26/11/2025
Hoy quiero compartir algo que me ha emocionado muchísimo.
Esther, profesora de baile y alumna preciosa, llevaba tiempo trabajando la apertura de pecho y la extensión de columna. Es su punto más desafiante… y al principio dudaba de sí misma. No podía entrar sola en la postura y la vi con esa mezcla de ilusión y miedo que todos conocemos.
Pero confió en mis indicaciones, en mi apoyo —y también en las manos de su amiga Lucía, porque sigo recuperándome del accidente y no puedo ajustar sola—, y juntas la guiamos hasta esa variación de Natarajāsana. Y de repente, ahí estaba: su cuerpo abriéndose, su mente diciendo “sí puedo” y ese brillo que aparece cuando alguien desbloquea un miedo.
Es lo que más me apasiona del yoga:
Siempre hay una variación un poquito más desafiante que invita al alumno a centrarse, a sostenerse en su esterilla, a no dispersarse. Y me encanta acompañarles para que confíen en sí mismos, para que descubran su propio potencial incluso cuando el miedo susurra que no.
Lo más bonito es que llegó a casa tan ilusionada, que lo compartió con su madre, Blanca (también alumna mía)…
Y Blanca, con toda la ternura y las ganas del mundo, quiso probar también.
Esa unión, esa complicidad entre generaciones… qué regalo tan grande surge de la magia del Yoga.
Hoy os comparto estas dos fotos que me han robado el corazón:
Esther radiante, avanzando con confianza, y su madre valiente y divertida desafiando el equilibrio… ¡incluso en tacones!
El yoga no solo abre el cuerpo; abre posibilidades, vínculos y pequeños milagros cotidianos. 💛