11/11/2025
A veces creemos que poner un límite es ser egoístas, duros o incluso "malas personas". Pero en realidad, poner un límite sano es una forma profunda de cuidado, tanto hacia ti como hacia los demás.
Un límite no nace de una idea mental de “cómo debería ser” o normas estipuladas desde la lógica. Los límites verdaderamente sanos se sienten: surgen de escuchar la energía de una emoción que nos avisa que algo no nos hace bien, nos incomoda o nos aleja de nuestra verdad.
Esa emoción no es para reaccionar desde la impulsividad, sino para prestar atención, bajarla al cuerpo y al corazón, y desde la consciencia, actuar con respeto y amor hacia ti mismx escuchándote, validando tu verdad, honrar tu sentir y cuidarte; y a la vez, respetar a la otra persona teniéndola en consideración.
Y aquí algo importante: cuando evitamos poner un límite por miedo a herir al otro, le hacemos un ”flaco favor” (como ocurre con las mentiras piadosas, ocultar la verdad o similar por “no herir/preocupar”). No solo nos traicionamos a nosotros mismos, sino que también subestimamos la capacidad de la otra persona sostenere ante un “no” del que puede crecer y aprender mucho. La generosidad no es dar siempre a todxs lo que creemos que quieren, es facilitarles el aprendizaje y crecimiento con experiencias reales.
Los límites no tienen por qué herir si se hacen con sensibilidad hacia la persona, en cambio, sí enseñan y dan la oportunidad de mayor confianza, seguridad y acercamiento.
Muchas veces, eso que tú crees que le duele al otro, puede ser justo lo que necesita para su evolución y desarrollo.
PONER UN LÍMITE SANO, NO ES CERRAR EL CORAZÓN, ES PONERLO EN EL CENTRO