar el nervio óptico. Incluso un crecimiento excesivo de bacterias aparentemente beneficiosas puede provocar infecciones que ponen en peligro la visión, como la queratitis microbiana.
La disbiosis de la superficie ocular también puede provocar blefaritis (una afección que causa hinchazón de los párpados) y conjuntivitis. Esta última puede provocar cicatrices en el ojo en casos graves y suele estar relacionada con virus que se detectan en el microbioma ocular. "La mayoría de las conjuntivitis, probablemente más de tres cuartas partes en Estados Unidos, son virales", afirma Van Gelder.
Van Gelder forma parte de una iniciativa, lanzada en 2023 por el Instituto Nacional del Ojo de EE. UU., conocida como el Proyecto del Microbioma Ocular. Este grupo de laboratorios trabaja para comprender el entorno microbiano del ojo. Mediante técnicas de secuenciación avanzadas, Van Gelder y sus colaboradores caracterizaron un adenovirus que encontraron en personas con conjuntivitis y estudiaron la sutil variabilidad genética de dicho virus entre personas. "La conclusión, que nos resultó completamente inesperada, es que se podía predecir qué córnea iba a cicatrizar únicamente a partir de la secuencia viral", afirma. "El huésped no importaba".
El ojo seco afecta a alrededor del 10 % de los adultos en Estados Unidos y hasta al 30 % en otros países. Por lo tanto, desentrañar este misterio no es tarea fácil. "Si experimenta molestias por fatiga visual o sequedad ocular, puede provocar una sensación persistente de falta de sueño durante todo el día", indica Noriyasu Hashida, oftalmólogo de la Universidad de Osaka (Japón), que estudia el microbioma ocular.
El microbioma intestinal también se ha relacionado con la degeneración macular asociada a la edad. Esta afección es una de las principales causas de ceguera y afecta a unos 200 millones de personas en todo el mundo. Si bien existen resultados contradictorios sobre qué bacterias son más prevalentes o cuáles están más disminuidas en el intestino de las personas con esta afección, los investigadores han encontrado ciertas correlaciones entre los cambios bacterianos que promueven la inflamación en el intestino y la afección ocular.
Más pistas sobre la conexión entre el microbioma intestinal y la salud ocular, conocida como el eje intestino-ojo, provienen de personas con enfermedad inflamatoria intestinal (EII). Alrededor del 10 % de las personas con EII que desarrollan síntomas más allá del tracto digestivo experimentan problemas oculares, como conjuntivitis, uveítis (inflamación de la capa media del tejido ocular) y epiescleritis (inflamación entre el párpado y la esclerótica).
Algunos científicos también están investigando la posible comunicación cruzada entre los pulmones y los ojos. Por ejemplo, el glaucoma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) comparten algunos mecanismos subyacentes, como la disfunción vascular y el aumento del estrés oxidativo. Otros investigadores investigan si el uso de lentes de contacto transfiere bacterias de la piel a la superficie del ojo o si el propio material de las lentes podría alterar el microbioma ocular.
Visión de futuro
Discernir si las enfermedades oculares son consecuencia directa de infecciones oculares o si están relacionadas con la inflamación inducida por microbios, ya sea en el ojo o en otras regiones, podría conducir al desarrollo de mejores terapias. Los tratamientos actuales para las afecciones oculares incluyen lubricantes, esteroides, antivirales y antibióticos, todos ellos con efectos secundarios, así como procedimientos más invasivos como los trasplantes de córnea. Sin embargo, si se logran identificar los microbios responsables específicos de ciertas dolencias oculares, esto podría allanar el camino para terapias que traten las causas, en lugar de solo los síntomas.
Uno de los objetivos de los investigadores es encontrar más señales moleculares que vinculen las bacterias, virus y hongos que residen en el ojo con enfermedades específicas que afectan la visión. Zeppieri explica que biomarcadores de esta naturaleza podrían ser útiles para diagnosticar, tratar y controlar enfermedades oculares, así como para prevenirlas desde el principio.
Si el Proyecto del Microbioma Ocular, del que forman parte St. Leger, Van Gelder y Schaefer, logra definir los componentes microbianos centrales del microbioma ocular, ello proporcionará un marco de referencia esencial para los científicos que estudian los trastornos relacionados con la visión. Sin embargo, Zeppieri indica que se necesita más investigación para determinar las funciones de los microbios identificados.
Parte del misterio que estos científicos esperan desentrañar es cómo el ojo mantiene un entorno local saludable. "¿Cómo logra un tejido completamente expuesto al medio ambiente no ser colonizado masivamente?", pregunta Van Gelder. Los estudios sugieren que los ojos podrían recibir ayuda de microbios comensales para defenderse de los invasores, organizando una primera línea de defensa inmunitaria. La bacteria que el grupo de St. Leger identificó mediante un fortuito experimento de laboratorio, C. mastitidis, parece ser una de estas bacterias.
En un experimento con ratones, St. Leger y sus colaboradores demostraron que C. mastitidis inducía a las células inmunitarias del tejido superficial ocular a liberar interleucina-17. Esta molécula mensajera estimulaba el reclutamiento de glóbulos blancos para combatir infecciones y causaba la liberación del péptido antimicrobiano "alarmina" en las lágrimas, lo que alerta al sistema inmunitario ante posibles invasores. En última instancia, la presencia de C. mastitidis protegió los ojos de los roedores de infecciones al ser expuestos a los microbios patógenos Candida albicans y Pseudomonas aeruginosa5.
St. Leger se ha propuesto diseñar bacterias colonizadoras del ojo capaces de liberar moléculas modificadoras de la inmunidad a largo plazo. Su equipo ha logrado modificar genéticamente C. mastitidis para que secrete interleucina-10, la cual suprime la inflamación descontrolada y mejora la cicatrización de heridas. El equipo ya demostró que este microbio bioterapéutico mejoró la capacidad de cicatrización de la córnea de ratones.
St. Leger cree que los biólogos están aprendiendo tanto sobre el microbioma ocular que, en el futuro, podrían influir en su composición. "¿Sabes cómo se toman los probióticos para el intestino? En esencia, estamos intentando crear probióticos para los ojos", afirma.
Schaefer y sus colegas también han explorado la idea de tratamientos probióticos para enfermedades oculares. En 2023, presentaron datos en la reunión anual de la Sociedad Americana de Microbiología que mostraban que los ratones con ojo seco que consumieron una cepa beneficiosa de la bacteria Limosilactobacillus reuteri tenían superficies corneales más sanas e intactas que los que no recibieron el probiótico. Schaefer señala que, en otros experimentos con roedores, un subproducto de las bacterias intestinales, conocido como butirato, también pareció beneficiar a la vista. "Si se administra butirato a nuestros ratones, un ácido graso de cadena corta, este protege la superficie ocular", afirma. Recordemos, una vez más, que el butirato se forma en el intestino cuando las bacterias “buenas” en éste digieren fibra vegetal verde. Ese butirato no solo regula el funcionamiento intestinal, sino que pasa al organismo y activa a los linfocitos Treg (reguladores inmunitarios), pero además tiene funciones clave a nivel cerebral en la formación de mielina y sobre las mitocondrias.
¿Conclusión? Cuidemos nuestros ojos a nivel higiénico y animemos a los oftalmólogos al estudio de bacterias que pueden favorecer nuestra salud ocular pero también a analizar nuestros ojos y combatir la presencia de una microbiota patológica. Recordemos que el glaucoma, tan frecuente, es causa de ceguera.
Jesús Devesa