03/12/2025
CONVERSACIONES QUE SANAN
Una conversación resolutiva no es simplemente hablar del problema, sino abrir el camino hacia la solución. Desde una perspectiva psicológica, esto ocurre cuando existe un entorno seguro, donde la vulnerabilidad no es castigada, sino recibida con compasión. En estos diálogos se reorganizan pensamientos, se descifran emociones y se obtiene claridad. Pero ese proceso alcanza su máximo poder cuando es guiado por la luz de Cristo.
Jesús siempre dialogaba de manera transformadora: preguntaba, escuchaba, confrontaba con amor y llevaba a cada persona a un punto de verdad. Esa es la esencia de un diálogo que sana: encontrar la verdad que libera, no la que condena; la verdad que restaura, no la que rompe.
Conversaciones así son necesarias. Son espacios donde dos almas se encuentran, pero es Dios quien obra. Y en ese encuentro, la verdad no hiere: restaura.
Cuando invitamos a Cristo a nuestros diálogos como modelo, como guía y como presencia algo cambia. Se deja de hablar desde la defensa y se comienza a hablar desde la verdad. Ya no se trata de ganar una discusión, sino de ganar entendimiento. Ya no se trata de imponer, sino de iluminar. Él nos enseña que la transparencia no es debilidad, sino el puente hacia la reconciliación, la claridad y la paz.
Tres elementos para una conversación que sana:
1. Verdad: no para herir, sino para liberar.
2. Amor: que sostiene incluso cuando la verdad duele.
3. Propósito: que apunta siempre hacia la restauración, jamás hacia la división.
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